Es ingeniero hidráulico ambiental y uno de los especialistas que trabaja en el Departamento de Inundaciones y Drenaje Urbano de la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua), en la órbita del Ministerio de Medio Ambiente. En diálogo con La Mañana, Juan Pablo Martínez destacó la idea de incorporar más medidas de drenaje sustentables e infraestructuras verdes por su capacidad de adaptación.
¿Qué análisis hace sobre las lluvias e inundaciones del pasado 18 de enero?
En general, cuando se va a hacer una ciudad, se transforma el ciclo hidrológico, impermeabilizando y cambiando la estructura del drenaje natural; y eso trae una transformación en el comportamiento del agua, y en general, haciendo que los picos de caudales sean más intensos.
Cuando se construye una ciudad se prevé el sistema de drenaje y eso se hace con ciertos criterios. En general, el tamaño de la infraestructura se prevé para una lluvia que tiene una cierta probabilidad de ocurrencia o un cierto período de retorno. Entonces, el drenaje pluvial de macro drenaje, por ejemplo, un colector pluvial de un metro de diámetro se diseña en general para que resista las lluvias de recurrencia a diez años o, lo que es lo mismo, que tenga una probabilidad de ocurrencia del 10% en un año específico.
Las bocas de tormenta, por ejemplo, se prevén para que no se interrumpa el tránsito y en una lluvia que tiene una recurrencia a dos años. O sea que hay una probabilidad de 50% de que cada boca de tormenta de la ciudad se vea afectada en algún momento.
¿Cómo evolucionó el sistema hasta la actualidad?
En particular, Montevideo tiene una historia de planificación muy larga, donde se hicieron grandes obras, pero además se planifica con un horizonte temporal muy grande. Al punto de que ya desde el 80 y pico tenemos los planes de saneamiento, y ya van por el cuarto, y en cada plan de saneamiento se proyectan obras. Se planifica a 30 años, se hacen obras, y a los 10-15 años se revisa y se vuelve a estructurar el sistema.
Hay un cambio en la conceptualización del sistema. A principios de siglo o hasta la década del 70, la idea era sacar el agua lo más rápido posible y estaba unificado el drenaje pluvial y el saneamiento. Entonces, la idea fue separar las aguas, por el peligro de que podía tener una carga contaminante. Se trataba de separar y alejar lo más rápido posible de la gente y de las ciudades. Para eso se construyen las grandes redes de alcantarillado de Montevideo y del interior. Pero la de Montevideo capaz que es la que tiene más fuerza, porque es la que tiene más extensión y más cuencas. También tiene la mayor capacidad de inversión, y se llegan a hacer grandes obras con colectores como el de la red Arteaga, que es unitaria, y que se va construyendo, en realidad, a lo largo de los años, pero siempre con esa conceptualización; hasta la década del 90 en la que, a nivel internacional y, un poco más tarde en Uruguay, se empieza a cambiar el punto de vista, y se empieza a compatibilizar todas estas cosas que están enterradas (como los doce arroyos entubados que tiene la capital) con soluciones a cielo abierto, soluciones verdes, como es toda la etapa de parquización en torno a los cursos de agua, que ahora ya antes del último tramo se pasa a sistemas de drenaje sustentables, que tratan –en vez de conducir el agua lo más rápido posible hacia abajo– de recomponer el ciclo hidrológico, para mantenerlo con cierto grado de naturalidad, de recomponer el estado previo a realizar la urbanización, o por lo menos tratar de minimizare ese impacto.
¿Los jardines de lluvia son una buena opción para ese objetivo? ¿Cuáles otros?
Sí, hay varias tecnologías que se pueden aplicar. Los jardines de lluvia son una alternativa que tienen la ventaja de que pueden trabajar con cantidad, pero también con la calidad del agua, porque tiene un proceso de filtración. El agua cae en la calle. Ahí va recibiendo todos los contaminantes que están en el pavimento: metales pesados, residuos sólidos en suspensión o lo que sea. Pasan por una capa de tierra con vegetales y recién después se ingresa en el sistema de filtración, que hace que se retiren ciertos contaminantes.
Hay otros sistemas que trabajan solo con la cantidad, por ejemplo, lagunas de retención. Es un predio grande que se usa mucho en los casos de los emprendimientos de logística. Esa impermeabilización va a producir un aumento del caudal, y entonces, en vez de largarlo directamente al sistema público de drenaje o aguas abajo, se hace pasar por una zona baja que amortigua el agua. Recibe ese pico de caudal, lo retiene un tiempo y después lo libera lentamente. Pueden ser embalses o estanques enterrados. En Montevideo tenemos varios de esos construidos en el último tiempo.
¿Esa es la solución más viable para modificar el sistema que tenemos y evitar inundaciones?
Sí, es una solución que económicamente es más competitiva, y además permite también un uso mejor del espacio. Porque si uno pudiera hacerlo a cielo abierto, arriba se puede hacer un parque. De eso hay muchos ejemplos en el interior. El primero que se hizo en Uruguay es en Treinta y Tres. Tiene todo un parque que si llueve muy intensamente se inunda, pero después se vacía y el resto de tiempo se puede usar.
En esa misión de disminuir el porcentaje de impermeabilidad de las zonas urbanas, ¿el hormigón permeable ya se está implementando?
Es una opción que funciona. Se está investigando, pero está avanzando muy rápido porque presenta muchas ventajas. Hay un grupo de Facultad de Ingeniería (Fing) que viene investigando hace un par de años. El año pasado lo incorporaron algunas empresas constructoras y ya está empezando a implementarse a escala industrial en plazas, estacionamientos. El pavimento poroso llega –con las dosificaciones adecuadas– a tener una capacidad de soporte para tránsito liviano, pero con una capacidad de infiltración similar al de la arena, entonces es muy interesante.
Las próximas líneas de investigación que estaba planificando hacer la Fing es ver si se puede hacer algo con un soporte un poco más firme, para aguantar el tránsito pesado, y de repente, una capacidad de infiltración un poco menor, pero que deje pasar el agua, capaz que no como arena, pero sí como un suelo semiarcilloso que puede estar bien para muchos casos.
¿Cómo se adaptan los datos que arrojan los distintos informes sobre cambio climático para prever fenómenos como el ocurrido en enero?
Lo que uno tiene es un buen punto de partida, con información disponible, de cuáles son las áreas inundables actualmente en el país. Eso es lo que está recogido en el Atlas Nacional de Inundaciones y Drenaje Pluvial Urbano.
La información se va mejorando año a año. Ahora vamos a tener mucha información que estamos procesando de la inundación de Montevideo de ahora, que no la teníamos porque nunca había ocurrido una inundación así, o por lo menos no estaba la capacidad para retirarla. Ese es un primer punto de partida. A la hora de hacer cualquier proyecto, hay que recopilar y ver la información que hay, porque hay bastante.
¿Qué nivel de certezas existe sobre lo que puede pasar en el futuro?
¿Qué certezas tenemos? Que las precipitaciones de corta duración y alta intensidad se van a seguir repitiendo, probablemente con mayor intensidad y frecuencia. Es difícil cuantificar cuánto más frecuente o cuánto más intensa, sobre todo las de corta duración, de 15 minutos a una hora.
Eso ya permite tomar muchas decisiones. Si voy a diseñar cierta infraestructura, puedo hacerlo con los métodos tradicionales, pero después de hacerlo con los métodos tradicionales debería verificar qué pasa si se ve superado, si voy a poder modificarla dentro de 20, 30 o 50 años, o si después verifico que se producen lluvias cada vez más fuertes y nos lleva al punto de no retorno. Y en eso, cuanto más verde, más flexible, y cuanto más hormigón, menos flexible. Es una regla general. Entonces, siempre que sea posible, hay que tratar de incorporar medidas de drenaje sustentables, infraestructuras verdes, que se adaptan mucho mejor a este tipo de fenómenos.
¿Cómo es la coordinación interinstitucional y la competencia en estos temas?
Intervienen muchas instituciones, casi como en cualquier problema que haya que resolver para la población. Yo creo que hay una buena coordinación. Está por un lado el Sistema Nacional de Respuesta al cambio climático, que engloba a varias instituciones: la Dinagua, la Dirección Nacional de Cambio Climático dentro del Ministerio de Ambiente (MA), que estamos trabajando en estos temas, y se interactúa todo el tiempo con las intendencias.
Las competencias en eso siempre puede haber alguna superposición, sobre todo con la escala de cursos de agua y hasta dónde va la competencia departamental y dónde va la nacional, pero en drenaje pluvial, en cambio, está bastante ordenado.
En el drenaje pluvial, la planificación a largo plazo y las reglas de juego y la política nacional se ponen desde el MA, y la ejecución de obras es competencia departamental.
Cuando uno va a la escala de un arroyo, ahí puede haber alguna superposición, como en todos los temas ambientales. Hasta dónde va la competencia de preservar el medio ambiente de las intendencias, y hasta dónde va la nacional. Los problemas no son tantos de coordinación sino, muchas veces, de falta de inversión y de incorporar, en algunos casos, conceptos nuevos o nueva tecnología que implica cierta complejidad. En los temas ambientales siempre hay aspectos complejos a resolver.
¿Cómo funcionan los distintos sistemas de alertas?
Los avisos que da Inumet, con el sistema de semáforo, funcionan.
Otra coordinación que se da para la atención de emergencias viene por el lado del Sistema Nacional de Emergencias, que también nos engloba a todos y participan las intendencias y los Centros Coordinadores Departamentales (Cecoed), que se inician dependiendo del tipo de fenómeno y la alerta la puedan dar distintas instituciones. Ahí juega un rol central el Inumet, que tiene las predicciones y los avisos ante lluvias extremas; y para cursos de agua grandes hay otros sistemas de alertas. Hay dos que son operados por la Dinagua, que son los de la ciudad de Artigas y la ciudad de Durazno, que tienen sistemas de alerta desarrollados en su momento por la Fing y que hace tiempo que se operan aquí. Y en los casos de las represas del Río Negro, UTE emite sus predicciones y hacen sus avisos; y las del Río Uruguay, en Salto Grande.
Todos estos sistemas de alerta, por supuesto que van mejorando con el tiempo y tienen para mejorar, pero creo que funcionan razonablemente bien. En general se logra evacuar a las personas a pie seco, antes de que llegue la inundación, y eso es muy importante.
En el caso de lluvias extremas de corta duración en el drenaje pluvial, es muy difícil, más allá del aviso que da Inumet de que si va a llover mucho o va a llover poco, es muy difícil tener un sistema de alerta de este tipo. Porque las lluvias son convectivas, en un espacio territorial muy chico. Físicamente es muy difícil de predecir en dónde va a caer la lluvia. Porque puede caer a 2 km de distancia; pero no es lo mismo que te caiga en Pocitos o adentro de la bahía, y que entonces no haya inundación. A nivel de la escala y del clima o de fenómeno sinóptico, en realidad es una diferencia muy chica. Entonces eso le agrega mucha complejidad. Hay algunas ideas propuestas de implementar alerta temprana para inundaciones urbanas de corta duración, pero es mucho más complejo que los otros sistemas que tenemos operativos.
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