La primera noción que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de “secta” es la noción de “grupo”, y eso sería correcto si quien escribiera este artículo fuese un sociólogo, pero al ser psicólogo quien lo escribe es necesario dejar en claro de entrada que no necesariamente el fenómeno sectario se expresa a nivel grupal.
Otro error conceptual importante de despejar es el vincular este fenómeno con el fenómeno religioso o espiritual, si se aborda su estudio desde esa perspectiva, sería correcto, pero no sólo los especialistas en el fenómeno religioso abordan este fenómeno y además hoy en día podemos ver con claridad que muchas “sectas” no son explícitamente religiosas en su presentación.
En los dos párrafos anteriores intenté resumir de forma muy breve lo que llamamos “el problema de la definición” en torno al tema de las llamadas “sectas”.
Podríamos seguir haciendo aproximaciones terminológicas, intentos de definición que van desde lo etimológico, lo sociológico, lo histórico, lo teológico y lo fenomenológico, pero todas esas definiciones dejarían desconforme a una parte del coro de expertos que estudian el fenómeno, este descontento genera confusión y si hay algo de lo que las sectas saben aprovecharse es de aquello que “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
La psicología y sobretodo la psicología científica, da su aporte para intentar salir del enredo.
La psicología prefiere hablar de “relaciones sectarias”, siguiendo la definición de Margaret Singer, en lugar de hablar de “secta” y una relación sectaria es aquella en la cual uno de los miembros de ese vínculo, induce al otro a volverse totalmente dependiente de sí en los aspectos más importantes de su vida y genera esa dependencia a partir de un proceso o programa de manipulación psicológica o lo que popularmente se conoce como “lavado de cerebro”.
La psicología pone el foco en lo vincular, y define como “sectario” a cualquier relación que esté mediada por la manipulación, el influenciamiento coercitivo, la violencia psicológica, es una perversión vincular y este punto de vista nos lleva a poder decir que allí dónde hay dos personas hay una semilla sectaria, que germine o no dependerá de múltiples factores.
Sin dudas podemos ver este tipo de vínculo sectario entre Jim Jones y sus seguidores, entre David Koresh y los suyos o entre Charles Manson y sus discípulos. Y seguramente lo podamos ver hoy en grandes grupos que explotan las necesidades espirituales de muchos, pero lo vemos también en las pseudoterapias new age y las pseudociencias en las que los pseudoterapeutas explotan a sus pacientes, lo podemos ver en las dinámicas de violencia de doméstica, en clubes deportivos, empresas que prometen el cambio radical de la vida a partir de la ingesta de tal o cual batido y por qué no sería extraño verlo en grupos políticos.
El “problema de las sectas” es un problema de salud y específicamente un problema de salud mental.
En Uruguay poco se sabe del tema, la ignorancia reinante sobre este fenómeno ha sido el caldo de cultivo que ha permitido que grandes lobbies sectarios hayan logrado, incluso, infiltrarse dentro de la Universidad de la República.
En la medida que seamos capaces de correr el velo que usan como pantalla para la captación de sus adeptos y en la medida que brindemos información sobre este problema, iremos también previniendo que muchos compatriotas sean víctimas de este perverso fenómeno.
(*) Licenciado en Psicología. Miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas