Enmienda a la totalidad”, el nuevo libro de Juan Manuel de Prada editado por Homo Legens, reúne sus inquietantes reflexiones en torno al pensamiento político, sus contradicciones y amenazas en el mundo moderno dominado por las ideologías.
El escritor
Antes de que recibiera el estigma de ser un escritor diferente que desafía al pensamiento canonizado por las ideologías en boga, Juan Manuel de Prada obtuvo importantes distinciones en el mundo de las letras. De estas destacamos el premio Planeta por su novela “La Tempestad”, el Primavera y Nacional de Narrativa obtenidos por “La vida invisible”, el Biblioteca Breve de Seix Barral recibido por “El séptimo velo”.
Pero no hemos dicho que el mencionado estigma “pesara sobre él” porque de Prada es capaz de llevarlo con absoluta gallardía. A ello contribuyeron dos grandes maestros, el escritor y sacerdote argentino Leonardo Castellani, cuyo descubrimiento causó una verdadera conmoción en su vida y también la lectura de Chesterton, quien sostenía que solo el que nada a contracorriente sabe con certeza que está vivo, porque el que avanza a favor puede seguir haciéndolo a pesar de estar muerto.
Juan Manuel de Prada es también un brillante articulista y este nuevo libro reúne muchos de sus artículos publicados en medios de prensa españoles.
El libro
“Enmienda a la totalidad” contiene reflexiones sobre grandes temas que afectan la sociedad de nuestros días. La sagaz mirada del autor no se limita a un análisis del panorama social y político del mundo contemporáneo, sino que se remonta al origen histórico de muchos de los problemas que hoy se vuelven críticos y acuciantes.
Según de Prada, el hombre occidental contemporáneo ha perdido una cabal comprensión de la realidad, saturado por las ideologías y el ruido mediático.
Sostiene, al igual que otros pensadores, que la democracia, como fundamento de vida, se basa en algunos casos, en la negación de la verdad,
siendo que solo importa el pensamiento de “ciertas mayorías”, lo cual lleva inevitablemente al no reconocimiento de las realidades que elevan la condición humana.
Pensamiento compartido con José Enrique Rodó, quien con profética visión, alertaba sobre los peligros de la concepción utilitaria de la vida.
En su Ariel, obra que llenó de prestigio a nuestro país y catapultó a su autor a la fama universal, publicada precisamente a un mes de iniciado el siglo XX, en su parte lV alertaba sobre los peligros que amenazaban a la Democracia. “La alta cultura de las sociedades debe preverse contra la obra mansa y disolvente de esas otras hordas pacíficas, acaso acicaladas; las hordas inevitables de la vulgaridad -cuyo Atila podría personificarse en Mr. Homais- (se refiere al boticario de Flaubert, en Mme. Bovary, cuyas palabras acopiaban los lugares comunes de su época); cuyo heroísmo es la astucia puesta al servicio de una repugnancia instintiva hacia lo grande; cuyo atributo es el rasero nivelador”.
Todos aquellos fenómenos que caracterizan nuestra época y que se están acentuando en forma vertiginosa son analizados por el escritor zamorano con la libertad de un observador desapasionado que no comulga ni con izquierdas ni con derechas, capaz de reconocer los insospechados vínculos entre ellas y las solapadas leyes de la nueva política.
Con una cuidada prosa no carente de sarcasmo, identifica con precisión las corrientes de pensamiento que han conformado la realidad social y política presente, que parece acelerarse hacia un desmembramiento de la sociedad y el incremento de lo que el autor llama “masa cretinizada”, con individuos desvinculados, maleables, a los que se les compensa con derechos que no molestan al sistema productivo y que en muchos casos hasta le favorecen, como ocurre con la anti natalidad y con el acceso libre al consumo de drogas.
El libro rescata, no del olvido sino de la total ignorancia de muchas personas contemporáneas, el concepto de “pensamiento tradicional”. Y no solo lo desentierra del manto de silencio que lo esconde como inservible herramienta del pasado, sino que lo presenta como única alternativa para reconstruir el mundo actual infestado de ideologías. Y es justamente a ese espíritu triunfante en nuestra época al que de Prada dirige, en forma clarividente y combativa, esa “enmienda a la totalidad”
La Marca de la Bestia
El tema del coronavirus se trata en el capítulo “Mientras arrecia la plaga”, centrando la atención en algunos aspectos que se hicieron evidentes, como la sustitución de la fe religiosa por una idolatría de la ciencia, que a su vez no es capaz de responder con la contundencia y certitud que se espera, por no hablar de sus continuas contradicciones y dudosos condicionamientos a poderosos intereses económicos. La idolatría cientificista es tanto mayor cuanto menor es el nivel educativo de los que la profesan, por lo que cala hondamente en las masas poco cultivadas.
La plaga a su vez ha sido utilizada para acentuar el debilitamiento de los vínculos sociales, tal como conviene al sistema, y para la imposición de un discurso único, dando voz solo a los disidentes más delirantes, todo lo cual ha sido acatado vilmente por los medios de comunicación.
Muy sugerente es la mención que hace de Prada en este capítulo a la “Marca de la Bestia”, un distintivo referido en el Apocalipsis (13,17-18) que deben llevar en su frente y en su mano derecha “pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos”, para que ninguno pudiese comprar o vender sin que tuviese esa señal. Esta marca se inspira en los certificados romanos de haber rendido culto al César, impidiendo comerciar, e incluso viajar a quienes no pudieran exhibirlas.
En suma este nuevo libro de Juan Manuel de Prada, pese al crudo panorama que describe con toda justeza, no deja de mostrar un camino de esperanza.
Recuerda a Don Quijote con la lanza de Sansón Carrasco apuntando a su garganta, negándose a renegar de su amada Dulcinea. Porque la verdad no es discutible y Carrasco le perdona la vida. Una lección moral extraordinaria que nos dice que si somos leales a lo que defendemos, incluso cuando nos sabemos derrotados, la misma derrota se vuelve un espejismo.
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