Cuando el Gral. Oscar D. Gestido asumió la presidencia el 1 de marzo de 1967, el país se encontraba entre dos fuegos. Por un lado, se hacía cada vez más visible la irrupción en la sociedad de una insurrección armada que, dirigida desde el extranjero, pretendía derrumbar una democracia que era ejemplo en el mundo. Precisamente en agosto de ese mismo año, en La Habana se había encendido la opción por un foco ígneo que demostró ser la Conferencia de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad). Nuestro país venía acostumbrándose a una incómoda convivencia con la sangre y, ante la paralización del sistema político, cada vez más civiles, militares y policías amanecían condecorados por las balas. Por otro lado, los años de experimentos neoliberales habían dejado a la economía del país seriamente comprometida y al Estado sin acceso a financiamiento. Eso condujo a un brote inflacionario que empezó rápidamente a erosionar salarios y jubilaciones. Ese año la inflación llegó a alcanzar 160%.
Un hombre muy responsable, Gestido vivía la situación con extrema preocupación, consciente de que la inestabilidad conduciría trágicamente a la pérdida de credibilidad del gobierno frente a la ciudadanía. En medio de dos fuegos, su salud no logró resistir y el 6 de diciembre del mismo año, a nueve meses de asumir, moría Gestido.
Es así que, por uno de esos caprichos del destino, Jorge Pacheco Areco terminaría asumiendo la conducción del país en uno de los momentos más complejos de nuestra historia. Sin guantes, pero con la Constitución en mano, Pacheco emprendió sin titubear el combate a la subversión. Objetivo militar número uno del MLN, Pacheco no se dejaba presionar, mucho menos intimidar. Un estadista con mayúsculas que hizo gala de su firmeza frente a la presión de Estados Unidos cuando, en respuesta al asesinato de Dan Mitrione, el presidente Nixon hizo llegar su reclamo de tomar represalias con Raúl Sendic, líder del movimiento guerrillero que se encontraba preso. “Hágale saber a su presidente que esto no es una república bananera, este es un país soberano”, espetó Pacheco al emisario del Departamento de Estado que había transmitido el mensaje de Nixon. Una lección para aquellos que se dejan presionar por los petimetres de la OCDE, la OMS o la COP26…
Pacheco se mostró igual de firme en su combate a la inflación, en la plena convicción que el país no podía permitirse semejante erosión de los ingresos de la población, mientras el gobierno se resistía al designio de la OLAS de minar las instituciones, sofocando eficientemente el foco de la insurrección. El instrumento elegido fue la Comisión de Productividad, Precios e Ingresos (Coprin), organismo creado el 16 de diciembre de 1968 con la finalidad de llevar adelante las medidas necesarias para frenar la inflación y evitar que la población continuara sufriendo fuertes pérdidas en su poder de compra, fenómeno que inevitablemente hubiera derivado en una concentración de ingresos que potenciaría las actividades subversivas.
Esto ocurrió hace más de medio siglo. Ante situaciones extraordinarias, los gobiernos de la época supieron reaccionar con medidas concretas, consiguiendo frenar el dañino impulso inflacionario que había dado lugar a todo tipo de especulaciones en perjuicio de la población. Como toda medida, los controles trajeron también sus efectos secundarios adversos. Pero el país logró salir de la emergencia, Pacheco condujo apropiadamente a la Nación hasta que el 1º de marzo de 1972, donde asumió el nuevo gobierno sufragado en elecciones ejemplares.
Hoy nuestro país se encuentra frente a una situación compleja. Por un lado, la pandemia indujo un sustancial aumento en el precio de los commodities, lo que benefició a la actividad agroindustrial. Esto permitió poner un piso a la caída en el nivel de actividad, lo que deja al país en una situación ventajosa para encarar la recuperación. Sin embargo, el aumento de precios representa un desafío para aquella parte importante de la población que no se beneficia directamente del crecimiento en las exportaciones agroindustriales y que enfrenta alzas sustanciales en precios relevantes de la canasta básica. Sin entrar en la polémica de si el salario real subió o no en las estadísticas, a esta altura es evidente que los asalariados tienen menor poder de compra que hace dos años. Basta observar la cuenta del supermercado.
Es claro que esto es principalmente el resultado de factores externos, del mismo modo que el aumento en las exportaciones. También es claro que esta situación no es en ningún modo responsabilidad del gobierno actual, que recibió un Estado fuertemente comprometido en sus indicadores macroeconómicos. Pero lo que sí va resultando cada vez más evidente es que el libre juego de las fuerzas del mercado parecería no alcanzar en esta instancia para reequilibrar una situación compleja. Salvo, claro está, que creamos, como el BCU, que esto se arregla simplemente subiendo las tasas de interés en pesos. Lo único que resultará de ello es continuar con la práctica astoribergarista de transferir rentas desde el Estado a especuladores, en un intento “vudú” de frenar una inflación que poco tiene que ver con factores monetarios domésticos.
Pacheco no solo logró vencer a la guerrilla. Con el apoyo invalorable del Dr. César Charlone, logró también estabilizar la economía. Valga un recuerdo de la ciudadanía a ese fiel sucesor de ese gran criollo que fue el Gral. José Gervasio Artigas.
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