En el prólogo de uno de sus poemarios, Borges se expide sobre los destinos posibles de los libros de versos. Esas suertes son, dice: el olvido, dejar una imagen del poeta, o «legar a las antologías unos pocos poemas». Él aspiraba a esa difícilmente alcanzable última categoría.
Raquel Sáenz parece haber quedado en la primera.
Era Raquel hija de D. Félix Sáenz Ríos y Da. María Teresa Lede. El padre, periodista y escritor–también sumido en el Leteo cultural– había nacido en 1862. Los escasos datos sobre este autor los he obtenido de las Memorias de José Podestá. Tiene por lo menos tres obras de teatro y una zarzuela. En 1892 la compañía de los Podestá estrenaba en la pista del circo, El Mono Pancho un «juguete en un acto», como así definía a esta breve obra cómica. Tres años más tarde, en el mes de enero de la ciudad de Paysandú, se ponía en escena Aventuras. En 1896 tocaba el turno a Nueva Troya y sobre el final de ese año la zarzuela Honrada se estrenaba en el Circo Raffeto de Rosario (Argentina) sobre textos de Sáez y música de Antonio Podestá.
La madre de Raquel, por su parte, era una connotada poeta. Siguiendo a Scarone, Da. Ma. Teresa utilizó los seudónimos de «Alondra» y «Flora de la estancia grande» en las composiciones poéticas de estilo criollo publicadas en varias revistas del Río de la Plata, especialmente en el periódico criollo El Fogón fundado y dirigido por AIcides De María. En 1926 publicó un libro de poemas camperos titulado Pitangas y sina sina [sic], usando el seudónimo de Alondra conjuntamente con su firma. También colaboró en la revista Bohemia que fundara y dirigiera Julio Alberto Lista. Da. Teresa, además, tenía su revista propia: Vida Femenina, una publicación que hospedaba poemas y relatos –como los de su hija Raquel– y también aconsejaba contra la quisquillosidad, enseñaba a prevenir y curar los sabañones, el dolor de estómago, instruía sobre el zurcido de medias… La edición de julio de 1921 publicitaba el «Restaurant Fort Mackallet» [sic] en el Parque Rodó y el Parque Hotel Casino rodeado del hermoso Parque «Urbano» –que se llamaba Rodó desde 1917– con «cancha de tennys» y «teléfonos directos con Buenos Aires».
Con esos antecedentes familiares, no era raro que alguno de los hijos del matrimonio incursionara en las letras. Raquel también colaboró con Bohemia. El material que la página de anaforas.fic pone a disposición evidencia la tendencia de la autora hacia lo trágico. El 8 de enero de 1909 Bohemia recoge un relato titulado 31 de diciembre: «En mi corta peregrinación por la vida ya el aquilón del desengaño había deshojado las rosas de mis ilusiones. […] Pronto moriría el año, como la tarde, como la noche. Él llevaría al infinito un girón de mi vida». Tenía veintidós años. En Vida Femenina hay uno sobre un niño abandonado y la mona de un zoológico a quien se le muere su hijo, y otro en que una mujer joven bella y paralítica se suicida.
Los sueños y la almohada
Cuando su madre publica La Almohada de los sueños (1925) «robando a mi modestia y temor de fracaso los originales que más tarde habrían de ser consagrados por la crítica», dice Raquel, su éxito trasciende fronteras. A poco de su edición montevideana, Raquel envió su libro al escritor español Luis Ruiz Contreras quien decidió hacer una edición en beneficio de la autora. Decía Ruiz Contreras que Raquel «es una hoguera que se extingue, un corazón que desfallece, una sensibilidad que se desgrana. Esa mujer […] esencialmente femenina se apodera del alma de las mujeres porque dice lo que ellas no supieron decir, y del alma de los hombres porque les manifiesta –sin reprochárselo– su incomprensión y su impiedad. En su martirio no hay amargura, en sus ansias no hay pecado ni hay en sus ilusiones doblez. A pesar de su derrota quisieran ser “ella” todas las mujeres, y todos los hombres envidian al amante que inspira sus cantos. Pocas veces ha cristalizado la poesía emociones amorosas comparables a las que sugiere».
¡Sueña… sueña… sueña, espíritu mío/ Porque si no sueñas, morirás de hastío! / ¿Qué importa que nadie tu ansiedad comprenda? / ¡Hazte un mundo aparte; vive tu leyenda! / Sueña… sueña… sueña, en tu excelsa torre/ En tanto la vida, hacia el final corre. / Vuela a tu albedrío y pósate en todo/ Lo sublime y bello, huyendo del lodo. / ¡Hay tantas alturas donde reposar…/ ¡Sueña! ¡La ventura, consiste en soñar!
Quiéreme así…
Quiéreme con unción, místicamente. / Ponme junto al recuerdo de tu madre. / Que tus manos, que saben de pecados. / Sepan ponerse en cruz para adorarme. / Quiero ser lo más puro de tu vida. / Ingenuidad, en tu alma de salvaje. / Estrella que haga levantar tus ojos, / Y al cielo miren para contemplarme. / ¡Quiéreme como soy: luz de tu espíritu! / ¡No me quieras de carne!
Medalla Invisible
Me besó en el pecho/ Y aún estoy sintiendo/ Su beso de fuego. / Medalla invisible/ Pendiente a mi cuello/ De la áurea cadena/ De los embelesos. / ¡Aún siento su beso! / Aún siento su beso! …/ ¡Fugaz llamarada/ Que dejó un incendio/ Dentro de mi alma!
Afirma el cáustico Zum Felde en su Proceso Intelectual del Uruguay, que «el retrato de la poetisa estratégicamente colocado al comienzo del libro contribuyó no poco al entusiasmo que provocara» y resalta de ese primer volumen «la imperiosa emotividad de la libido».
El español Francisco Carmona Nenclares descubre este primer libro a partir del segundo: Bajo el Hechizo (Premio Mrio. de Instrucción Pública 1931). Comenta en Revista de las Españas en febrero de 1932 que lo de Raquel es poesía y por tanto no es opinable. Tratará entonces, dice, de «diseñar la arquitectura psíquica del verso» eso lo lleva a descubrir en la poeta «un mundo mental infantil». Unos meses después completa su visión con la lectura de Almohada… y encuentra una angustia física. Una mujer cercada físicamente por los sentidos y, a la vez, voluptuosa en su cerco.
Pero lo cierto es que no solamente causó impresión ante el público masculino. La maestra, escritora y feminista Adelia di Carlo la entrevista para Caras y Caretas (Buenos Aires). La poesía de Raquel «impresiona por su feminidad, lo que va siendo un raro don en nuestra época» (1934). Di Carlo encuentra en esos versos «el eterno problema humano, sobre todo en la mujer: el desgarramiento por la incomprensión, por el dolor que origina cada sueño desvanecido…». La entrevistadora vincula esa vocación al dolor que la poeta ha acumulado en su vida sentimental. Define a Raquel como una mujer buena y por lo tanto modesta. Una mujer a quien el éxito no ha envanecido. Y la cita: «un humilde me ha dicho: “De saber escribir yo me hubiera expresado como usted”, me ha conmovido tanto, como la aprobación emanada de un cerebro privilegiado».
El éxito es efímero y la fama puro cuento. Pese a que publicará Voz y silencio; el libro de mi madre María Teresa L. de Sáenz (1936) y Estos versos míos (1952), no figura en las antologías.
Y volvemos a Borges y a su clasificación de las suertes.
Pero también dice Borges que la magia de la poesía radica en «la modificación física que suscita en el lector». Y eso va más allá de las valoraciones de los críticos: es una experiencia personal.
Si le interesa descubrirlo, la página de autores.uy pone a disposición dos textos de Raquel Sáenz. Juzgue usted mismo.
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