Es muy probable que en esta primavera estén naciendo más de 3 millones de terneros, un número mítico en el discurso y en el análisis ganadero. En junio del año pasado, se declararon 4,26 millones de vacas de cría, que con un índice de 70 % de parición ya rondarían esa cifra. Como se sabe, el rodeo vacuno ha bajado en los últimos tres años, pero no así las vacas entoradas. El promedio de terneros que se declaran en junio de cada año rondan el 64 % de las vacas entoradas el año anterior; con todo, en varios ejercicios recientes se declararon 68 % de terneros, sin embargo, como puede apreciarse en la gráfica adjunta, nunca se llegó a los 3 millones de cabezas. No obstante, cuando se consideran los factores de pérdida, o consumos, o comercialización de terneros que se dan entre la parición de primavera y la declaración al invierno siguiente, se deduce que nacieron más de tres millones en cada uno de esos ejercicios. Y este año que estamos transcurriendo, considerando las condiciones climático forrajeras más que favorables en las que tuvo lugar el entore pasado, cabe racionalmente esperar un número de terneros nacidos del orden referido, algo mayor a los tres millones.
Los nacimientos encuentran un ambiente favorable, con pasto para las madres y recursos para suplementarlas en caso necesario. Y lo principal: la valorización que han registrado los terneros (en realidad todas las categorías de hacienda), que induce a un cuidado más esmerado del rodeo de cría. Si no ocurre nada raro, la declaración del año próximo debería superar el récord registrado hasta el momento.
Los productores, técnicos, empresarios del agronegocio, industriales, intermediarios, consultados por los distintos medios, coinciden en destacar el buen momento actual para la ganadería y exploran los puntos fuertes y débiles de los distintos eslabones de la cadena productiva, analizando la variación de los precios relativos de las distintas categorías, y cómo juegan en las expectativas de los actores.
Es muy probable que en esta primavera estén naciendo más de 3 millones de terneros
La coyuntura y el contexto
Repasemos en titulares algunos grandes elementos.
1. El precio de la carne exportada (referencia básica), se mantiene firme y en alza. En el acumulado del año respecto al año anterior el aumento es de 5,1 % en dólares por tonelada, pero en agosto fue de 14 %, y en setiembre apunta a ser del orden del 19 %. La demanda china, recalentada por la crisis de los cerdos, es el principal factor alcista, pero en estos momentos también inciden los negocios con Europa por carne de corral. Las perspectivas de que este escenario de buenos precios continúe son alentadoras; lo veremos en próximos análisis más en profundidad.
2. El precio de la hacienda gorda en frigorífico aumentó más que la carne y pone en cuestión la sostenibilidad de la actividad industrial en los actuales niveles, por la presión que ejerce sobre los márgenes de las empresas, que están en rojo en muchos casos.
3. A su vez, el precio de la reposición creció más que el del ganado de embarque, lo que complica a los invernadores y obliga a efectuar cambios en las orientaciones de los distintos sistemas productivos. La gráfica 2 ilustra sobre los niveles que se registraron las últimas 10 zafras, entre los meses de abril y junio, cuando se producen las mayores ventas de terneros. En la última zafra el aumento fue de 11 % respecto a la anterior, pero desde junio pasado hasta ahora, los precios siguieron subiendo. En relación a 2015, el precio más bajo de la serie, el incremento fue de 24 %, y la tendencia alcista parece afirmarse e incluso acelerarse. La exportación en pie le puso un piso de valor a la categoría, pero los valores altos del momento se explican por la demanda local.
4. Aún más que los terneros, subió el precio de las terneras, un fenómeno más que importante que estaría sugiriendo cambios de fondo en el mercado y en la actividad productiva. Y valen no solo porque ahora el sistema parece haber descubierto la vaquillona como un producto cárnico valioso. Los corrales actualmente suelen estar poblados con animales de esta categoría, que están destinados no solo para el mercado interno sino cada vez más para cumplir negocios de exportación, pero al mismo tiempo se suma una firme demanda de vientres para la cría.
5. Todavía persisten algunas aparentes incoherencias en el funcionamiento del mercado: aunque el precio de las vacas preñadas ha aumentado, las vacas gordas para faena siguen siendo igual o más valiosas, lo que no se explica fácilmente si se aspira a aumentar el número de terneros.
Cambios estructurales
Tradicionalmente, y todavía hoy, un alto porcentaje de productores se muestra cauteloso, conservador, en la búsqueda de altas pariciones. No obstante, las condiciones han ido cambiando y los ganaderos van ajustando lenta pero sostenidamente sus manejos a la realidad y perspectivas más favorables que se vislumbran.
Si no ocurre nada raro, la declaración del año próximo debería superar el récord registrado hasta el momento.
La “aversión al riesgo” más que fundada que planea sobre la actividad, no es tanto por los montos que requieren las inversiones necesarias para obtener mayores procreos, sino por el temor de lo que puede pasar con el tiempo climático, que suele provocar fracasos en la base forrajera. Generalmente ocurre (pero no solo) por sequías veraniegas, que afectan al rodeo en el invierno y comprometen hasta la propia sobrevivencia de las categorías más susceptibles, como las vacas preñadas, los terneros y los sobreaños en muda de dientes.
Así es que los productores en los años climáticamente difíciles se conforman con bajos índices de preñez, entre otras cosas porque las vacas falladas se venden o se defienden con menos pasto; es una categoría sufrida, mucho más resistente a condiciones adversas que una vaca preñada. Faltarán terneros en la siguiente parición, pero no morirá demasiado ganado en los campos. Así es que el ganadero se contenta con preñeces de 50 o 60 % de las vacas, y no pretende alcanzar el 80 % que sí logran algunos vecinos, aplicando técnicas y manejos más ambiciosos.
El promedio de terneros que se declaran en junio de cada año rondan el 64 % de las vacas entoradas el año anterior
Pero este reflejo conservador ha perdido sustento en la nueva realidad. Las crisis forrajeras tradicionales se traducían en pronunciadas caídas de precio de los animales, que se ofrecían a la venta habitualmente cuando ya estaban debilitados, faltos de estado. En las crisis, las vacas flacas se pagaban como capones y los terneros como gallinas.
Y esto cambió: hoy se cuenta con técnicas accesibles para sostener y mejorar el estado de los animales, preservando no solo la vida y la salud en el invierno, sino que pueden lograrse mejoras y aumentos de peso con manejos y alimentaciones apropiadas y accesibles.
Para eso están las pasturas reservadas y suplementaciones estratégicas con subproductos agrícolas, actualmente abundantes, y sobre todo, la experiencia y conocimiento por parte de los productores y trabajadores para realizar la tarea, un gran capital que se ha formado en el sector en las últimas dos décadas largas. Las estructuras físicas para dosificar ganados son sencillas, y los equipos necesarios mínimos: la tecnología está al alcance de todos.
Adicionalmente, las empresas proveedoras de suplementos y la logística correspondiente se han desarrollado y cubren la demanda en todo el territorio.
Mercado desarrollado
Con todo, lo principal, lo que realmente representa un cambio notable en las condiciones que forjaron la mentalidad conservadora, es que ahora hay mercado para todas las categorías en todo momento del año. Una vaca flaca a la entrada del invierno, un ternero o sobreaño débil –no moribundo -, encuentran colocación a precios razonables porque en alguna parte del país otro productor cuenta con las condiciones para recuperar el animal y hacerlo productivo, y los mecanismos comerciales se han modernizado y permiten la conexión y la fácil realización del traspaso.
Las habituales mortandades invernales, que ajustaban la carga de la peor manera, no tienen sentido en la actualidad. Algunos casos subsisten, pero más como anécdota que como problema general. Tal cambio pudo apreciarse en la dura sequía del año pasado, que no provocó una mortandad de significación: en el ejercicio finalizado el 30 de junio último no llegó a 260 mil cabezas, a pesar de haber sufrido la sequía del verano de 2018, que hubiera normalmente provocado grandes pérdidas en el invierno de 2019.
En síntesis
Por estas y otras razones, se aprecian condiciones que permiten augurar un mejor futuro para la cría y para la ganadería toda, un sector clave para el país, pero que viene maltrecho, con la gente jugando a la defensiva, en un largo retroceso que tiene chance de frenarse y revertir su tendencia si no se le ponen más piedras en el camino.