Vivimos en tiempo de crisis. Si le preguntamos a un materialista militante –da lo mismo que sea un liberal o un marxista– qué es una crisis, nos responderá que es “una reducción en la tasa de crecimiento de la economía”.
Ahora bien, si le hacemos la misma pregunta a un ciudadano común y corriente, quizá nos repregunte: ¿por dónde quiere que empiece, por el sueldo que no me da para llegar a fin de mes? ¿O por lo ideologizada que está la escuela a la que asiste mi hijo? ¿Por los niños que piden en la calle porque sus padres, drogadictos, no se ocupan de que vayan a la escuela? ¿O por los cincuenta católicos nigerianos a los que unos dementes mataron durante la celebración de la Misa?
Crisis, para la Real Academia Española, tiene varias acepciones; pero quizá, la mejor definición, sea la más concreta: “Situación mala o difícil”. ¿Y qué es lo que quiere la gente cuando se encuentra en una situación mala y difícil, cuando todo parece ser una sola y enorme crisis? Estabilidad.
Pero… ¿cómo lograr la estabilidad en un mundo en el que hasta la propia “célula básica de la sociedad”, la familia, atraviesa una profunda y grave crisis?
No tenemos la receta, pero quizá podamos dar algunas ideas. Lo primero, claro está, es procurar la estabilidad de la propia familia. ¿Cómo se consigue? Preparándose para vivir en familia, para ser marido, para ser esposa, para ser padre o madre. Hoy existen en el mundo –y en Uruguay– una buena oferta de cursos, conferencias o talleres que ayudan a los esposos a mejorar su relación conyugal y a criar a sus hijos en este mundo tan complicado. Procurar este tipo de formación para vivir en familia es hoy tan o más importante que capacitarse para el trabajo o entrenar para hacer deporte. Si dedicamos tiempo al trabajo y al deporte, ¿por qué no hacerlo para mejorar la estabilidad familiar? Sobre todo, porque buena parte de la estabilidad personal y de la estabilidad social depende de la estabilidad de la familia. A familias rotas, personas rotas y sociedad rota; a familias fuertes, padres e hijos fuertes, y sociedad fuerte: estable.
Además de formarnos para que nuestra vida en familia sea más un placer que una carga, o bien, para adquirir la capacidad de vivir con heroísmo y alegría las mil cargas que conlleva la vida en familia, es necesario formarnos bien y formar muy bien a nuestros hijos. Así, estaremos promoviendo un círculo virtuoso. Y si somos generosos e invitamos a muchos al banquete de la vida, el solo hecho de tener que convivir con sus hermanos será de mucha ayuda en la formación de los hijos.
Ayuda a la estabilidad, una buena formación humanística, realista, de fuerte contacto con la naturaleza y con los buenos y grandes libros de la literatura clásica. La lectura de los clásicos nos ayuda a redescubrir lo más profundo de nuestra naturaleza humana, lo cual brinda una mayor estabilidad a nuestro pensamiento, a nuestras emociones, a nuestra alma.
Si logramos que los chicos aprendan a pensar, antes que a hacer, luego sabrán por qué hacen –o no– las cosas que hacen. O que no hacen. Si solo saben hacer cosas, pero no conocen los porqués, actuarán mecánicamente, como robots. Y lo que todo padre quiere es criar hombres libres, capaces de comprender y decidir su destino.
El apego a la tierra, también es un factor de estabilidad en la vida. Quien pueda tener un pequeño terreno propio –aunque sea un jardín– en el que instalar un pequeño huerto, verá, si le dedica tiempo, que su vida se vuelve más estable. Ya lo dijo Horacio en el Epodo II: “Dichoso aquel que, lejos de los negocios, como la antigua raza de los mortales, los campos paternos con su yunta labra, libre de toda usura, y no le despierta, soldado entre las filas, el terrible clarín, quien no teme al mar airado, evita el foro y los soberbios umbrales de los más poderosos ciudadanos”.
Por supuesto que la vida rural no es idílica. Quien vive del campo sabe que los precios y el clima, con sus cambios constantes, no contribuyen a la estabilidad. Pero si lo hacen el sentido de pertenencia, el verde, el cielo y la posibilidad de mirar lejos…
Si a todo esto le sumamos una fe profunda y unas ideas claras acerca del origen del mundo y del destino del hombre, la estabilidad será casi completa, a pesar de los sobresaltos que nos provoquen noticias terribles, alegrías inesperadas o… martillazos en los dedos. Muy grandes habrán de ser las olas para desestabilizar una barca construida con tales materiales…
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