Asidua visitante de Madrid, la arquitecta Débora di Véroli celebra 70 años de actividad profesional en la que le tocó a menudo ser pionera. Proyectista y directora de numerosas obras, planificadora urbana y regional, especializada en los últimos años en arquitectura para adultos mayores, nos cuenta su experiencia y los desafíos que tuvo que enfrentar cuando cambios económico-sociales promovieron un nuevo concepto arquitectónico.
Llegada a la Argentina
Débora Laroslavsky nación en Galati (Rumania) y a los 10 años emigró con su familia a la Argentina. Cuando nos va contando sus recuerdos, hilvanados con absoluta precisión, sus ojos brillan al revivir la alegría de encontrarse en Paraná, una ciudad segura y amigable, muy lejos de Europa en donde ya se estaba perfilando una segunda guerra. Curiosa y decidida, no tarda en explorar todos los rincones de la capital entrerriana en una bicicleta que sus padres pudieron comprarle a plazos. Aprende fácilmente el español, asiste a la escuela primaria y al poco tiempo está totalmente integrada en su tierra de adopción.
La aventura de ser arquitecta
Sin que mediara ninguna influencia, una vez terminada la enseñanza secundaria, Débora decidió ser arquitecta. Eran pocas las mujeres matriculadas en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Al año de ingresar se casó con Di Véroli, de quien tomó el apellido, y durante los años de carrera tuvo dos hijos. Sin duda que ver una señora embarazada estudiando arquitectura era todavía más inusual en esos tiempos, pero ella nos dice: “Yo, muy concentrada en mis estudios, no me daba cuenta de que eso pudiera llamar la atención”.
Dos años antes de recibirse, matriculándose como Constructor de Segunda, pudo ver construido su primer proyecto: una casa que destacó por el empleo original e ingenioso de los principios de la arquitectura moderna. Con igual entusiasmo y lujo de detalles nos cuenta cómo, después de recibida, su pequeño estudio inicial fue creciendo para ocupar sedes cada vez más amplias, y con una empresa constructora asociada para ejecutar los proyectos generados.
Al compás de los tiempos
La extensa trayectoria profesional de Débora permite una mirada sobre una realidad económica y social cambiante, a la que ella supo responder con un sentido innovador y práctico que llevó a introducir en el país nuevos conceptos, como el de “apart hotel”, diseñar locales para supermercados y responder al turismo de masas volcado hacia ciudades como Mar del Plata y Miramar, en las que hasta entonces había habido solamente chalets.
El primer edificio de altura en Miramar, con departamentos de 1, 2 y 3 dormitorios y una planta baja para uso comercial, “parecía una locura”, nos cuenta la arquitecta, a quien le costó trabajo convencer a la empresa de la bondad de lo que terminó siendo un gran negocio. A este edificio siguieron muchos más, también en Mar del Plata, proyectos en los que ella también fue iniciadora de tipologías que luego fueron estándar en la costa, como departamentos de 1 y 2 ambientes con baño y kitchenette, a los que en aquel tiempo podían acceder familias de clase media. Entre todos esos edificios destaca en Mar del Plata el “Mirador Cabo Corrientes”, en que un original diseño de planta permite que la totalidad de sus 570 departamentos tengan vista al mar.
Preguntamos a Débora qué significó la tarea de proyectar y dirigir obras de gran escala fuera de la forma tradicional, hasta entonces predominante, del arquitecto proyectista en relación directa con el cliente que le encarga una casa. “El cambio afectó desde el esquema comercial en su conjunto hasta la ejecución de las obras. Las inmobiliarias de las ciudades balnearias, que antes vendían mayormente terrenos, empezaron a ocuparse de la venta de unidades en estos edificios, cuya construcción requería también nuevas formas, como el uso de subcontratos para responder a la necesidad de suministro de cantidades importantes de aberturas, revestimientos, etc.”.
Planificar. ¿Y después?
Con dos posgrados en Planificación Urbana obtenidos en Argentina y en Holanda, la arquitecta Di Véroli ha trabajado en el Plan Regulador de la Ciudad de Buenos Aires y también en varios planes regionales del exterior.
Siendo la planificación una herramienta tan esencial para el crecimiento armónico de las ciudades, preguntamos a Débora si no cree que esta disciplina está casi siempre limitada por el poder político.
“Sin duda que sí”, nos responde, y nos cuenta los extensos trabajos incluidos en el Plan Regulador, como el pensado para el bañado de Flores, entre Riachuelo y la autopista, que incluía drenajes, lagos reguladores, calles y avenidas. Plan que había que actualizar cada dos años y que según nos dice: “Cayó en manos de distintos gobiernos. Se hicieron los lagos y la red vial, pero también se ignoraron muchos proyectos”. Aunque con sabia satisfacción nos recuerda “Pero el Plan Regulador está disponible”.
Arquitectura y envejecimiento
Es ese el título de uno de los libros escrito por Débora Di Véroli con el arquitecto Eduardo Schmunis. En otro libro, titulado “Alzheimer y Arquitectura”, la arquitecta explica las características que debe tener un proyecto para albergar a personas afectadas por esa enfermedad.
“Una de las acepciones de la arquitectura”, termina diciéndonos, “es la de una disciplina para solucionar problemas. A medida que fui haciéndome mayor fui conociendo mejor los problemas relacionados con la edad y solo he intentado entonces escribir algunas propuestas para solucionar los relativos al hábitat”.
*Columnista especial para La Mañana desde Madrid
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