Hace dos años, el presidente Donald Trump firmó lo que llamó un “acuerdo comercial histórico” con China, que comprometía a ese país a comprar 200.000 millones de dólares adicionales de exportaciones estadounidenses antes del 31 de diciembre de 2021. Hoy el único aspecto “histórico” indiscutible de ese acuerdo es su fracaso. Una lección es no hacer arreglos que no puedan cumplirse cuando se produzcan acontecimientos imprevistos, en este caso, una pandemia y una recesión. Otra es no olvidar las políticas complementarias necesarias para que un acuerdo tenga posibilidades de éxito. En definitiva, China solo compró el 57% de las exportaciones estadounidenses que se había comprometido a adquirir en el marco del acuerdo, ni siquiera lo suficiente para alcanzar sus niveles de importación de antes de la guerra comercial. Sin embargo, el acuerdo de la “fase uno” de Trump con el presidente chino Xi Jinping no fue un fracaso total, ya que logró detener la espiral de su guerra comercial. Además, varios de los componentes del acuerdo deberían mantenerse, especialmente los compromisos de China de eliminar las barreras técnicas a las exportaciones agrícolas estadounidenses, respetar la propiedad intelectual y abrir su sector de servicios financieros. Pero firmar algo que era problemático, si no poco realista, muestra desde el principio cierto grado de mala fe de ambas partes.
Chad P. Brown, en Peterson Institute for International Economics
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