Todo sucede en un pequeño lugar de este mundo…
La gente está alborotada, inquieta por ciertos rumores adornados, surgidos de quien sabe quién.
Los medios se ocupan y disfrutan, fieles a su idiosincrasia sensacionalista, a avivar cada vez más la llama de la intriga.
¿Será verdad?, ¿será mentira? ¿O quizás ni lo uno ni lo otro?
Nadie podrá saberlo… solo ellos.
Mil razones circulaban en bares, reuniones de amigos, redes, almuerzos familiares, en el súper, la farmacia y en la puerta de la escuela.
¿Qué había sucedido? Las apuestas subían de tono… no importaba que se tratara de personas con sus historias, que se transgrediera la integridad o intimidad, era el tema del momento y había que hablar.
Todo valía a la hora de juzgar.
Infidelidad, cansancio, soledad, incomprensión, dinero, vivencias, realidad, pasado, presente, futuro… Todo podía ser, pero solo ellos sabían la causa de su conflicto…
La alcoba del presidente y la primera dama era la única testigo del desenlace.
Silencios, llantos, reclamos subidos de tono, proximidad, lejanía, exceso de oxígeno, falta de oxígeno, corazones agitados fueron en ese momento los protagonistas.
Como cualquier pareja, ellos aman, sienten, sufren, disfrutan, se ilusionan, se desilusionan, dan y esperan. Como yo, tú y aquel, son personas, personas de carne y hueso, seres humanos en los que proyectamos aquello que tal vez quisiéramos ser y no lo somos. ¿Y por qué no? Ellos tampoco lo son.
Y ahí andamos todos, entreverados entre el clamor de libertad y respeto, y la transgresión burda de la de los demás.
Jardines, pérgolas, vitrales y caireles no fueron suficientes para aliviar el otoño que deshoja el alma.
La noticia es fría y tajante…se separaron, se rompió, abandonó… El regocijo de la sentencia no da lugar a la esperanza de un nuevo amanecer en la pareja.
Pero el amor todo lo puede y seguro ellos pronto vivirán una nueva primavera. Su cielo se nubló, pero las nubes pasan… de eso se trata la existencia, la vida en pareja y en comunidad; ¿quién no transitó por estos caminos alguna vez? Somos humanos…son humanos…
El nuestro presidente.
Ella nuestra primera dama.
Trabajadores incansables, comprometidos con un pequeño gran país.
Juntos, la combinación perfecta, siempre que para ellos también lo sea.
La alcoba presidencial, una vez más será la muda testigo del desenlace de esta historia.
Sandra Rusch Morono
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