La función de las mujereses «agradarnos, sernos de utilidad, hacernos amarlas y estimarlas, educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos de adultos, aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables», decía Rousseau en su Emilio, escrito en 1762. Un machista, sin duda.
Por supuesto que Jean Jacques no había inventado nada. Ya los antiguos sabían por la Biblia que la mujer procede de la costilla del hombre, y aunque la intención sea expresar que ambos comparten una misma naturaleza, muchas veces se entendió a la mujer como un derivado que debía encargarse de las «tareas propias de su sexo».
Doscientos años después Zitarrosa cantaba: A la mujer cuando es buena/ No hay plata con qué pagarle,/ Pero cuando sale mala,/ No hay palo con qué pegarle. Otro machista que supongo estará interdicto en los tiempos actuales.
Los movimientos feministas –que son organizados por mujeres y hombres– han obtenido reivindicaciones significativas y el papel de la mujer ya no responde a las ideas de Rousseau. Ni a las de Zitarrosa, suponiendo que creyera en lo que cantaba…
En ambos casos se trata de la mirada masculina. Ha habido una evolución, aparentemente acelerada en estos últimos cincuenta años, que ha ocasionado un cambio de paradigma. También es cierto que hay distintos tipos de feminismo.
Hace cincuenta años apareció una feminista sui generis que en su momento causó un fuerte impacto. Es la visión que sustenta en su libro Esther Margareta Katzen, una escritora, socióloga, psicóloga y médica nacida en Buenos Aires en 1935. Editado en 1971, ese fue el primero de sus libros y el único que leí. El interés del texto –que plantea un problema para el que no encuentra solución– significa un giro copernicano en el análisis del tema. En realidad, se trató de una bomba editorial de varios megatones que le significaron a la autora no solo un dolor de cabeza, sino de varias otras partes del cuerpo. En efecto, fue agredida en el baño de la biblioteca pública de Múnich por cuatro mujeres que le propinaron una dura golpiza. Y, por supuesto, cancelada, aunque vendió millones de ejemplares.
Un mundo raro
Si usted leyó el libro ya habrá identificado a la autora. Si no lo hizo, me permito transcribir –al solo efecto informativo– algunos conceptos de este polémico trabajo. Releyéndolo pensaba: si lo hubiera leído el malogrado Betinotti…, de quien mi madre me cantaba aquellos versos que su madre le había enseñado a ella: pobre mi madre querida, / cuántos disgustos le he dado, y que también fue autor de Como quiere la madre a sus hijos. Porqueesta autora le da vuelta el mundo conocido. Empezando porque las mujeres son las explotadoras y los hombres sus esclavos. Asunto que algunos letristas de tangos parecen haber intuido, aunque sin descender a la sima en que bucea esta señora.
En fin… Si está preparado/a aquí van, y es textual:
«No más tarde de los doce años –edad a la cual la mayoría de las mujeres ha decidido ya emprender la carrera de prostituta (o sea, la carrera que consiste en hacer que un hombre trabaje para ella a cambio de poner intermitentemente a su disposición, como contraprestación, la vagina), la mujer deja de desarrollar la inteligencia y el espíritu.
La mujer puede elegir entre la forma de vida de un varón y la forma de vida de una criatura de lujo tonta y parasitaria. Casi todas ellas optan por la segunda. En el mundo de las mujeres no cuentan más que las mujeres. Para eso vive: por el respeto y la admiración, por el “amor” de las demás mujeres.
Una mujer nunca querrá impresionar a un varón más que en la medida necesaria para que se quede con ella y la alimente (desde luego que en el sentido más amplio de esa palabra). Todo lo que, por encima de eso, invierte en sí misma apunta a las demás mujeres.
La fidelidad de la mujer no tiene en principio nada en común con la fidelidad de un hombre. Cuando una mujer flirtea con el mejor amigo de su hombre, no desea, sin lugar a dudas, más que irritar a la mujer de éste, no a su propio marido, pues lo único que le importa son los sentimientos de aquella otra mujer.
Si se lo pudieran permitir económicamente, las mujeres convivirían sin duda con otras mujeres antes que con varones. Y no porque todas ellas sean lésbicas. Lo que pasa es que los dos sexos no tienen prácticamente ningún interés en común. ¿Qué, pues, mantiene a las mujeres junto a los varones, si no el dinero?
El ideal supremo de la mujer –vivir sin trabajar y sin responsabilidades– coincide con el del niño, la mujer imita al niño.
Las mujeres se enriquecen constantemente mediante un sistema primitivo, pero eficaz, de explotación directa: boda, divorcio, herencia, seguro de viudedad, subsidio de vejez y seguro de vida.
La mujer se reduce absolutamente a una vagina, dos pechos y un par de fichas perforadas con las que pronuncia estúpidas frases hechas. Son conglomerados de materia, embutidos de tripa humana que se fingen seres pensantes.
Con la inteligencia, la imaginación-y la capacidad de, alcanzar objetivos que es propia de los varones, podrían construir en pocos días un nuevo aparato, una especie de máquina ginecomorfa que les ofreciera un sucedáneo equivalente de la mujer.
La doma
El hecho de que el varón esté acostumbrado desde el principio a tener cerca de sí una mujer, a sentir como “normal” su presencia, lo consigue amaestrándole desde el primer año de vida de acuerdo con la escala de valores propia de ella. Tiene tanto éxito en este proceso de doma que al final el varón identifica todo valor con la utilidad para la mujer.
La doma de la niña termina en cuanto que ha aprendido las reglas de la higiene: en ese momento … la niña es educada para explotadora y el muchacho para objeto de explotación.
También la niña necesita elogio, pero no lo recibe sino por su identificación con el papel de mujer, más tarde querrá a toda costa ser “femenina”. Por eso la instancia decisiva para ella serán siempre mujeres, y nunca varones, pues sólo las mujeres pueden juzgar de si representa bien o mal el papel de mujer.
Dice la Biblia que Eva fue hecha con una costilla de Adán, o sea, que es una copia de éste y menos valiosa que él. Se trata de un ejemplo típico de doma del varón por auto-humillación de la mujer.
Una mujer no es capaz de un sentimiento tan grande como sería el puro amor a los niños. Casi ninguna mujer se ocupa de los niños de los demás, sino sólo de los suyos. Una mujer no adopta un hijo de otra más que cuando, por razones médicas, no puede tener los propios… prefieren meter en casa un perro o un gato que un huerfanito abandonado. Es difícil revelar que las mujeres no quieren a los niños y no hacen más que abusar de ellos para sus fines… que son la consecución del aura de indefensión que le permitirá vivir mediante un trabajo ligero y sin jefes.
La mujer expresa, por término medio, su última idea propia a los cinco años, y luego, bajo la dirección de una madre ya completamente cretinizada, se esfuerza por frenar toda forma de desarrollo de su inteligencia».
Esther Vilar, El varón domado
Por algo esas cuatro infantes del Apocalipsis la agarraron en el baño…
Esta autora le da vuelta el mundo conocido: Empezando porque las mujeres son las explotadoras y los hombres sus esclavos
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