Entre las respuestas de Davos este año figuran “repatriar” la producción o “instalarla en países confiables”, e implementar “políticas industriales destinadas a aumentar las capacidades de producción de los países”. Atrás quedaron aquellos días en que todos parecían trabajar por un mundo sin fronteras; de repente, todos reconocen que por lo menos algunas fronteras nacionales son esenciales para el desarrollo económico y la seguridad. Por supuesto, el problema no es solo la globalización. Toda nuestra economía de mercado ha dado pruebas de falta de resiliencia. Esencialmente fabricamos autos sin ruedas de auxilio –reduciendo unos pocos dólares del precio, sin preocuparnos demasiado por las contingencias futuras–. Los sistemas de inventario justo a tiempo eran innovaciones maravillosas mientras la economía enfrentaba alteraciones menores; pero demostraron ser desastrosos ante los cierres por el COVID-19.
Como reconocía Adam Smith en el siglo XVIII, el capitalismo no es un sistema autosuficiente porque hay una tendencia natural hacia el monopolio. Sin embargo, desde que el presidente norteamericano Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher introdujeron la era de “desregulación”, la creciente concentración de mercado se ha vuelto la norma, y no solo en sectores de alto perfil como el comercio electrónico y las redes sociales. La desastrosa escasez de alimento para bebés en Estados Unidos esta primavera fue en sí misma resultado de esta monopolización.
Las ramificaciones políticas de las fallas en la globalización también quedaron al descubierto en Davos este año. Cuando Rusia invadió Ucrania, el Kremlin fue condenado casi universalmente y de inmediato. Pero tres meses después, los mercados emergentes y los países en desarrollo han adoptado posturas más ambiguas. Lo mejor que podría hacer Estados Unidos sería mostrar mayor solidaridad con estos países, ayudándolos a gestionar los crecientes costos de alimentos y de energía. Esto se podría hacer reasignando los derechos especiales de giro (DEG) de los países ricos y respaldando una fuerte exención de patentes por el COVID-19 en la OMC. Asimismo, los altos precios de los alimentos y de la energía probablemente provoquen crisis de deuda en muchos países pobres, agudizando aún más las trágicas desigualdades de la pandemia. Si Estados Unidos y Europa quieren mostrar un verdadero liderazgo global, tendrán que dejar de ponerse de lado de los grandes bancos y acreedores que incitaron a los países a tomar más deuda de la que podían pagar.
Joseph Stiglitz, en Project Syndicate
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