“Somos enanos encaramos sobre hombros de gigantes. De esta manera vemos más y más lejos que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque aquellos nos sostienen en el aire y nos elevan con toda su altura gigantesca”.
Bernardo de Chartres (Juan de Salisbury, Metralogicon, 1159)
Uno de los aspectos más importantes de la cultura medieval, por su efecto en la cultura occidental, fue el valor que los medievales dieron al libro, a las Escrituras Sagradas primero, y a la escritura en general después. Y fue a partir del siglo XII que comenzó una transformación cultural en la que los pensadores cristianos se dirigieron no solo a la Biblia, sino también a los antiguos libros que trataban sobre diversas materias como la filosofía, las matemáticas, la medicina, la astronomía, el derecho. De ese modo dentro del espíritu cristiano medieval nació la idea de un desarrollo y un progreso de su propia intelectualidad en el devenir de su historia. No podemos dejar de ver que la cristiandad fue un espacio de comunión que trascendía las diferencias circunstanciales de los diversos pueblos y reinos de Europa, estableciendo entre ellos un marco común, un imaginario colectivo que no conocía fronteras dentro de su propio organismo.
Así, el siglo XII puede ser considerado un renacimiento, porque el espíritu de la época tenía plena conciencia de vivir en un mundo nuevo. Las ciudades junto con el comercio crecían, pero estas ciudades no eran las viejas ciudades que otrora, en los tiempos de Roma, fueran importantes centros urbanos, sino que su lugar había sido ocupado por París, Milán, Venecia que en el siglo XIV alcanzaban los 100.000 habitantes, y otras de menor escala como Brujas, Toulouse, Londres, Hamburgo. Este renacimiento de las ciudades fue ocasionado por el progreso del comercio y el desarrollo de las corporaciones de artesanos. Por su parte, en el ámbito eclesiástico, también fue un período de renovación pues por todas partes se construían nuevas iglesias dándole inicio al estilo gótico.
De todos modos, el aspecto que nos interesa aquí es el desarrollo de las universidades en la Edad Media, y tiene que ver con surgimiento de otro protagonista en la historia europea, como lo fue el nacimiento de los “intelectuales”, y su oficio, el de ser estudiantes y profesores. Las primeras universidades en establecerse fueron las de Bolonia (1088), Oxford (1167), Cambridge (1209) y París (1215). Sus constituciones concebían a la universidad como una corporación de docentes y alumnos dedicados al estudio tanto del Trivium y el Quadrivium como del Derecho.
A la vez, estos intelectuales tuvieron la característica peculiar de ser un puente entre el medio rural y el medio urbano naciente, pues la mayoría de ellos provenían de un ambiente rústico. Prueba de ello son los escritos que describen las ceremonias de “iniciación” de los nuevos estudiantes dentro de las corporaciones universitarias; estas ceremonias solo tenían un valor simbólico y en ellas se ironizaba sobre las cualidades y costumbres rústicas de los recién llegados.
Razón y Fe
“Fides quarens intellectum” (La fe busca la inteligencia) decía la vieja fórmula de San Anselmo, para expresar este nuevo cambio que iba a darse en el seno de la Iglesia y de la sociedad en general. Podemos decir que así como hubo una cruzada militar también la hubo intelectual en el siglo XII. Estos intelectuales reunidos en las corporaciones universitarias tenían la convicción de que podía existir una armonía entre Razón y Fe. Siguiendo las enseñanzas que había dejado Abelardo, considerado “el primer profesor” y quien fuera también llamado “Caballero de la dialéctica”, se dio inicio a una etapa nueva y única para la filosofía y el pensamiento occidental. El problema de fondo era que los intelectuales occidentales tomaban cada vez más conciencia de las carencias técnicas de la educación anterior y buscaban mejorar los estudios de las escuelas episcopales y catedralicias. La Iglesia, al advertir la importancia de este cambio, comenzó a incentivar la formación tanto de los clérigos regulares como seglares. Así, en el Concilio de Letrán de 1179, el papa Alejandro III promovió un Decreto exhortando a los maestros a que no cobrasen por el ejercicio de su profesión, debido a la gran cantidad de estudiantes pobres que no podían costear sus estudios.
“En cada catedral deberá existir un beneficio suficiente que se asignará a un maestro, el cual se encargará de la enseñanza gratuita de esta iglesia y de los escolares pobres; de esta manera el maestro verá cómo se solucionan las necesidades de la vida y los discípulos verán abrirse ante ellos el camino de la sabiduría. En las otras iglesias y monasterios se destinará nuevamente a este cometido lo que en tiempos pasados hubiera podido dedicarse al mismo. No se exigirá nada por la obtención del permiso para enseñar; ni se podrá cobrar cuota alguna, bajo pretexto de una costumbre existente, a aquellos que enseñan; no se podrá negar para enseñar a quien lo solicite, si es reconocido capaz de este requisito”.
En esa coyuntura comenzó el germen de la Universidad y, alrededor de ella, emergió como una llama el debate acerca de cómo debía relacionarse el pensador cristiano con respecto al mundo físico, a la naturaleza, sobre todo midiéndose constantemente con los antiguos (esos gigantes de los que hablaba Bernardo de Chartres), haciendo surgir de esa manera la idea de un intelectual que desde la cristiandad era capaz de entender con su propia autonomía el mundo que le rodeaba y la historia de ese mundo. Así es que Dios y la naturaleza dejan de ser opuestos, pues se entiende que las leyes naturales han sido también dispuestas por Dios. Otro aspecto curioso fue que los estudiantes veneraban particularmente a la Virgen María, y hay constancia de que circulaban poemas y oraciones dedicados a ella, siendo fundamentales para el culto mariano por sus discusiones teológicas sobre la Inmaculada Concepción.
Los estudiantes: una nueva clase de habitantes en la ciudad
Si el siglo XII es el siglo de los caminos, tanto para los que iban a las cruzadas como para los escolares, el siglo XIII en cambio es el siglo en que florecen las corporaciones urbanas. Y una nueva clase de habitantes en la ciudad, la de los estudiantes, proclamarán su espacio en la ciudad, y su libertad de acción en todo aquello que refería a la materia de sus estudios y al modo de designación de sus profesores. A su vez, defenderán sus derechos frente a otras corporaciones burguesas para imponer límites económicos, “por hacer fijar el precio de los alquileres, poner precios máximos a los alimentos, hacer respetar la justicia en las transacciones comerciales” (J. Le Goff). En París, en 1229, un conflicto entre estudiantes y burgueses culminó con la muerte de algunos estudiantes, y fue necesaria intervención del Papa restableciendo la autonomía y los privilegios de la Universidad, para que las clases volvieran a la normalidad.
Durante el siglo XIII, en Oxford, París, Bolonia, la cantidad de estudiantes que buscaban instrucción y la de profesores ejerciendo su magisterio tuvo un aumento nunca antes visto, constituyéndose en uno de los períodos más prolíficos de la Universidad medieval, desarrollando un nuevo método de estudio: la escolástica, que dio a luz grandes obras por parte de Tomás de Aquino, San Buenaventura, Roger Bacon, que influenciaron a pensadores posteriores como Descartes.
En conclusión, lo que nos parece interesante destacar es la importancia y la incidencia que alcanzó la Universidad en la sociedad medieval, y eso, en parte, por la cantidad de privilegios que tuvo la enseñanza, otorgados por la Iglesia durante este período. La Edad Media fue pionera en esa idea gratuidad de la enseñanza, además de que la corporación universitaria podía promover ciertos controles que favorecían a los estudiantes y limitar así la especulación económica de las demás corporaciones, en un período en que los estudiantes aumentaban, sedientos de conocimientos, pero casi sin dinero para costearse la vida.
Sin embargo, con el Renacimiento la enseñanza pasa a ser una profesión pagada, y el número de estudiantes pobres que fueron el fermento de las universidades medievales mengua rápidamente hasta desaparecer. Así, el siglo XII y XIII de ningún modo pueden ser tildados de oscuros, sino al contrario, serán vistos como un camino en y hacia la luz.
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