Asisto a la sesión de clausura del Congreso Nacional de Agricultores y Trabajadores Agrícolas de Brasil para expresar mi apoyo a un debate franco y audaz sobre la cuestión relativa a los problemas de mejora de las condiciones de vida para los brasileños que trabajan la tierra, así como de los que emprenden la implantación de métodos modernos de explotación de los recursos naturales de nuestro país. Las reivindicaciones de los trabajadores agrícolas no son opuestas a las de los trabajadores de las ciudades. Por el contrario, la cooperación al nivel de los grandes intereses nacionales, entre el hombre del campo y el trabajador industrial, es una condición indispensable para el progreso del país y a la mejora en el nivel de vida de todo el pueblo brasileño…
Sin embargo, debemos reconocer y proclamar que la ausencia de una reforma agraria está obstaculizando el progreso de nuestro país. Sin una agricultura avanzada no tendremos una economía nacional equilibrada. El proceso agrícola brasileño ya no se ajusta a las necesidades del crecimiento económico general del país. La lucha por el acceso a la tierra para quienes la trabajan día a día es una de las reivindicaciones más sentidas y legítimas. Cumplir con esto es de importancia fundamental para la consolidación de los derechos democráticos. Sin escuelas, sin atención médica y sin perspectivas de una vida mejor, los trabajadores rurales de las regiones más rezagadas del país abandonan el campo y se dirigen a los centros urbanos en busca de una actividad que ofrezca más oportunidades. El crecimiento industrial del país creó nuevas oportunidades de empleo, provocando un enorme desplazamiento de la población rural hacia las ciudades. La atracción de las grandes ciudades seguirá siendo irresistible mientras las condiciones de vida en el campo sean precarias y, en muchos casos, peores que en los barrios marginales de las ciudades…
La cuestión de la tierra en Brasil debe resolverse, por supuesto, de acuerdo con las características de cada región. No hay ni puede existir una fórmula única, ni una cura milagrosa para la realidad tan diversa de un país que es un continente en extensión y multiplicidad en sus necesidades de desarrollo. No veo ninguna razón para dejar de afirmar que la reforma agraria es una de las reformas que el país necesita para dar plena expresión a sus adormecidas fuerzas productivas. Algunos se asustan con estas palabras. Sin embargo, lo sorprendente es que no les quite el sueño el panorama social del país, donde un pueblo pobre lucha por vivir en un territorio potencialmente poderoso. Brasil requiere una reforma agraria que permita revisar las relaciones económicas entre los que trabajan la tierra y los propietarios rurales, de modo que sea posible liberar la producción agrícola de sus antiguos obstáculos y permitir una mayor productividad al agricultor, asegurándole una participación justa en la riqueza, dotando al país de una agricultura moderna, racional y mecanizada con alto rendimiento productivo.
Parte del discurso del presidente de Brasil. Joao Goulart, 17 de noviembre de 1961, en el cierre del Congreso Nacional de Labradores y Trabajadores Agrícolas
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