Sorprendió la crítica del ministro del Interior, Luis Alberto Heber, al debate que se efectuó el martes de la semana anterior entre los senadores Manini Ríos y Andrade. A Heber “no le gustó la forma de interacción” que se produjo. Hubiera preferido algo más combativo, del tipo de debates que se dan en el Parlamento. Claramente Heber añora el Parlamento y la esterilidad de las discusiones que a menudo se producen en un ámbito que lo albergó por 35 años. ¡Todo un récord!
También se desprende que Heber olvidó rápidamente las acaloradas discusiones en el Senado que tuvieron lugar para defender su rol como ministro de Transporte, cargo del cual debió alejarse luego de haber incurrido en notorios errores y falta de conducción. Entre ellos, haber continuado al pie de la letra con el libreto dejado por Víctor Rossi, que nos dejó un tren construido para UPM y pago por el Estado uruguayo, cuyo final es todavía incierto y sus costos totales resultan incuantificables.
Como senador prácticamente vitalicio, podría haber mostrado algo más de empatía ante el camarada de la coalición que le sacó las castañas del fuego en la interpelación. En lugar de emitir un mínimo mensaje de apoyo al socio de la coalición, optó por un comentario menor e igualmente le deseamos al ministro el mayor de los éxitos en su gestión frente a una cartera que tiene uno de los cometidos que más en tuvo en cuenta la ciudadanía a la hora de emitir el voto: disminuir sensiblemente la inseguridad endémica que padece nuestra gente.
Walter J. Pangallo
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