Del 2 al 5 de mayo Uruguay será sede por primera vez de la Conferencia anual por el Día Mundial de la Libertad de Prensa, la principal organizada por Unesco. El ministro Pablo Da Silveira dialogó con La Mañana sobre las instancias y temas que marcarán la agenda del evento que convocará a autoridades y expertos de todo el mundo.
Es la primera vez que Uruguay va a alojar esta conferencia anual en el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa. Para entender la magnitud del evento, ¿qué características tiene?
Esta es la actividad internacional más grande que hace Unesco, coincidiendo con el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Es una reunión que mueve mucha gente, en el mundo prepandemia normalmente iban entre 2 y 3 mil invitados extranjeros, en la última en África ya en pandemia en formato híbrido bajó el número. Nosotros aspiramos a acercarnos a los números históricos. Incluimos a toda la plana mayor de Unesco, altos funcionarios de gobierno, con frecuencia hasta jefes de gobierno y estado, también esperamos que vengan varios premios Nobel porque los dos últimos Nobel de la Paz son periodistas.
Además de eso, es una reunión que genera mucho impacto en los medios porque una parte importante de los asistentes son periodistas, dueños de medios, integrantes de asociaciones de medios, ONGs que trabajan el tema libertad de expresión y académicos que se ocupan de estos temas. Hace una década que no se hacía en América Latina, la última vez había sido en Costa Rica. Uruguay se postuló como posible sede y lo que nos da mucha satisfacción es que desde el primer momento la candidatura fue muy bien recibida en Unesco porque consideran que sobre libertad de expresión y de prensa en América Latina qué mejor lugar que Uruguay.
¿Cómo se prepara nuestro país para recibir la conferencia?
Hay un desafío logístico muy grande, pero además una agenda de actividades importante, con una agenda central y una serie de eventos laterales y simultáneos. Vienen expositores y panelistas de todo el mundo, de todos los continentes. Uruguay en calidad de anfitrión participa junto a las autoridades de Unesco en la elaboración de esa agenda, en la selección de panelistas y expositores invitados, entonces estamos en ese proceso que es muy lindo, convencidos que va a salir una cosa muy linda.
El lema escogido es “El periodismo bajo el asedio digital”. ¿Cuáles son los aportes uruguayos a la agenda temática y de los debates?
Un énfasis que pusimos nosotros como organizadores es que queremos que estén todos: los dueños de medios y las ONGs que son críticas en relación a cómo funcionan los medios, los representantes de las grandes plataformas de información vía Internet y los que critican esas plataformas duramente, los académicos que están a favor de la corrección política o la cultura de la cancelación y los que están en contra… Seguramente eso puede conducir a algunas conversaciones difíciles, pero las conversaciones difíciles son las productivas. Las fáciles, entre personas que piensan todas lo mismo, no suelen agregar nada.
Luego sí está ese título general, la definición del lema que trata de abarcar toda la pluralidad de desafíos que lo digital está planteando al periodismo tal como lo conocemos. El riesgo que existe hoy evidentemente de que gobiernos no democráticos se sirvan de útiles tecnológicos para restringir la libertad de expresión y la libertad de prensa. Pero también los riesgos que trae el oligopolio internacional de grandes plataformas que no solo están desplazando a otras fuentes de información sino que están asumiendo tareas que antes asumían los gobiernos, por ejemplo, decidir a quién se le cierra una cuenta de Twitter. Esa clase de temas normalmente lo manejaron los gobiernos, y en democracia los gobiernos bajo control parlamentario. Twitter cerró la cuenta del presidente Trump, pero dejó abierta la de Maduro. ¿Cuál es el espacio institucional para discutir los criterios y si eso está bien o mal?
Es parte de los problemas que están sobre la mesa, pero también hay otros, por ejemplo, los de financiamiento, porque hay una fuga grande de dinero que antes llegaba a los medios vía publicidad y que hoy se está canalizando hacia las redes sociales y grandes plataformas. ¿Cómo se puede hacer para proteger a los medios tradicionales y de implantación local al mismo tiempo que no se atente contra la libertad de expresión? Estamos enfrentados a una nueva generación de problemas, que era inimaginables hace 25 años, complejos y nada fáciles de resolver, pero tenemos que encontrar los espacios para discutirlos y encontrar soluciones, construir consensos y definir nuevos roles.
Uruguay está muy bien considerado a nivel internacional en el ranking de libertad de prensa, aunque en el mundo hay múltiples casos de censura, amenazas o asesinato de periodistas. ¿Cómo analiza la realidad actual en nuestro país?
Uruguay está muy bien posicionado en los rankings, tiene una excelente imagen internacional en la materia y creo que está justificado. Efectivamente hay problemas que son cotidianos en otros países, que para nosotros son absolutamente inimaginables y ojalá lo sigan siendo. Basta mirar la prensa uruguaya cada día para ver que todos los puntos de vista están presentes y que también aquí tomamos con mucha naturalidad algo que en el mundo es poco frecuente como que una persona o medio critique duramente al gobierno y dormir tranquilo esa noche porque no le va a pasar nada. Eso no quiere decir que no tengamos problemas o tengamos que estar atentos. Siempre puede haber episodios puntuales que se alejen de la norma en el país y eso hay que cuidarlo.
Luego sí tenemos un problema como el del debilitamiento económico de los medios, la incertidumbre respecto de la continuidad de los medios y el futuro de la profesión periodística. Las redacciones se reducen, la cantidad de medios también. Si uno compara la cantidad de medios que hay hoy en Uruguay vendiendo ejemplares con los que había en los años ’80, la diferencia es sideral.
También hay problemas con la propia redefinición de la profesión periodística, porque a veces se ve a medios o periodistas que apuestan a la velocidad, en un mundo cada vez más acelerado. Y es muy probable que ese sea un camino que conduzca al fracaso porque es imposible competir en velocidad con unas redes sociales donde hay miles posteando o inventando cosas. En cambio, sigue habiendo un espacio donde tal vez el periodismo tenga que orientarse en el futuro que es la curadoría de la información, la verificación de hechos, la contextualización. Estamos bajo un bombardeo de datos, pero solos no son interpretables.
¿Qué más hay que saber sobre la organización del evento?
El 2, 3 y 4 de mayo hasta el mediodía se va a sesionar en el Centro de Convenciones de Punta del Este. El 4 de tarde se traslada la actividad hacia Montevideo y esa noche va a haber una función de gala de la Orquesta Sinfónica del Sodre y el Ballet Nacional para los participantes. El 5 de mañana la actividad se hace en Colonia del Sacramento y va a incluir entre otras cosas un espectáculo de música folclórica y tango en la Plaza de Toros Real de San Carlos.
La cultura del debate público y las libertades
“Debemos tener una cultura de debate público civilizado, que distingue entre las maneras de discutir aceptables y las que no lo son. Me preocupa mucho sobre la campaña que recién terminó del referéndum que hemos tenido un debate público de mala calidad, discutiendo poco en serio sobre los temas sustantivos y porque se ha abusado, en un grado que nunca vi antes, de la mentira sistemática, de la descalificación. Y eso habla que nuestra cultura de debate público está dando muestras de fragilidad. Entonces esto también es parte de la lucha por conservar las libertades de expresión y de prensa. Si una sociedad no tiene esa cultura de debate sano, a la larga esas libertades colapsan”, expresó Da Silveira.
“No es solo cuestión de que los gobiernos no censuren o de que la justicia no ponga en peligro la protección de las fuentes -aunque ambas cosas son importantísimas-, pero además es necesario que cada uno de nosotros, sobre todo si participamos del debate público, sepamos que somos herederos y transmisores de una cultura de debate, esencial para la democracia y que tenemos la responsabilidad de no deteriorarla”, agregó el ministro.
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