Su interés por las letras se despertó desde muy pequeño y fue de los primeros de su generación en estudiar periodismo. Ejerció la profesión durante décadas y por más de 30 años fue docente. También dedicó parte de su tiempo a escribir libros, lo que hace hasta el día de hoy. En conversación con La Mañana, el reconocido periodista hizo un repaso de su camino recorrido y habló sobre la situación actual de los medios y sus principales desafíos.
¿Por qué decidió estudiar periodismo?
Siempre me gustó escribir. Cuando faltaba a la escuela porque estaba enfermo, trataba de reproducir en mis cuadernos las revistas infantiles. Después que terminé preparatorios, tenía muy serias dudas de qué hacer. En ese momento, si te pasaba eso, hacías abogacía, pero a mí no me ilusionaba esa idea. Me gustaba la historia y pensé en hacer profesorado, pero tampoco me enloquecía por ello. Fue una tía que le dijo a mi madre que yo tenía condiciones para hacer una carrera de periodismo, se ve que vio algo en mí. Acá no había carreras universitarias ni terciarias, y surgió la idea de ir a estudiar a Buenos Aires. Fui a un instituto con mucho prestigio que daba un título de técnico. Me formé como periodista. Viví tres años en Buenos Aires. Fue toda una experiencia de vida y de formación.
En esa época muchos empezaban en los medios aprendiendo el oficio, sin haber estudiado porque, como decía, acá no había dónde hacerlo. ¿Por qué le parecía importante la formación?
Mis padres decían que algo tenía que estudiar, y creo que tenían razón. Podía haber entrado en una redacción y que me enseñaran ahí, que era lo que se hacía en esa época. Es más, cuando entré a trabajar como periodista no decía que había estudiado periodismo porque era mal visto. Yo aprendí mucho estudiando, pero también al ingresar a las redacciones. Es decir, una cosa no quita la otra.
¿Cómo se dieron sus inicios en los medios?
Cuando volví, a través de un par de amigos hice algún contacto. Uno fue con Guillermo Pérez, que fue editor muchos años de El País, que me dijo que no había vacantes, pero que fuera y me enseñaban algunas cosas. Mis primeras notas las publiqué ahí como pruebas. Otro amigo, que es (Conrado) “Connie” Hughes, que me conocía de chico, me conectó con Antonio Mercader, que en ese momento era secretario de redacción de El Diario de la Noche. Así estuve un año coqueteando con uno y con otro sin mucha suerte, hasta que al final se dio una vacante en El Diario de la Noche y empecé a trabajar. A los estudiantes siempre les digo que hay que ser muy tenaz, porque a veces no es fácil entrar, y me tomó su tiempo. En ese entonces daba clases de inglés en el Anglo.
¿Cómo era ser periodista durante la dictadura?
Yo viví dos etapas distintas. Entré a El Diario en 1974 y era muy difícil porque había un clima de asfixia en cuanto a qué podías escribir y qué no, estábamos muy limitados, había un montón de temas de los que no se podía hablar. Tenía la suerte de que El Diario de la Noche era popular, entonces, tenía intereses muy diferentes al diario matutino tradicional, que lo que más manejaba era la política y la economía. Hacíamos notas de tipo popular, íbamos a los barrios, llamaba una familia para decir que la abuela cumplía 105 años, ese tipo de cosas. El clima de trabajo, si bien era asfixiante, tenía esas escapatorias.
Años más tarde empezaron a salir varios semanarios opositores a la dictadura. Un amigo me llamó y me dijo que había un grupo político en ese momento prohibido, que era la democracia cristiana, que quería sacar un semanario y necesitaba un periodista profesional que supiera cómo editarlo. Así fue que salió el semanario Opción, que duró un año porque lo clausuraron a fines del 82. En esa etapa la cosa no era tan sencilla. A mí, como era secretario de redacción, me llamaban una vez por mes de los Servicios de Inteligencia Policial para preguntarme por qué había salido tal o cual cosa.
A fines de abril del 83 la misma gente sacó otro semanario con un aspecto totalmente distinto y con un equipo bastante parecido al anterior, que se llamó Aquí. Algunos de nosotros cumplíamos funciones muy parecidas, pero no figurábamos, para que no se pensara que era la continuidad del anterior. Ahí, si bien hubo episodios muy pesados, ya empezaba el clima de apertura.
¿Qué episodios lo marcaron en esa época?
Hubo un caso muy llamativo. Serpaj (Servicio Paz y Justicia), que lo dirigía un sacerdote jesuita, “Perico” Pérez Aguirre, hizo una huelga de hambre en una iglesia en el Cerrito en protesta por la situación de los derechos humanos. Ese era un tema muy sensible, entonces hicimos una cobertura solo con información, sin comentarios ni juicios de valor y una foto. Se imprimió el semanario y nos llamaron de la Dirección Nacional de Relaciones Públicas —que era el organismo que vigilaba esas cosas— y nos dijeron que no podía salir nada referido a la huelga de hambre. Yo dije que ya habíamos cerrado la edición, que lo que publicamos era algo muy informativo. Y me dijeron: “Si sale algo, se van a hacer responsables de ello”. Como el semanario ya estaba impreso, pero no había llegado a los quioscos, llevamos todo el tiraje a la sala de redacción y compramos tijeras y reglas largas para cortar la hoja donde salía la nota. Al día siguiente, el semanario salió con la hoja arrancada, y el efecto fue peor porque todo el mundo se dio cuenta de que algo había pasado y que seguramente lo que faltaba era referido a la huelga de hambre.
Usted llegó a incursionar en radio y televisión, pero no continuó. ¿No se halló en esos medios?
No me hallé. Trabajé un año en el noticiero del mediodía de Canal 5 que conducía Alexandra Morgan, que había sido mi alumna y ahí era mi jefa, y trabajar con ella fue un lujo porque tenía una capacidad de liderazgo y una visión de cómo desarrollar el producto que era muy interesante. Ahí lo que yo hacía era analizar temas internacionales, pero me resultaba difícil mirar a la cámara como si le estuviera hablando al público, no podía sostener la mirada, me costó mucho. Y en radio trabajé ese mismo año en “En Perspectiva”, el programa que todavía conduce Emiliano Cotelo, pero no era mi elemento, no me sentía cómodo. Luego surgió una oferta muy interesante para ir a trabajar a Búsqueda, que además me pedía exclusividad, y dejé las dos cosas.
Tiempo después se fue un año a estudiar a Estados Unidos. ¿Qué lo llevó a hacer esa experiencia?
Ahí tenía 44 años. Me había llamado unos años antes Renée Abaracón, que era la persona encargada de la Comision Fulbright en Uruguay —que coordina distintos programas de becas para universidades norteamericanas— para hablarme del programa Humphrey Fellow, destinado a periodistas que ya estaban en la mitad de la carrera. En ese momento no pude ir por temas familiares, pero años más tarde me presenté y fui. Fue una experiencia muy rica en la Universidad de Maryland.
Luego hizo la licenciatura en Comunicación. Eso habla del peso que tiene para usted la formación permanente.
Sí. Yo ya era profesor de Periodismo en la Universidad Católica, y lo que hice fue una licenciatura que implicó tres cosas: revalidar lo que ya había hecho en Buenos Aires y en Maryland; hacer algunos cursos y rendir examen de los temas que no había estudiado; y presentar una tesis de grado. Ahí me dieron la licenciatura, que en realidad es reconocida por la Universidad Católica, no por el Ministerio de Educación. Pero yo soy de la idea de que un periodista tiene que estar en permanente formación.
Fue docente por más de tres décadas. ¿Cómo era enseñar periodismo?
A mí siempre me gustó. Yo daba dos cursos: Taller de Periodismo y Dilemas de la Práctica Profesional, incluso escribí un libro sobre ese tema para utilizar en el curso que se llama “Pasión, rigor y libertad”. Todos los años me enfrentaba a un grupo de estudiantes de 20 años; yo iba envejeciendo, pero los alumnos siempre tenían la misma edad. Era una forma de ver cómo venían las nuevas generaciones, qué preocupaciones tenían, cuáles eran sus prioridades.
¿Cómo analiza el nivel del periodismo hoy?
Una cosa que me tiene preocupado de cómo se está haciendo periodismo, pero no solo en Uruguay, es que la novelería tecnológica ha llevado a que el periodismo pierda sustancia, cosa que no debería ocurrir. Se ha generado una suerte de pereza en el trabajo. Eso de ir, hurgar, meterse, consultar las fuentes, un poco cede porque las fuentes mandan un mensaje en Twitter y con eso uno ya cree que resolvió el problema, pero es todo lo contrario.
Hay que tener mucha pasión para ejercer esta profesión, hay todo un entorno alrededor que va a tratar de señalar que es una profesión mercenaria, oscura y uno la tiene que defender porque le gusta, porque la disfruta. También hay que ser muy metódico, dudar de si lo que nos dijeron es verdad o no, volver a chequear, investigar a fondo, saber cómo preguntar y estar muy informado. Además, el periodismo funciona bien en un contexto de libertad.
Uruguay bajó del puesto 18 al 44 en el ranking de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras. La organización explicó que hubo un cambio en la forma de hacer la medición y que ahora cobraba mayor peso la crisis económica de los medios, entre otros motivos. ¿Qué evaluación hace al respecto?
Lo del ranking yo no lo entendí. ¿Por qué de golpe se modifica el método y el único país que cambia la ubicación es Uruguay? No se entiende. La situación económica de los medios en Uruguay es preocupante, pero eso es por razones que no tienen mucho que ver con la libertad de prensa, no es que hay una especie de conspiración desde algún lugar oculto que está llevando a que los medios tengan problemas económicos. Todos los medios en el resto del mundo también los tienen, quizás en Uruguay por su escala es más agudo.
Vivir en democracia no quiere decir que uno tiene los problemas de libertad de prensa resueltos, por la libertad de prensa hay que luchar siempre, pero yo no noto que haya cambiado nada sustancial como para que haya una evaluación tan distinta entre hoy y los últimos 10, 20 o 30 años.
¿Le generó preocupación el episodio del allanamiento a un medio de prensa que tuvo lugar en febrero?
Eso fue grave, además, porque salió del Poder Judicial, pero por suerte lo pararon rápidamente. Un periodista nunca debe dar a conocer sus fuentes. Y después de que pasó, me parece que más de uno tomó nota de que no debería volver a pasar.
¿Cómo vio el rol del periodismo en el contexto de la pandemia?
Lo vi interesante, especialmente en el primer período, que la gente buscaba informarse. Todos los uruguayos leían los diarios y miraban los informativos con mucha atención. Nadie sabía mucho de la pandemia, ni políticos, ni científicos, ni periodistas, entonces, se prestaba para que todo tipo de bolazo corriera y fuera tomado seriamente y ahí el periodismo cumplió un rol muy importante en equilibrar las cosas, en decir que esto era serio, pero sin dar manija, sin caer en creer que había una especie de conspiración.
Hablaba del avance tecnológico y cómo ha impactado en la forma en que se hace periodismo. ¿Le preocupa la caída de las ventas de diarios? ¿El diario en papel tiene fecha de caducidad?
Yo no le veo fecha de caducidad, aunque puede ser que algún día caduque. Creo que el periodismo, y especialmente en papel, sigue siendo muy importante, porque al ser palabra escrita, cala más hondo. Puede ser que en un futuro cercano se pierdan lectores, pero va a seguir habiendo medios impresos que van a seguir informando, analizando, investigando, sobre los cuales otros medios van a trabajar.
Los medios tienen que buscar un modelo de negocios que les permita sobrevivir, tener ganancias y pagarles bien a los mejores periodistas. Les está costando muchísimo. Cuando la prensa escrita funcionaba bien, llegaba un montón de publicidad y no dependía del Estado para recibir recursos. Tenían los mejores periodistas, los mejores fotógrafos, pagaban un avión hasta determinado lugar para cubrir un hecho importante, había recursos. Eso es lo que hoy está en crisis, a tal punto que los diarios están cerrando.
¿El gobierno tendría que apoyar a los medios?
Sé que eso está en discusión y que hay colegas que nunca hubieran querido que fuera así y ahora lo están proponiendo. A mí me cuesta pensar que la solución pasa por un subsidio estatal, porque atrás del Estado siempre hay un gobierno y atrás del gobierno siempre hay alguien que quiere presionar y puede usar eso para decir qué tiene que publicarse y qué no. No tengo muy claro cuál es la solución.
Aparte, los medios usan la plataforma de Google, de Facebook, que son quienes ponen la publicidad, y ahí tienen una pelea muy difícil que la están llevando adelante, como diciendo “nosotros hacemos el trabajo y ustedes se llevan las ganancias”.
Hay países donde, atendiendo esa situación, el gobierno ha obligado a estas multinacionales a pagarles un porcentaje a los medios.
Sí. Hay toda una discusión y va a seguir avanzando entre medios y estos grandes soportes, y creo que se va a tener que llegar a una solución, porque si no hay manera de financiar a los medios, lo que va a terminar faltando va a ser información de calidad.
Reflexiones en tiempos de pandemia
Cuando dejó de trabajar en Búsqueda, Linn rápidamente empezó a escribir a ritmo semanal en El País, lo que continúa haciendo hasta hoy, y además publicaba en forma ocasional alguna columna en La Nación de Buenos Aires.
El problema se le planteó cuando por razones de edad tuvo que dejar la Universidad Católica, pues no sabía cómo organizaría su vida. “Si bien la posibilidad de tener un espacio regular en el diario me gustaba, igual sentía como un vacío”, contó. Dejó la Católica en diciembre de 2019 y en marzo vino la pandemia y la necesidad de cuidarse y quedarse en casa. De golpe, la realidad lo obligó a adaptarse a su nueva situación, y terminó poniendo en palabras algunas reflexiones que necesitaba compartir con sus lectores.
Fue así que en ese período salieron dos libros —de nueve que lleva publicados—. “Ya había lanzado uno un año antes, referido a discutir aquello de que ‘como el Uruguay no hay’, y si somos realmente lo que creemos”, recordó el periodista. A mediados del 2020, en plena pandemia, salió su Manual Básico de Periodismo dirigido a colegas, pero más que nada a estudiantes. Y en setiembre de 2021 publicó otro libro sobre la actualidad política llamado “Tiempos de cambio”, referido a que, según su visión, la elección de 2019 implicó el fin de un período en la vida del país que había comenzado al terminar la dictadura. “Se iniciaba una época nueva, con otra generación al frente, que a su vez exhibía estilos y modos de actuar muy diferentes a los de la generación anterior”, analizó en diálogo con La Mañana.
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