“En diversas oportunidades hemos señalado que el remedio para esta crisis se encontrará difícilmente si se prescinde de la acción colectiva de las naciones o grupos de naciones. Las medicinas individuales y entre ellas la más socorrida del proteccionismo nacional, solo contribuyen a agravar el malestar”.
Conferencia del Imperio Británico, en la que los jefes de gobierno de Gran Bretaña, Canadá, Sudafrica, Australia y Nueva Zelanda discutieron las formas de afrontar la depresión económica que abatía la industria, disminuía el comercio y dificultaba el bienestar social, publicado en La Mañana el 1 de octubre de 1930.
“Porque la depresión sea mundial, no debemos esperar el restablecimiento del resto del mundo y podemos restablecernos muy ampliamente, con independencia de los otros”.
Palabras pronunciadas por el Presidente Hoover, en su discurso en la Convención de la Asociación de Banqueros de la Unión, publicado en La Mañana el 3 de octubre de 1930.
Oswald Spengler, en su obra “La decadencia de Occidente” publicada por primera vez en 1918, afirma que para comprender los procesos históricos es fundamental ver los símbolos que operan a través de los hechos temporales, y de ese modo es posible contemplar ciertas repeticiones o analogías en la historia. Así, ante la situación actual pospandemia, donde la economía europea quedó realmente golpeada, y ante la inminencia de los efectos adversos que comienzan a sentirse por la guerra entre Rusia y Ucrania, podemos ver ciertas similitudes con la situación vivida tras la Primera Guerra Mundial, en lo que concierne al endeudamiento de las economías nacionales y una consecuente pérdida de soberanía de las mismas ante los órganos internacionales de crédito y de seguridad. Siendo de ese modo: guerra(1), deuda y crisis, símbolos mediante los cuales el concepto de nación se fue desdibujado, en pos de un orden supranacional.
De ese modo, si analizáramos ciertos hechos puntuales como la Primera Guerra Mundial (1914-1919), la Revolución Rusa (1917) que implicó a los propios rusos quedar al margen de Occidente y por ende a ocupar periférico en la economía europea, y el Tratado de Versalles (1919) en el que se declaró a Alemania culpable de la guerra, y a la que se le impuso pagar una altísima indemnización en reparaciones que debía ser afrontada mediante dos planes, el plan Dowes de 1925 y el plan Young de 1929 que resultarían completamente ineficaces, fueron condiciones determinantes para conducir a Europa a una inestabilidad en términos de la paz recién alcanzada, y a un aumento de la disconformidad social de la población afectada por la crisis económica, sobre todo en Alemania, Italia, Gran Bretaña, Brasil como grandes focos.
Esto generó una polarización en materia política donde los grupos políticos radicalizados fueron en aumento. Ante esa situación disfuncional provocada por el Crack de octubre de 1929, Europa y Norteamérica cayeron en una de las peores crisis de la historia que se conoció como la Gran Depresión, que termino arrastrando a todo el resto del mundo.
Depresión económica
Publicaba La Mañana el 2 de octubre de 1930 en noticias internacionales: “Ginebra. La Asamblea de la Liga de las Naciones llamó la atención sobre la gravedad de la depresión económica que actualmente prevalece en todo el mundo”, y también se publicaba en la misma fecha, “Especial de Austral. El corresponsal de New York Times dice que la existencia de una profunda y generalizada crisis agrícola en Francia ha sido admitida por el ministro de Agricultura francés, M. David, quien declaró que el gobierno considera comprensivos los aumentos a los productos agrícolas con el objeto de proteger a los agricultores franceses. Agregó que una de las causas de la crisis es la competencia de países extranjeros, especialmente de Rusia que compiten en los mercados franceses con precios más bajos”.
La crisis económica de 1929 tuvo efectos prolongados y de alcance global por casi una década, afectando en primer lugar a la banca norteamericana que le otorgaba créditos a Alemania para hacer frente al déficit provocado por las deudas de guerra, y a la industria de los países desarrollados que ante la carencia de mercados buscaron inútilmente en el proteccionismo salvaguardar las industrias nacionales, debiendo en muchos casos parar la producción, provocando enormes índices de desempleo.
Ante esta situación, y por primera vez en la historia, comenzaron a planificarse soluciones de carácter global que no pudieron hacerse efectivas hasta que la guerra verdaderamente terminase. Algunos historiadores, como Eric Hobsbawm, vieron una “gran y única guerra” donde habían participado casi los mismos actores, cuyo inicio fue en 1914 y, tras una prolongada tregua, tuvo su término en 1945 con la derrota total de Alemania. Para entonces Europa estaba destruida y endeudada.
El Tratado de Bretton Woods de 1944 podría ser visto entonces como el punto de partida de una nueva etapa histórica: la globalización económica. Pero esta globalización fue promovida bajo las reglas de la banca norteamericana que se opuso a las propuestas británicas de Manyard Keynes. En definitiva, en este tratado se formaron las bases de la creación del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y se acordó romper con el proteccionismo imperante desde 1914 adoptando una política librecambista, teniendo al dólar como moneda de referencia, programándose una serie de acuerdos arancelarios y aduaneros como el GATT hasta el nacimiento de la OMC.
Ahora bien, el mundo nacido a partir de 1945 era un mundo que no toleraría otra guerra en Europa y se establecieron los fundamentos de esa paz a través de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y luego de la Unión Europea.
¿Es necesario involucrarnos todos en una guerra entre dos países? La situación actual amerita volver a pensar acerca de los fundamentos de nuestras sociedades en lo que concierne al peso de la ciudadanía dentro de este nuevo orden global que acentúa cada vez más su presencia, y es capaz de incidir sobre las diversas poblaciones del orbe a través de símbolos como: deuda, guerra y crisis.
(1) En la Edad Media se consideraba que la guerra y la peste venían juntas.
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