En vísperas de estas elecciones, todos los uruguayos – aun los más apáticos en definir su preferencia electoral- están convencidos del clima enrarecido que estamos viviendo.
Es evidente que con un cambio de gobierno se juegan muchas cosas y se crean muchas expectativas. No solo es una amenaza para el arrecife de los intereses creados que se consolidó en 15 años de gobiernos del mismo signo, sino también preocupa a las expectativas que rápidamente comienza a generar un muy posible cambio. No deja de alarmarnos el grado de confusión a que se somete al electorado que constituye la esencia de la Democracia. Y esto ocurre en un país pequeño, donde somos pocos y todos nos conocemos.
Sin ánimo de buscar culpables, ¿quiénes serían los responsables de esta atmósfera tan sobrecargada de tensión? Aún reconociendo el rol que juegan las redes sociales, hay que señalar que los medios de prensa tradicionales juegan una partida fundamental que puede contribuir a esclarecer o confundir a la opinión pública. Más allá de contribuir a la identificación de soluciones concretas a los problemas que aquejan a nuestra ciudadanía, se empecinan en imprimir una carga ideológica que lejos de unir, contribuye a la disociación. ¡Y pensar que creíamos que con la caída del muro se habían terminado aquellas falsas oposiciones!
En esta instancia tan importante para nuestro país, los medios formales tienen una responsabilidad, que trasciende el montaje de escenarios, la fabricación de debates, foros y tertulias de sociólogos. En un mundo que nos obliga a depositar toda nuestra información privada en manos del Estado y de empresas privadas no sujetas al control de las instituciones nacionales, llama la atención que nadie se cuestione quién controla y quién financia a muchos de estos medios, que son notoriamente deficitarios.
Los episodios recientes de incautación de drogas en nuestro territorio reafirman lo que nosotros venimos denunciando desde hace meses, y es que Uruguay está en vías de convertirse en un narcoestado.
En una semana la policía incautó casi 400 kilos de cocaína tras allanamientos en Pocitos y Carrasco, 900 kilos de marihuana provenientes de Paraguay que cruzaban Rio Branco, y en Tenerife (España) desarticularon una organización criminal que introducía droga desde Uruguay.
En un mundo que es una intimidad y que todo se confabula para degradar la raíz biológica del ser humano (ya no apelamos a la ética), cuánto aportaría que de los grandes medios de comunicación contribuyeran a recuperar los valores perdidos, sobre todo en las nuevas generaciones, para recuperar las certidumbres perdidas. La historia demuestra que aquellas instituciones que no contribuyen al desarrollo del hombre terminan desapareciendo.
Existe un marco jurídico uruguayo que regula a los medios y que justamente fue diseñado por el legislador para garantizar transparencia en una industria que es considerada como el cuarto poder. En medio de tanto debate y escenografía, ha llegado la hora que la ciudadanía disfrute de una verdadera discusión sobre el rol del cuarto poder.