Ya lo anticipaba La Mañana en su página editorial del miércoles 16 de febrero, en un artículo titulado “La seca en el norte y las prioridades ambientales”. Allí se alertaba del acuerdo firmado por Uruguay en Glasgow, que comprometió al país a reducir las emisiones de gas metano en 30% antes de 2030, y la escasa información brindada a la ciudadanía sobre las consecuencias que ello podría traer a la producción nacional, arriesgando atar al país “como chinchorro detrás del yate de Bill Gates y su COP26”.
Las consecuencias no se dejaron esperar. En ocasión de la 108ª. Edición de la Expo Durazno que tuvo lugar el fin de semana pasado, las empresas Montes del Plata (forestal) y BPU (frigorífico) anunciaron un acuerdo que permitirá a este último exportar carne al mundo con la etiqueta “carbono neutro”. A primera vista puede parecer un acuerdo comercial más entre dos empresas que buscan agregar valor a su producto. Pero cuando recordamos que en Uruguay el mercado celulósico-forestal es en efecto un duopolio, rápidamente nos percatamos que la entrada de Uruguay en la COP26 impone un peaje más a la exportación de carnes, casualmente, a favor de las poderosas forestales.
A un observador poco atento, le podría parecer que este tipo de acuerdos es resultado del “libre mercado”. Pero no es así. Esto es resultado directo de lo que firmó el Estado uruguayo, de lo contrario este acuerdo no tendría sentido económico para las partes. No es casual que el programa entre las dos empresas haya sido firmado el 15 de diciembre pasado, un mes después de la participación de las autoridades ambientales uruguayas en Glasgow. El problema es que, si la estrategia uruguaya es compensar contaminación ganadera con bonos verdes de la forestación, deja a los primeros en manos de dos gigantes forestales, que hasta ahora no han mostrado un magnánimo comportamiento hacia nuestro país.
Con acuerdos de este tipo estamos regresando a las peores prácticas de la España borbónica, dándoles el sello de “carbono neutro” a dos empresas que configuran un oligopolio, como la Coca-Cola y la Pepsi del mercado de bebidas soda. Eso deja en situación de desventaja a los frigoríficos independientes, lo que constituye un factor más de esa concentración empresarial propiciada por el astoribergarismo. Si la intención era exportar carne con esa denominación de calidad, existían mejores alternativas antes que entregar a la industria frigorífica a las manos del complejo celulósico-forestal. Vaya si no aprenderemos, parecería que los últimos vientos hubieran dejado todas las veletas trancadas mirando a ese norte lapónico idolatrado por los que entregaron este país. Mientras tanto, la ciudadanía sigue esperando los estudios de impacto prometidos por el ministro de Medio Ambiente.
Sigfrido Vaz
TE PUEDE INTERESAR