Todo ser humano que procure ser intelectualmente honesto se guía por lo que le dice su conciencia. Por eso hoy, la honestidad intelectual tiene mucho que ver con la incorrección política, que no es otra cosa que un rechazo visceral al avasallamiento de la propia conciencia por parte de las ideologías de moda.
Uno de los medios que utilizan con frecuencia los promotores de estas ideologías, para cambiar poco a poco y de forma imperceptible la conciencia de las masas, es la manipulación del lenguaje. Por eso, cuando se escuchan ciertos términos que se han popularizado o que se han empezado a usar con un sentido nuevo, es necesario prestar atención. No pretendemos ser exhaustivos, solo examinaremos tres ejemplos, entre muchos.
En los 80 y los 90, la izquierda solía hablar con inusitada frecuencia de justicia, aunque su discurso dejaba traslucir una notoria sed de venganza. A principios de este siglo, se empezó a hablar cada vez menos de justicia y cada vez más de igualdad, de equidad.
A veces estos términos se manejan como sinónimos, lo cual suele llevar a confusión. Piénsese, por ejemplo, en el reparto igualitario de alimentos entre personas de distintas alturas, pesos y edades. La igual porción de leche, carne y vegetales que puede alimentar a un niño hasta la saciedad, no le sirve a un hombre adulto que mide 1,90 y pesa 110 kg; ni para llenar una muela. Justicia, por tanto, no es dar a todos por igual, sino dar a cada uno lo suyo. La justicia es capaz de contemplar las diferencias. Y por eso, la igualdad no suele ser justa.
Otra palabra que hoy se usa mucho en clave buenista, es “empatía”. ¿Qué dice el Diccionario de la Real Academia Española? Que es un sentimiento de identificación con algo o alguien, o bien, la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. Algo aparentemente bueno.
Ahora bien, hasta no hace mucho, a esa identificación con los sentimientos del otro –especialmente cuando un dolor le aquejaba el alma–, se le llamaba “compasión”, que significa “padecer con” el otro. Ponerse en el lugar del otro. Sorprendentemente, la definición que da el Diccionario de la RAE de “compasión” es casi idéntica a la de “empatía”: “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. ¿Por qué entonces, ya no se habla de compasión, pero sí de empatía? Después de todo, la definición de “compasión” nos habla de una identificación con el que sufre y la palabra “empatía” refiere a la identificación con el discriminado, con el marginado, con el diferente: es decir, con el que sufre…
Puede que haya más de una causa para el cambio de términos; pero a nosotros nos parece que el problema que tienen algunos con el término “compasión” es doble: por un lado, la compasión está muy relacionada e identificada con la caridad cristiana; y por otro, ante ciertos oídos, puede sonar paternalista. Ahora bien, ni la caridad cristiana ni el paternalismo son políticamente correctos; ergo, había que buscar otro término.
Un tercer ejemplo, podemos encontrarlo en la palabra “tolerancia”. El verbo “tolerar” se definía originalmente como “llevar con paciencia; permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente; resistir, soportar, especialmente un alimento o una medicina”. Una acepción de “tolerancia” relativamente reciente dice: “respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”.
Ahora bien, entre “respeto” y “tolerancia” hay una diferencia notable. En efecto, es muy distinto “tolerar” –aguantar lo que no se tiene por bueno–, de “veneración”, “consideración” o “deferencia”. ¿Cómo venerar o tener deferencia con lo que apenas se soporta porque se sabe que no está bien? Un término más al que habría que devolver su significado real…
En síntesis, la manipulación del lenguaje no es inocente. Se usa entre otras cosas para promover un buenismo que prefiere no lastimar, a decir la verdad. Y es cierto que a veces la verdad duele, como duele el corte de un bisturí. Pero sin ese doloroso corte, es imposible extraer el tumor maligno que afecta al cuerpo entero.
También se manipula el lenguaje para confundir conceptos como los de justicia y tolerancia, con los de igualdad y respeto, cuando no toda igualdad hace justicia, y cuando no todo lo tolerable es digno de respeto.
En materia de lenguaje, también es cierto lo que afirma el dicho: “yacaré que se duerme, es cartera…”.
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