Por todo el mundo, la gente espera que las políticas de los banqueros centrales con formación en economía tengan una base científica sólida. Pero, en realidad, los objetivos de inflación son un acto de fe sin base teórica ni empírica. Hoy día el objetivo de inflación de 2% es prácticamente una “religión económica”. El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, señaló que se había convertido en una “norma mundial”. En 1989, Nueva Zelanda fue el primer país en adoptar un objetivo de inflación del 2%. Pero Don Brash, entonces gobernador del Banco de la Reserva de Nueva Zelanda (RBNZ), reconoció que “la cifra fue sacada de la manga”. Desde ese momento, destacados economistas –algunos de los cuales han sido altos funcionarios de las principales instituciones financieras y bancos centrales internacionales– estudiaron series temporales extendidas en muchos países. Sin embargo, ninguno pudo hallar pruebas sólidas que justificaran un umbral de inflación de un solo dígito a partir del cual la misma pudiera afectar negativamente al crecimiento económico.
Por ejemplo, Stanley Fischer concluyó que “por muy débiles que sean las pruebas, se puede extraer una conclusión firme: la inflación no es buena para el crecimiento a largo plazo”. Y Robert Barro afirmó que “la magnitud de los efectos [negativos] no es tan grande, pero es más que suficiente para justificar un gran interés en la estabilidad de los precios”. Sus partidarios afirman que la inflación se ha mantenido baja como resultado de implementar objetivos de inflación. Pero otros ofrecen explicaciones alternativas para lo que se conoce como la Gran Moderación. Sostienen en cambio que el mantra de la “talla única” ha cerrado la puerta a estrategias alternativas en procura de un crecimiento sólido, sostenible e inclusivo.
Los objetivos de inflación pueden ser perjudiciales, sobre todo porque las autoridades monetarias tienen poco control sobre las causas externas de la inflación. Las presiones inflacionarias actuales se deben en gran medida al aumento de los precios internacionales de los alimentos y los combustibles. El establecimiento de objetivos también perjudica a la economía cuando la inflación está causada por perturbaciones de la oferta, como interrupciones de la producción y la distribución, por ejemplo, debido a cierres relacionados con pandemias u otras restricciones. El aumento de los tipos de interés o el endurecimiento monetario para alcanzar los objetivos cuando la inflación se debe en gran medida a choques externos o de oferta agravará la carga de la deuda de los hogares, las empresas y los gobiernos, reduciendo así las perspectivas de crecimiento económico y de empleo.
Anis Chowdhury (Universidad de Western Sydney y Universidad de New South Wales, Australia) y Jomo Kwame Sundaram (exsecretario general asistente de ONU para desarrollo económico), en Naked Capitalism
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