Las sanciones impuestas a Rusia demuestran la vulnerabilidad de aún los países más poderosos frente a una arquitectura financiera global dominada por los gobiernos del G-7. La consecuencia natural será la búsqueda de mecanismos alternativos para salvaguardar reservas y efectuar pagos internacionales.
En un artículo reciente hice una referencia pasajera a las posibles consecuencias a largo plazo de las extraordinarias medidas ejercidas por los países miembros de la OTAN en materia comercial y financiera con el fin de ejercer presión contra Rusia en su enfrentamiento con Ucrania.
El comentario iba en el sentido de que –si bien las medidas podrían ser muy efectivas en su objetivo puntual de debilitar el esfuerzo bélico y el nivel de actividad económica del país agresor– su impacto a largo plazo seguramente debilitaría la arquitectura financiera internacional construida cuidadosamente desde la posguerra del 45 e impulsaría su segmentación en áreas geopolíticas.
Claramente un sistema que no ofrece a todos sus participantes garantías plenas de libre disponibilidad de activos internacionales y acceso a medios de pagos transfronterizos inevitablemente cederá espacio a la creación y expansión de sistemas paralelos. No sólo para los países excluidos o bloqueados, sino también para países neutrales que mantengan lazos comerciales con ellos. Existen ya alternativas en estado embrionario, tanto de corte tradicional como digital.
¿Cuál es el problema?
No es un tema ideológico ni geopolítico, sino eminentemente práctico. Luego de la crisis financiera asiática (1997) muchos de los países afectados quedaron muy desconformes con la actuación del Fondo Monetario Internacional (FMI) en cuanto a su intervención y recomendaciones. Su reacción fue descartar al FMI como fuente futura de apoyo, recurriendo en cambio a una política de “auto asegurarse” mediante la acumulación de reservas internacionales como colchón ante choques imprevistos.
Generalmente estas reservas se colocan en activos financieros (principalmente bonos soberanos) para generar un rendimiento. Es usual utilizar con este propósito la banca comercial y aun la banca central de los principales países de occidente. Pero dichas instituciones responden naturalmente a instrucciones de sus respectivos gobiernos. Un país que caiga en la “lista negra” podrá encontrarse con sus activos congelados y por orden oficial no podrá acceder a ellos.
El segundo aspecto crítico es la falta de acceso al sistema de pagos transfronterizos, esencial para el comercio internacional. Pagar las importaciones y cobrar las exportaciones se vuelve una operativa extremadamente compleja, máxime cuando su acceso al mercado cambiario global también queda vedado. Cabe notar que el 40% del comercio mundial y el 60% de los flujos de capitales están denominados en dólares.
Mientras esto suceda en los casos de Irán o Corea del Norte, la reacción del sistema es mínima. Pero cuando se trata de Rusia, otro es el cantar. Con el 65% de sus cuantiosas reservas fuera de su alcance, su margen de maniobra se ve seriamente acotada. Otros países como China sacarán rápidamente sus conclusiones en cuanto a la necesidad de mecanismos paralelos, pero los gobiernos del mundo entero deben estar pensando en la conveniencia de diversificar su cartera de activos.
La primacía del dólar
Si bien la emergencia de bloques con mecanismos paralelos de reservas y pagos puede impactar la importancia del dólar como moneda preponderante en el mundo, los anuncios de su decadencia son aún prematuros. La sustitución de la moneda internacional de reserva es un proceso lento que se mide en décadas. Luego de un siglo de primacía global, la libra esterlina comenzó su declive con el inicio de la primera guerra mundial (1914) y culminó su sustitución por el dólar al finalizar la segunda (1945). El broche final fue la declaración de inconvertibilidad de los saldos en libras esterlinas acumulados por proveedores en la City de Londres durante los años de guerra. Fue el costo de vencer a Hitler.
Ante la imposibilidad de convertir dichos saldos en oro, se limitó su uso al pago de importaciones desde el Reino Unido y otros miembros de la zona esterlina (en general, miembros de la mancomunidad británica). Asimismo, se autorizaba el uso de los fondos bloqueados para adquirir activos fijos externos de propiedad británica, como ser las compañías de ferrocarriles en el Río de la Plata.
De ahí en más el dólar estadounidense no tuvo rival como moneda de reserva y de facturación del comercio internacional, a pesar de haber roto el vínculo con el oro (Nixon 1971). Tal como en el caso de la libra, las hegemonías monetaria y militar han ido de la mano. Posteriormente el euro (1999) logró afianzarse como moneda de reserva para países con fuertes lazos comerciales con la región europea, aunque no insinúa proyectarse más allá de ese uso.
El candidato es digital
Como se desprende de los cuadros adjuntos,[i] el rublo ruso carece de convertibilidad mientras que el yuan chino no llega a configurar el 3% del total de reservas en manos de los bancos centrales del mundo. El 97% restante corresponde a las democracias liberales de mercado. El dólar lidera actualmente con el 60% del total de reservas oficiales, aunque su participación viene mermando lentamente a favor de monedas regionales como los dólares canadiense y australiano, y el won surcoreano. Desde su introducción el euro ha fluctuado en torno al 20%.
En cuanto a sistemas de pagos transfronterizos, el mecanismo existente SWIFT abarca el 99% de la operativa que se estima en USD 140 trillones anuales, equivalente a 160% del PBI global. Las alternativas china (CIPS) y rusa (SPFS) juntas representan menos del 1% de la operativa de SWIFT.
Rusia carece de peso específico en el concierto global para lanzar una alternativa creíble. No así China, quien ha estado experimentando con pagos transfronterizos mediante una moneda digital de banco central (MDBC) de formato interoperable entre distintas jurisdicciones. El objetivo sería lograr una red descentralizada fuera del alcance interventor de los gobiernos de los países participantes.
En cuanto a moneda de reserva, al yuan le falta camino por recorrer. La secuencia histórica de consolidación de monedas de reserva internacional comienza por su adopción en la facturación del comercio exterior y sigue con su creciente uso en flujos financieros transfronterizos, hasta culminar como moneda de denominación de valores integrados a las reservas de los bancos centrales.
Por ultimo cabe destacar que la semana pasada el Banco Popular de China (banco central) convocó sin preaviso una reunión con bancos comerciales locales y extranjeros para analizar medidas tendientes a evitar la congelación de activos externos de reserva actualmente en el sistema financiero internacional.
[i] Las cifras citadas y cuadros adjuntos corresponden a “The Weaponisation of Finance and the Risk of Global Economic Fragmentation”, Nicola Bilotta, Istituto Affari Internazionali, 29-04-2022
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