Estudia música desde los cuatro años por decisión de su madre, quien ha sido un pilar fundamental en su vida. Gracias al sacrificio y al empeño que le puso a cada cosa que hizo, pudo lograr sus objetivos. Además, considera que haber podido trabajar siempre en lo que más le apasiona es uno de los privilegios que Dios le dio. Actualmente hace radio y televisión y el piano lo acompaña día a día. “Es infinito el conocimiento de la música”, dijo el artista entrevistado por La Mañana.
¿Cómo fueron sus comienzos en la música?
Yo comencé a estudiar música a los cuatro años porque mi mamá decidió anotarme. A esa edad nadie tiene vocación por nada, obviamente, entonces, fue su decisión, y se lo agradezco infinitamente.
El crítico de jazz y de música Ángel Atienza me está escribiendo un libro que se llama “Gracias, Señor”, donde yo le doy gracias a Dios, porque después de los 30 años me di cuenta de que el 99% de las cosas que hice fueron gracias a las oportunidades que me dio Dios. Muchas de las cosas que creía que eran habilidades mías o que yo había conseguido, me las mandó el Señor y las supe aprovechar.
Empecé a estudiar con Guillermo Kolischer, un profesor muy bueno, polaco, que era de la escuela de Chopin. Después pasé al conservatorio de Hugo Balzo, y los últimos años los terminé con Santiago Baranda Reyes. Me recibí de profesor de piano y a los 14 años me inicié como músico profesional, afiliándome a la Asociación Uruguaya de Músicos.
¿Cómo hizo para entrar siendo tan joven, lo que no era usual?
Mi comienzo allí fue bastante humorístico. Yo tenía 14 años y pedí para anotarme como socio aspirante, y fui a dar el examen para ingresar, que me lo tomaron tres músicos que eran de la noche. Primero me dijeron que tocara algo y toqué un tema de Chopin y luego algo de Bach. Uno de ellos me preguntó si no podía tocar algún bolero, un tango o algo más popular. Yo le dije que no tocaba música popular, pero que, si ellos me daban la partitura, la tocaba. Me pusieron una partitura de un tango y lo toqué a primera vista, después la de un bolero y también lo toqué. Y preguntaron si leía todo así, a primera vista, sin ningún problema. Yo les expliqué que estudiaba desde los cuatro años, que era profesor de piano y tocaba en cualquier tonalidad. Cuando subí a las oficinas, uno de los secretarios me dijo que el tribunal había resuelto que yo no iba a ser socio aspirante, sino socio activo. “Pero tengo 14 años”, le dije. “No importa, después del examen que dio, va a ser socio activo”, me contestó.
¿Fue así como consiguió su primer trabajo?
Se había corrido la voz de mi examen, y a los dos o tres días un señor tocó el timbre en mi casa y escuché que mi madre dijo: “No, músico acá no hay ninguno”, ante lo cual yo grité: “¡¿Cómo?! ¡El músico soy yo! ¡Es para mí!”. Hice subir al hombre, que era un gran percusionista. Él me dijo que no sabía si mis padres me iban a dejar, pero que me venía a buscar para trabajar en un cabaret. Imaginate cómo sonó en mi casa esa palabra. Era un trabajo para el Embassy, el último cabaret que quedaba en Montevideo, desde las 12 de la noche hasta las cuatro de la mañana. Lo gracioso es que en la puerta había un cartel que decía: “Entrada prohibida a menores de 18 años”, y yo tenía 14. Yo iba al liceo Rodó; salía a las cuatro de la mañana del Embassy y a las ocho entraba al liceo, así que me dormía una siesta grande y estudiaba en el mismo cabaret. Fue un inicio de música profesional muy pintoresco.
Hoy decía que a la edad en la que empezó a tomar clases era muy pequeño como para tener una vocación. ¿Cuándo se dio cuenta de que la música era lo que realmente le gustaba?
La música siempre fue mi pasión, pero me fui dando cuenta de eso después de los 10-12 años. A los 12 me empezó a apasionar el jazz. Un día mi madre estaba leyendo el diario y me dijo: “Mirá, a vos que te gusta el jazz, acá ofrecen una beca para ir a Estados Unidos”. Era la American Field Service que ofrecía una beca de un año para terminar el bachillerato en Estados Unidos, en un hogar de una familia que te acobijaba como si fueras un hijo. Me presenté junto a más de 300 personas y me tomaron una prueba. Al otro día me llamaron del jurado y me preguntaron por qué quería viajar. Les dije la verdad: que si bien iba a recibirme de bachiller, lo que me interesaba era estudiar música. Ahí me dijeron que había quedado en el primer puesto en la prueba y me preguntaron a qué lugar me gustaría ir, y dije que para lo que yo quería, el lugar ideal era Nueva York, porque podría estudiar música con buenos profesores. A los tres días me llamaron y me dijeron que me habían conseguido una familia allí, y me fui por un año, me recibí de bachiller y estudié con uno de los mejores profesores de música del mundo, con lo cual Dios me volvió a dar una oportunidad única.
¿Con qué se encontró al volver a Montevideo después de un año en Nueva York?
Cuando volví, totalmente entrenado, con un conocimiento brutal, con la mente muy abierta, yo era un neoyorkino y en aquel momento Montevideo estaba atrasado unos 50 años. No era como ahora, que con internet estamos al día en todo lo que pasa. En mi casa en Nueva York veía shows en la televisión a todo color, y cuando regresé a Montevideo recién se estaba inaugurando el Canal 4 y se iba a inaugurar el Canal 12.
Un día me puse a ver la televisión en blanco y negro que hacía poco habían comprado mis padres y anunciaron que saldría al aire Telecataplúm: otra oportunidad que me dio Dios, ser uno de los inauguradores del programa. Así fue que durante 50 años de mi vida tuve de compañeros a los mejores humoristas de todo el continente como Espalter, Almada, D’Angelo y tantos otros, haciendo televisión en Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo.
¿Nunca pensó en volver a Estados Unidos para trabajar?
Lo había pensado antes, pero esto fue tan importante que nunca pude irme porque en esas ciudades que te nombraba ganaba mucha más plata y estaba con un grupo con un éxito que duró toda la vida. Hoy no está más porque han fallecido todos.
¿Qué aprendió de su pasaje por la televisión?
Fue mi profesión. A los 19 años ya estaba en Canal 13 de Buenos Aires, que era el mejor canal del continente; ingresé ahí con Telecataplúm y al tiempo fui director musical.
¿Qué es el éxito para usted?
El éxito no tiene nada que ver con la calidad de lo que uno hace. Muchas veces, como en el caso de Telecataplúm, la calidad iba de la mano del éxito, pero conozco cantidad de casos de gente que no tiene excelencia, pero tiene un gran éxito, porque el éxito es cómo le caés al público. Yo, cuando tenía veintipico, dirigí a todos los grandes cantantes de El Club del Clan, que era el grupo de cantantes de éxito que había en Buenos Aires. Los dirigí a casi todos en Montevideo, en los festivales de Piriápolis y de Parque del Plata. Y de todos esos cantantes, el que cantaba peor era Palito Ortega, y era el que tenía más éxito. Era el rey de todos ellos. Sin embargo, había grandes cantantes, como Violeta Rivas, Néstor Fabián, y no tenían el éxito de Palito. O sea, no era por lo bien que cantara, era porque era el rey. Entonces, el éxito no siempre va de la mano de la calidad. Hay mucha gente de mucha calidad que tiene escaso éxito o que trabaja para una selecta minoría.
Considerando las dificultades que tiene vivir de la música en Uruguay, ¿nunca dudó en dedicarse a eso?
Lo tenía claro desde que llegué de Estados Unidos, antes no. En ese año de la beca estudié mucho. Yo soy producto del estudio y del esfuerzo y gracias a eso he vencido todo tipo de adversidad, jamás se me dio vuelta un plan.
Pero, ¿por qué comenzó una carrera universitaria si tenía claro que lo suyo era la música?
Porque cuando le dije a mi madre que me iba a dedicar a la televisión y a la música, ella me miró y me dijo: “No, vos vas a hacer una carrera”, así que hice tres años de abogacía para complacerla, pero yo sabía bien que no me iba a dedicar a eso. En mis exámenes de la facultad, que salvaba muchas veces con sobresaliente, los profesores me hablaban del programa de televisión. Me decían: “¡Qué bueno que estuvo lo que hicieron anoche!”. Yo sabía que no me iba a dedicar a la abogacía, pero mi mamá creía que me iba a morir de hambre si no hacía una carrera académica universitaria. Lo hice un tiempo para que ella estuviera feliz, pero un día dejé porque era ridículo que siguiera cuando ya tenía una carrera hecha en la televisión.
¿Qué representaba su mamá para usted? Imagino que fue una gran impulsora.
Mi madre fue todo para mí en la vida, desde que nací hasta que ella falleció cuando tenía 95 años. Gracias a Dios la tuve mucho tiempo a mi lado. La adoro siempre. Es lo que más quiero en la vida.
¿Por qué lo mandó a estudiar piano siendo tan chico?
No lo sé. También me hizo estudiar inglés, lo cual me sirvió para la beca. Siempre me complementó los estudios formales. Yo fui a escuela y liceo público, salvo en preparatorios, que lo hice en el Instituto Uruguayo de Estudios Preparatorios. Mi madre me anotó ahí porque ya había muchos problemas con la guerrilla, con la izquierda, con los Tupamaros.
¿Qué piensa de la industria musical uruguaya? ¿Cree que los músicos son reconocidos lo suficiente?
Toda industria se basa en un negocio, y sacarle plata a la música en este país es muy difícil. Yo desde que tenía 18 años me fui a trabajar a todos los lugares donde había plata. A los 19, si me ofrecían un contrato en Estados Unidos, no iba porque ganaba más acá. Nosotros tuvimos épocas en la televisión argentina en las que ganábamos fortunas. Éramos famosos. Yo estoy acostumbrado a ser famoso desde que empecé, es parte de mi vida desde que era chico.
¿Hoy cómo es su relación con la gente? ¿Lo saludan en la calle?
Cada vez más.
¿Qué tipo de público es el que más se le acerca?
Todo tipo de público. Hasta antes de hacer “Los ocho escalones” (Canal 4) era más bien gente mayor, pero ahora, desde que estoy en el programa, me vienen a hablar niños, jóvenes, y además a todos les encanta. Me dicen: “Me parece increíble que usted sepa de tantos temas”. Lo que tengo es muy buena memoria. Muchas veces, cuando respondo en “Los ocho escalones”, estoy respondiendo a cosas que leí cuando tenía 14-15 años, y eso me ayuda muchísimo.
¿Siempre se sintió atraído por el mundo artístico? ¿Qué era lo que más le interesaba?
Yo lo hice como un trabajo. Primero, todo lo hice estudiando, y después trabajando. Mi opinión es que los mundos son todos laborales, entonces, la televisión para mí fue una profesión, un trabajo, y la música también.
¿Y qué es lo que más le apasiona?
La música es mi pasión. Es lo que he estudiado más. Inclusive, tengo un programa en Radio Cultura que se llama “Música, maestro”, donde hablo de músicos o estilos, y utilizo mucho Wikipedia para ver la vida del músico del que voy a hablar. Un día se me dio por buscar al profesor que me enseñó en Nueva York, que era un grande entre los grandes, Jim Odrich, y me salió como resultado: “Profesor de música de Julio Frade”. Yo casi me muero. Entonces, llamé a Amazon —que me dejó asombrado lo bien organizado que está, por eso es una empresa millonaria— y dije que había sido alumno suyo y que quería saber si estaba vivo y si seguía dando clases. En dos minutos me contestaron: “El señor Jim Odrich tiene 93 años, está perfectamente bien, sigue dando clases. No sé si usted tiene sus últimos tres libros, pero si no, nosotros se los mandamos a su domicilio en Montevideo”, y los compré. Él fue mi profesor cuando yo tenía 18 años.
Aparte de los programas que mencionaba, conduce “Frade con permiso” en Radio Oriental. ¿Cómo es su día a día entre la radio y la televisión?
También soy el secretario ejecutivo del Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán, que es un archivo de toda la música del Uruguay que funciona en la Biblioteca Nacional. Mi día transcurre muy ocupado, pero disfruto de todo lo que hago. Es otro privilegio que me dio Dios, poder trabajar en cosas que me apasionan, así que no hay nada que haga a desgano.
¿Qué le queda por hacer?
Yo siempre tengo planes, pero no tengo un proyecto determinado de hacer algo que no haya hecho. He podido abarcar todas las cosas que conozco. Sigo disfrutando de los conocimientos, sigo trabajando arriba del piano, haciendo cosas, escribiendo música. Todos los días aprendo algo, es infinito el conocimiento de la música.
Si tuviera que darle un consejo a un joven con aspiraciones como las que tenía usted en su momento, ¿qué le diría?
El consejo que les doy a todos los jóvenes es que, si hay algo que los apasiona, traten de vivir de eso y estudien mucho para ser los mejores del mundo en ese tema. Y que no se comparen con gente del resto del país, sino del mundo, porque esa es la manera de ser una persona exitosa. Hoy el mundo es muy chico y está todo globalizado; corren con la ventaja de tener internet, que los pone al día sobre cualquier asunto.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
No tengo mucho tiempo libre, pero cuando tengo un rato me gusta mirar televisión, sobre todo, noticieros y programas políticos de Argentina y Uruguay, y del mundo; miro muchas noticias y acontecimientos. Me divierto viendo cómo está el mundo, que hoy está en una situación que da miedo.
El año en el que conoció a Picasso y a Kennedy
El mayor logro de Frade a nivel personal es haber estudiado mucho y haberse esforzado enormemente para cada cosa que se propuso y que consiguió, confesó a La Mañana. “Pablo Picasso decía que la inspiración existe, pero que te tiene que agarrar trabajando. Y creo que describe lo que yo pienso”, comentó.
Al pintor español tuvo la oportunidad de conocerlo personalmente el año en el que vivió en Estados Unidos, un día que hizo una presentación en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. La familia que acobijó a Frade, que era muy admiradora de las artes plásticas, y aprovechando que él hablaba español, lo llevó a conocer a Picasso y allí pudo hablar con él. El artista le preguntó sobre su origen, y al escuchar que era de Montevideo, le dijo: “Qué gran ciudad, me encanta Montevideo”.
Ese mismo año también conoció en persona al expresidente estadounidense John F. Kennedy. Todos los becados pasaron una tarde tomando el té en la Casa Blanca y el exmandatario estaba con su familia, su esposa Jacqueline y sus hijos que eran pequeños. “Ella no me impresionó para nada, pero él es el hombre de mayor carisma que conocí en toda mi vida. Le dabas la mano y le decías: ‘Nice to meet you, Mr. President’, y en ese momento quedabas hipnotizado con la mirada y el carisma de ese ser humano. Debe ser por eso que lo mataron, a él y al hermano, porque no los podían controlar. Era gente que se comía el mundo”, recordó el músico.
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