Festejamos demasiado el hecho de que de aquí a 2026, gracias a Europa, tendremos recursos financieros para modernizar a Italia que ascienden a 205.000 millones. Pero está claro que si tan solo Italia volviera a ser atractiva, existiría mucho más capital dispuesto a fluir hacia nuestro país. Está claro que el lugar en el que debemos centrar nuestra atención son las universidades. ¿Están preparadas para convertirse en un polo de atracción? Aparte de algunas que son excelentes, la respuesta es no. Por una razón muy sencilla. Tienen poca o ninguna relación con el “mundo exterior” a la universidad. Es decir, con los ciudadanos, pero sobre todo con las empresas. Los mejores resultados en materia de investigación se han obtenido en algunos sectores específicos, como los relacionados con la salud. Nuestro país es el cuarto en el mundo en cuanto a publicaciones científicas sobre covid y el primero en Europa. Y no es casualidad que en el campo farmacéutico nuestras empresas sean líderes en la producción y obtención de patentes en Europa. Esto se debe a la proximidad entre la llamada academia, la sociedad y las empresas. Una proximidad que, respetando las competencias de cada ámbito, ha resultado fructífera y ha generado inversiones. Con demasiada frecuencia, en nombre de la independencia abstracta, no se ha trabajado para crear un vínculo estrecho entre los estudios, la investigación, las empresas y los ciudadanos. Esto ha cerrado la puerta a esos vínculos virtuosos entre la vida real, las comunidades y los académicos que son la base del desarrollo en las sociedades dominadas por la economía del conocimiento.
Daniele Manca, Corriere della Sera, Italia
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