Nació el primero de enero de 1940 en Tranqueras. Sus primeros años fueron en Montevideo, donde pasó por la Escuela Francia. La familia después se mudó a Ombúes de Lavalle, donde su padre, Jeremías, se desempeñó por muchos años como jefe de correo. Jeremías, periodista vocacional, fundó y dirigió La Voz de Ombúes, publicación que continúa hasta nuestros días en edición digital. Cuando llegó el momento de asistir al liceo, sus padres se desprendieron del hijo único con mucho sacrificio, para que continuara los estudios como pupilo en el Colegio Pío. En este se destacó ya como una persona de mucho tesón y brillantez intelectual.
Ingresó en la carrera de Abogacía pero no llegó a finalizar. Al tiempo que cursaba los estudios preparatorios y universitarios descubrió sus dos grandes amores: a Nelly y al periodismo. A los 17 años comenzó a escribir para La Mañana y El Diario en la sección Noticioso Escolar y, poco a poco, la actividad periodística fue copando su vida.
Como reportero, le tocó vivir sucesos históricos en América Latina. Corría 1960 cuando Enrique, muy joven aún, tuvo que obtener permisos especiales para poder viajar y cubrir el devastador terremoto en Chile y más tarde la revolución en Paraguay. Llegó a pasar las navidades de ese año en la zona de conflicto en la frontera argentina-paraguaya. Buscador incansable de la nota, se jugaba por llegar hasta el epicentro de los hechos, como cuando logró acercarse en bote con dos pescadores y un fotógrafo desde Carmelo a la Isla Martín García para intentar entrevistar al detenido Presidente Frondizi en 1962 y fue repelido por la guardia.
Colaboró con las principales secciones de La Mañana y el Diario, cubriendo noticias policiales, políticas e, incluso, deportivas, con la oportunidad de acompañar a la Celeste en el Mundial de Inglaterra 1966.
Publicó junto a Carlos Bañales su único libro, una crónica de los sucesos de 1968 titulado “La Rebelión Estudiantil”. Apasionado y con una dedicación obsesiva a su trabajo también colaboraba con Associated Press. Esos años de rápido crecimiento profesional también fueron los años en que formó su familia con Nelly. Se casaron a los 22 años y tuvieron en poco tiempo a sus tres primeros hijos: Marta, Quique y Raquel. El 1971 marcó un hito importante, con la creación de la agencia Latín-Reuter, la primera agencia noticiosa creada como cooperativa internacional en la historia del periodismo mundial, cuyos propietarios fueron Jornal do Brasil, O Globo, O Estado de Sao Paulo y Diario Popular de Brasil, Excelsior de México, El Mercurio y La Tercera de la Hora de Chile, El Nacional y La Verdad de Venezuela, El Tiempo de Colombia, El Comercio de Perú y El Comercio de Ecuador. Esta agencia, asociada con Reuters, lo invitó a participar de su plantel como editor en Buenos Aires, donde comenzó a residir ese año.
Según las palabras de su colega Peter Job (CEO de Reuters 91-2001), Jara fue instrumental para liderar las corresponsalías y promover la carrera de periodistas excepcionales, como Carlos Bañales, quien consiguió para la agencia la primicia de los supervivientes de Los Andes. Una operación editorial en lengua española que no tenía trascendencia para una agencia internacional revivió bajo su liderazgo, lleno de ideas innovadoras. Recuerda Job la iniciativa de Jara que transformó aquella exclusiva de Bañales en una versión en inglés que fue vendida a periódicos en todo el mundo en cooperación con el New York Times.
En 1973 dejó Latín-Reuters ante el reto de asumir como editor de La Opinión, donde trabajó hasta 1977. El diario cerró cuando Jara fue detenido junto a Jacobo Timerman, su director y estuvo desaparecido durante 10 días. Eran los oscuros años de la más cruenta dictadura que conoció Argentina en el siglo XX.
En la madrugada en que los detuvieron, Timerman y Jara fueron llevados a la jefatura de la policía en La Plata. Allí los interrogaron en el despacho del Director General de Investigaciones . A Jara le preguntaron al día siguiente de su detención, cuando los militares todavía no lo habían reconocido: “¿A qué se debe la aparición reiterada en La Opinión de textos que hacían mención a la no aparición de Sajón?”. Y recibieron la respuesta de Jara, bastante obvia: “Se debe a que nosotros queremos que Sajón aparezca”.
En esos primeros años en Argentina nació su última hija, Carolina. Fue entonces nuevamente captado por Reuters y asumió crecientes desafíos en una era de gran transformación de los servicios de información, dirigiendo en los ’80 la región Italia-Grecia y más tarde a cargo del portafolio global de medios desde las oficinas centrales de la agencia en Londres. Se retiró al cabo de 30 años de periodismo y medios.
Falleció en Buenos Aires en 2017, después de varios años de enfermedad. La última noche en su casa la pasó asando un lechón para su barra, que integraba a su nieto y sobrinos. Como siempre, buscando el momento para compartir con sus afectos, la oportunidad de lucirse como un gran contador de historias y de celebrar una vida en la que reconoció haber sido un privilegiado, con tantas satisfacciones personales y profesionales. El gran pesar que empañó sus últimos años fue la pérdida del único nieto que continuaría su nombre, Federico Enrique Jara, fallecido en un accidente de moto.
Ni sus mayores éxitos ni las adversidades que tuvo que afrontar modificaron su carácter alegre y jovial. Así lo recuerda Alberto Volonté que fue compañero de internado del Colegio Pío durante los 4 años del liceo. “…
Enrique era muy buen amigo, muy buen compañero, al que le llamábamos cariñosamente “El Negro”, en el mejor sentido de la palabra, como se decía en aquel entonces. En el año 1955 cuando culminábamos cuarto año de liceo, en gran ceremonia le concedieron el “Premio Fiorito”, que era una distinción que entregaban los Salesianos a los alumnos destacados que finalizaban secundaria, en homenaje a un alumno ejemplar que murió muy joven y que llevó ese apellido”.
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