El director adjunto del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue entrevistado por La Mañana y conversó sobre la situación económica de América Latina y en particular de Uruguay a dos años de la irrupción de la pandemia. También se refirió a los principales retos que implican los niveles de endeudamiento y la creciente inflación actual de los países de la región.
En un reciente artículo que escribió junto a Ilan Goldfajn y Anna Ivanova afirmó que las economías de América Latina están perdiendo impulso después de haber repuntado con fuerza el año pasado. ¿Puede profundizar en esto? ¿A qué lo adjudica?
El repunte de 2021 fue un rebote natural luego de la fuerte recesión de 2020, ayudado también por el robusto crecimiento de los principales socios comerciales de la región, la mejora en los precios de las materias primas y las favorables condiciones financieras internacionales. Para el 2022 esperamos un crecimiento de la región de 2,4%, cercano a su crecimiento tendencial. La pérdida de impulso es normal después de un crecimiento de 6,8% en 2021, más aún cuando se espera una ralentización de Estados Unidos y China, y dado que los problemas de suministro de algunos insumos y la pandemia continúan.
Además de estos factores que se aplican a toda la región, los dos países más grandes (Brasil y México) experimentaron una fuerte desaceleración en la segunda mitad del año pasado, lo que produce un efecto estadístico de arrastre que reduce el crecimiento de 2022. Chile y Colombia tuvieron una evolución en el otro sentido, pero en promedio priman los más grandes.
¿Qué desafíos implica para los gobiernos la creciente inflación actual sumada a la desaceleración?
La inflación se disparó en todo el mundo, pero en forma más acelerada en nuestra región. El caso más claro es Brasil, donde la inflación supero el 10% anual hacia fines del 2021. Y si bien una fracción importante de la aceleración se debe a alimentos y energía, la inflación subyacente también se aceleró en los países más grandes y quedó fuera de los rangos objetivo.
Los bancos centrales respondieron en forma bien decidida y subieron las tasas de política monetaria más allá de lo esperado. Esto se debió a que, a pesar de que el impulso inicial se debió a shocks de oferta que podrían ser temporarios, las autoridades monetarias prefirieron asegurarse de que las expectativas de inflación se mantuvieran ancladas y de esta forma preservar la credibilidad que tanto les costó adquirir en las últimas dos décadas. Esta respuesta decisiva busca también evitar efectos de “segunda vuelta” como los asociados a la indexación salarial.
Esta respuesta, a su vez, contrasta con el enfoque adoptado por los bancos centrales de las economías avanzadas. En particular, la Reserva Federal de Estados Unidos ha sido muy cautelosa, a pesar de que la inflación superó el 7%. La Fed entiende que buena parte del impulso inflacionario proviene de factores temporarios del lado de la oferta que eventualmente se irán a revertir. Sin embargo, varios analistas estiman que los estímulos monetarios y fiscales de 2020-21 habrían sido excesivos y que se habrían enfrentado a una oferta rígida, por lo que sería necesario acelerar el aumento de tasas.
¿Cómo ve al Uruguay en este escenario?
Uruguay lleva varios años con una inflación algo elevada y por encima del rango meta, así que está en una situación algo diferente. Por un lado, la recuperación de la demanda y de la actividad económica sugiere que es necesario normalizar el nivel de tasas de política monetaria de forma que dejen de ser menores a las expectativas de inflación. Y esto es lo que el Banco Central del Uruguay ha estado haciendo desde agosto del año pasado, dentro del nuevo marco de política monetaria adoptado en setiembre del 2020. Por otro lado, hay que tener en cuenta el componente inercial que viene dado por los ajustes salariales basados en la inflación pasada, así como otros empujes de costos asociados al precio de la energía.
¿De qué manera la suba de tasas de interés anunciada por la Fed puede afectar a los países emergentes?
La experiencia indica que las subas de tasas de la Fed están asociadas a reversiones de flujos de capitales a mercados emergentes. Desde las subas a principios de los 80, cuando la reversión de las entradas de capitales llevó a la crisis de la deuda, pasando por las subas de 1993 que gatillaron la crisis de tequila, la profesión está alerta a los potenciales efectos negativos de lo que el economista Guillermo Calvo denominó “sudden stops”. Las salidas de capitales llevan a fuertes depreciaciones de las monedas, que impactan negativamente en los niveles de actividad y empleo.
Sería muy aventurado decir que esta vez será diferente. Sin embargo, existen algunos atenuantes. Por un lado, la Fed ha estado anunciando la próxima normalización de tasas y de su hoja de balance por mucho tiempo, de forma que las subas efectivas no deberían tomar a los mercados por sorpresa. Por otro, los países de la región han aprendido las lecciones de la experiencia y han reducido sus exposiciones y vulnerabilidades a la esperada normalización. De las cinco economías más grandes de la región (excluyendo Argentina), esto es, Brasil, Colombia, Chile, Perú y México, todas tienen niveles elevados de reservas internacionales y las cuatro últimas cuentan además con líneas de crédito contingentes del FMI –que serían, junto con la flotación del tipo de cambio, las primeras líneas de defensa frente a salidas abruptas de capitales–. Además, los déficits externos de estos países están a niveles históricamente bajos.
De todas formas, la elevada incertidumbre a nivel global y regional, y otros peligros como los geopolíticos, podrían neutralizar estos atenuantes y crear un escenario de riesgos económicos no triviales.
¿Cómo se encuentra hoy el endeudamiento en estos países? ¿Cuáles son los riesgos a nivel general?
La pandemia requirió de un fuerte apoyo del sector público con el resultado de mayores déficits y su financiamiento con deuda pública. Y el sector privado también debió incurrir en mayor endeudamiento para enfrentar esta circunstancia sanitaria.
La deuda pública en toda la región subió en promedio algo menos de 10% del PBI en el 2020, pero esa suba se revirtió parcialmente en el 2021 por el rebote de la actividad y las bajas tasas de interés. Sin embargo, el panorama hacia adelante no es muy promisorio, por la evolución esperada de esas dos variables claves para el ratio de deuda: tasas de interés (al alza) y crecimiento (a la baja); y con niveles más elevados de deuda. Esto quiere decir que a medida que la recuperación se afirme habrá que retirar aquellos apoyos asociados a la pandemia e implementar programas que prioricen gastos e impuestos.
¿Cómo se pueden superar los efectos de la pandemia? ¿Cuáles son los principales retos en ese sentido?
Tal como lo documentamos en nuestras Perspectivas Regionales de 2021, la región sufrió la mayor pérdida de semanas de educación de todo el mundo. Es imperativo entonces hacer todos los esfuerzos posibles para recuperar ese terreno perdido. Sería importante también que países donde el acceso a salud y educación es muy bajo, así como los que tienen redes de seguro social de cobertura baja, aprovechen los apoyos brindados durante la pandemia para establecer programas focalizados más permanentes –y que puedan extenderse en la eventualidad de futuras pandemias–.
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