Hace tiempo ya causa repercusión los daños causados por perros a animales de producción, básicamente ovinos pero tambien terneros, potrancos e incluso animales de mayor porte. Este ha sido el centro de atención de productores agrarios y de la prensa que ha recogido sus (justos) reclamos.
Pero la muerte esta semana de una joven mujer (31 años) causada por otro perro suelto vuelve a interpelarnos: Ana Duarte, dos hijos, trabajadora de un tambo, 6 a.m. y rumbo a su trabajo.
Es claro que una y otra vez los humanos resultan víctimas directas o indirectas de perros sueltos o desatendidos. ¿Quién recuerda a Gonzalo Andrés Biglieri, de 30 años (agosto/2018), o al motonetista de 36 años que falleció el 21 de enero pasado o a Pablo Daniel Wurth Rabazzani de 40 años en el 2008 o a José Nan fallecido en el 2020? Son algunos de los motonetistas fallecidos por accidentes con perros sueltos. ¿Y al niño de 5 años que murió en setiembre 2021 o al de 18 meses que en 2018 murió en Melo o al paciente de la Colonia Etchepare engullido prácticamente en el año 2015?
¿Es que acaso nombrar alguno de esa lista despierta en la opinión pública la empatía que demuestra con los perros?
No existen en el país perros salvajes, pero sí perros desatendidos por sus propietarios y muchos otros que no tienen siquiera alguna persona que se sienta responsable de su atención y conducta. Es claro que los casi dos millones de perros que se reportan (la cifra se estima en 1:750.000) no constituyen un problema, sino que el mismo se restringe quizás a una cifra del orden del 10% de aquella. Son los que andan sueltos por las calles, los que entran y salen del jardín de sus propietarios, los que recorren las zonas suburbanas alimentándose en los basurales, los que están sueltos en los pueblos del interior y en la madrugada salen en jauría a los campos cercanos.
Pero tambien son los que llevan a pasear sus dueños sin las correas o los sueltan en los parques, incumpliendo groseramente las previsiones legales establecidas por ejemplo (pero no exclusivamente) en la Ley 18.471 art 10 literal C (el uso de bozal, collar y correa de seguridad usada correctamente serán condiciones necesarias para la permanencia y movilidad de dichos animales en la vía publica).
El tema no es perros sí o perros no, el tema es que los perros que la sociedad no desea o no puede mantener no deberían engrosar la lista de problemas del país. Guste o no guste deberían ser capturados y debería la sociedad ser sincera en cuanto a qué destino darles. ¿Qué quiero decir con eso? Estamos discutiendo la eutanasia para los humanos, hemos aceptado el aborto, aceptamos la caza como deporte, pero…. No aceptamos la eutanasia para este exceso de perros, pretendemos soluciones políticamente correctas que no podemos abordar por su lentitud y costo. Los dos hijos de Ana Duarte se preguntarán por qué no se tomaron medidas a tiempo, y lo mismo se preguntarán los hijos de los próximos muertos.
Una sociedad que no tiene recursos para apartar de la misma a los delincuentes y reeducarlos en el trabajo y el respeto, sino que ni siquiera puede mantenerlos con vida ante la agresividad de sus compañeros de reclusión, es una sociedad que primero debe gastar en esos seres humanos y luego, cuando todo eso esté resuelto, podrá plantearse si gastar en cobijar, alimentar y reeducar a ese 10% de perros. Son 14.300 personas a esta fecha cursando una escuela del crimen, aumentando la brecha, mascando su bronca. Es necesario gastar en revertir eso. Y esto sin siquiera mencionar las necesidades de la niñez carenciada o la problemática de los adictos o de aquellos que están en situación de calle. Si habrá cosas en qué gastar antes de hacerlo en la captura y alimentación de esos perros transgresores o al cuidado de personas irresponsables.
Las ovejas no son el único blanco de sus ataques, muchos ciudadanos tambien pagan con su vida nuestra inacción. Recordémosle al Gobierno sus palabras: estamos preparados, dijeron; pues que cumplan.
José Rey
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