“Como el perro que da varias vueltas y se queda en la última” de esa manera el maestro Roberto Diringuer llegó en 1998 a Alejandro Gallinal (Cerro Colorado), se enamoró del pueblo y lo eligió como su última parada. Maestro durante más de veinte años donde los tiempos y la gente eran diferentes, integrante de uno de los grupos musicales y vocales que “dejaron huellas” en la cultura nacional, escritor, investigador y comunicador, hoy tiene la responsabilidad de marcar el tiempo de su gente a través de “La botica”, programa periodístico musical que conduce cada mañana en la radio comunitaria El Carrillón FM 99.7
El silencio de la mañana se rompe con las voces del pueblo que salen a tropeles de las radios encendidas desde muy temprano solo interrumpidas por el rugir de los camiones cargados con maderas provenientes de las forestales de la zona. En las casas suenan los acordes de canciones populares que se alternan con las noticias del pago e informaciones nacionales e internacionales que les permite a sus habitantes estar al día con las noticias. Se trata de “La botica”, el programa radial conducido por el maestro Roberto Diringuer, que se emite cada mañana de lunes a viernes en El Carrillón FM 99.7 de Cerro Colorado. La radio comunitaria funciona desde hace siete años en el Carrillón de esa localidad floridense. Se trata de una construcción arquitectónica digna de ser visitada y conocer la historia detrás de sus paredes, con una torre de 36 metros dominada desde arriba por una maquina provista de 23 campanas conectadas a un reloj traídas desde Holanda en 1962 y donadas por Alberto Gallinal.
Las distancias siempre cobran sentido en el interior profundo y El Carrillón FM de Alejandro Gallinal, más conocido como Cerro Colorado, es un claro ejemplo. Emplazado en el kilómetro 143 de la ruta 7 se encuentra a 72 kilómetros de Florida, 70 de Tala en Canelones, 75 de Sarandí del Yí en Durazno y 65 kilómetros de Batlle y Ordoñez en el departamento de Lavalleja. Vaya si es importante para sus pobladores contar con un medio de comunicación que los mantenga informados y que además sirva de entretenimiento para grandes y pequeños.
Y precisamente en este lugar lleno de historias, habitado por gente de trabajo, encumbrado en su momento por prestigiosos visitantes nacionales e internacionales que llegaban hasta la estancia San Pedro del Timote y eran recibidos y agasajados por Don Alberto Gallinal y su familia y provisto de un paisaje sonoro propio de nuestro medio rural es que el maestro Diringuer encontró su lugar en el mundo. A modo de confesión con ese estilo bonachón que lo caracteriza y con un sentido del humor propio graficó con suma precisión “como el perro que da varias vueltas y se queda en la última”, dando a entender en pocas palabras que de ahí no se va más. Cerro Colorado es un pueblo con 1.300 habitantes donde “nos conocemos todos” y además y sobre todas las cosas “donde no te podés pelear con nadie porque son todos parientes” dice entre risas al momento de ser entrevistado por La Mañana.
Llegó por primera vez con su guitarra
Conoció la localidad en una de sus actuaciones contratado por la intendencia de Florida (de las tantas que lo tuvieron haciendo kilómetros con la guitarra debajo del brazo). Corría el año 1998 y en esa oportunidad se descubría el busto a Don Alberto Gallinal en la plaza del pueblo. No hay duda que no se trataba de un acto más. Era mucho lo que se había gestado bajo la iniciativa de ese hombre que no solo les había dado el Carrillón (único en su tiempo tanto en país como en el continente latinoamericano), una policlínica para atender los pacientes de la zona, una comisaría (centro fundamental y estratégico de todo pueblo en esa época), un teatro de verano (ahí se puede apreciar la importancia que para Gallinal tenía la cultura expresada también en el interior profundo), entre varios otros espacios públicos. Tal vez en alguna parte estuviera escrito que justamente ese acto y esa actuación deberían ser el comienzo de una relación que unió para siempre a nuestro entrevistado con esa pequeña localidad.
Íntimamente enamorado de la historia, la cultura, la docencia y las tradiciones a partir de ese entonces comenzó a impartir charlas y brindar shows a los visitantes de la estancia turística San Pedro del Timote, actividad que sigue desarrollando en la actualidad. Y de a poco se fue afincando en la zona hasta que junto a su esposa decidieron que el pueblo Alejandro Gallinal sería su última estación. Desde ese lugar en una forma provocadora y provocativa ha tratado junto a sus vecinos desarrollar actividades culturales (feria del libro en el salón parroquial con muy buen éxito), tradicionalistas (fiestas criollas y gauchas) o los fogones de San Juan que se llevará a cabo el próximo 25 de junio entre una variada y nutrida agenda de actividades, intentando quitar ese concepto erróneo de que “en el interior nunca pasa nada”.
Una herencia bendita
Durante toda la charla que mantuvo con La Mañana siempre estuvo presente la música (herencia de familia, su madre tocaba el piano en casa y la radio siempre estaba prendida) como tema central y la guitarra como su instrumento predilecto. Es que recorrió el país e inclusive atravesó sus fronteras llevando las canciones donde “dejamos una huella” dijo al referirse a “Cantares 4”, grupo que permaneció vigente durante 30 años y donde junto a Washington Caula, Nelson González y Pedro Piñeyro desfilaron por un sin número de escenarios nacionales e internacionales. Con este cuarteto ganaron el primer premio “Todo el Uruguay canta en Durazno” en 1977. Diringuer no entiende la música “sin una buena poesía que te forme en pensamiento” donde cada una de las canciones deben tener letras que enriquezcan a quienes las cantan y a quienes las escuchan. Y fue precisamente la música por la cual decidió permanecer en Florida donde aprendió de grandes músicos locales, para luego estudiar magisterio, profesión que abrazó durante más de veinte años.
De aulas y de libros
Gran parte de su docencia la desarrolló en escuelas rurales, aunque también le tocó regresar a su barrio, el Prado Español en la ciudad de Florida, y ejercer el magisterio en la escuela N°109 cuando las necesidades eran otras y había que atenderlas a todas. Su primer destino fue la N° 5 de 25 de Mayo en 1974, año en el cual aprendió tanto como lo había hecho en los salones del Instituto de Formación Docente porque a veces en la experiencia se aprende más que en los libros y los niños y sus contextos también son maestros. Por momentos con añoranza le vino a la memoria su pasaje por algunas escuelas rurales en zonas “de muchas casas con gente de mucho trabajo, muchos tambos (donde todo estaba) muy parcelado” y con pena añade “hoy pasas por allí y me da mucha pena porque se ven muchas taperas”.
La tranquilidad del pago chico tal vez haya sido cómplice del maestro Diringuer que además cuenta entre sus tareas diarias la de seguir produciendo excelentes materiales históricos y literarios a través de sus libros. “Gerónimo Farias: un criollo de ley”, “San Pedro del Timote: desde los Jesuitas al hotel de campo” y “El combate de Cerro Colorado”, son tres obras minuciosamente logradas a través del trabajo de alguien inquieto por las raíces de nuestros pagos y nuestra gente. Pues “lo más importante es saber escuchar y entender lo que te dice el paisaje sonoro” dice en cierto momento de la entrevista cuando la conversación se posó en los beneficios que te regala la tranquilidad del campo. Ante la pregunta del periodista Diringuer no dudó un segundo en contestar “somos enteramente felices de estar acá”, en su lugar en el mundo.
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