Cualquier profesor de una escuela de negocios en Uruguay podría explicarlo en media hora, café mediante, sin necesidad de pagar costosas consultorías.
El principio es que no se abren las porteras a la competencia, así como así, en un negocio que es intensivo en el uso de capital, como lo es el tendido de una red de teléfonos e internet. Máxime cuando el jugador dominante hizo recientemente costosas inversiones en tecnología de punta, mientras que los nuevos “competidores” entran gratis por la puerta de atrás con tecnologías de la época de la Guerra Fría y sin comprometerse a nuevas inversiones.
Según un informe de la consultora internacional PwC, disponible en internet, el entorno competitivo ofrece a las empresas de telecomunicaciones “tradicionales” como Antel dos opciones estratégicas. La primera consiste en diversificar el negocio, buscando aumentar los ingresos de la empresa expandiéndose en negocios complementarios. Dentro de esta estrategia entra la compra de Time Warner (contenidos) por parte de AT&T (red de telecomunicaciones), o la entrada de Orange (red de telefonía móvil) en el negocio de los servicios financieros. Durante su gestión a cargo de Antel, la Ing. Carolina Cosse procuró avanzar en este sentido. Pero resulta muy difícil que una empresa bajo el marco del presupuesto público compita en segmentos dinámicos como el de contenidos o el de los servicios financieros. No en vano, la innovadora herramienta TuApp diseñada por Antel, quedó condenada al sueño de los justos, a la espera de que los bancos se animaran a hacer inversiones similares. Previsiblemente, TuApp terminará difundiéndose en serio recién cuando la banca privada esté “lista” para competir.
La segunda opción estratégica pasa por potenciar las ventajas existentes de la empresa en términos de infraestructura y conectividad, aumentando inversiones y buscando mantenerse competitivo frente a la presión global por la baja de costos. Para PwC, las empresas que optan por esta estrategia deben tener en cuenta dos factores clave: por un lado, el horizonte temporal para amortizar sus inversiones en infraestructura, y por otro, la capacidad de la empresa para defender su posicionamiento dentro del mercado. Esto último se logra mediante barreras de entrada –p. ej. las regulatorias– o a través de las economías de escala.
Claramente, la segunda es la única opción estratégica viable para Antel dadas las limitantes explicadas anteriormente. Es por ello que el tendido de fibra óptica por todo el país fue una muy buena decisión. De la misma manera, resulta difícil encontrar algún motivo estratégico para el Antel Arena, dirigiendo recursos preciosos hacia activos físicos que no refuerzan el posicionamiento estratégico de la compañía.
De lo anterior se desprende que Antel debería concentrar sus recursos en (1) reforzar la infraestructura para seguir construyendo economías de escala, y (2) en defender legalmente su posición dominante. Es a la luz de este análisis que no se entiende la decisión tomada por el Gobierno, hecha pública esta semana por el director de DINATEL. Claramente los competidores van a querer perforar esa posición dominante mediante estrategias legales. Será función de Antel defenderse, porque de no mantener su posición dominante, no le resultará rentable realizar las inversiones para reforzar la infraestructura. Mucho menos las harán sus competidores buscadores de rentas, que procuran entrar en un negocio ya armado por la empresa nacional.
A Antel se le abre entonces la siguiente disyuntiva. Con su mercado perforado por el propio Estado, no le será tan rentable ingresar en nichos innovadores. A modo de ejemplo, con el nuevo marco regulatorio firmado por DINATEL, hoy a Antel no le hubiera resultado rentable aventurarse a cablear con fibra óptica las zonas costeras de Montevideo, que ya disponían de cable coaxial provisto por los canales de aire. Eso resultaría inevitablemente en el abandono de uno de los segmentos más rentables de la empresa a favor de las empresas hoy beneficiadas por la medida de DINATEL. El resultado sería que en Montevideo no contaría con fibra óptica para otras aplicaciones, como el de ciudad inteligente, cámaras de seguridad con reconocimiento facial, etc. ¿O no nos damos cuenta que el auto inteligente requiere de la tecnología de internet de las cosas?
La contracara de la entrega de los segmentos rentables de Antel es que la empresa estatal contará con menos recursos para ofrecer los mismos servicios en los segmentos menos rentables de su negocio, y que la obligan a mantener infraestructuras en zonas distantes y con poca densidad de población. Una verdadera competencia implicaría obligar a los privados a ofrecer servicios en todo el territorio nacional. De lo contrario este tipo de “competencia” es del mismo tipo de la que se le introdujo en el pasado a ONDA, habilitando competidores en las rutas rentables del país (1, 3, 5 e Interbalnearia), dejando a ONDA para cubrir las frecuencias a Tomás Gomensoro o Masoller. El resultado lo conocemos los uruguayos que recordamos con cariño a ese galgo que rugía con su Detroit Diesel de dos tiempos….
En su edición del pasado domingo, El País hace un esfuerzo editorial por justificar la intempestiva medida con un breve comentario en la sección “Se dice”. La decisión del gobierno de habilitar a las empresas de cable para vender internet se basa en la decisión de la Suprema Corte y de lo contrario, “el gobierno se exponía a un juicio millonario”. Parecería que algún publicista le agarró un gusto preocupante por los “cucos” con los juicios al Estado, como si en lugar de dirigir su mensaje a una ciudadanía educada, se estuviera refiriendo a masas cretinizadas.
Esta actuación del Estado refleja un mal cálculo de estrategia legal, cosa que cualquier litigante avezado podría explicar con claridad. Constituye una invitación para que el Estado claudique de sus privilegios y prerrogativas sin siquiera ofrecer resistencia, abriendo la puerta a que cualquiera se envalentone con un juicio al Estado. Paradojalmente, en su columna en la misma página de El País, Francisco Faig sugiere que estamos al borde de una guerra civil. ¿Señores, no entendemos que la claudicación del poder del Estado es la base de la anarquía y todos los males? ¿Y si a los narcos se les ocurriera hacer juicio al Estado contra su monopolio de la Policía? Dinero y abogados no les faltan… Ya que están por el barrio, ¿por qué no les ofrecemos la seguridad del mismo? Posiblemente con un equilibrio de ese tipo en el corto plazo hasta pudiera bajar la criminalidad… ¡y hasta algún libertario diletante se anime a promover la solución en algún panel televisivo nocturno!
Claro que a PwC no se le ocurrió una tercera alternativa estratégica, porque sería irracional desde el punto de vista del director de una empresa que apunta a fortalecerla. Pero si tenemos en cuenta que no son pocos los que quieren matar a la empresa pública, ante la alternativa de no poder privatizarlas, la única opción disponible es convertirlas desde adentro mismo del Estado en una especie de bonsai. Es con este razonamiento que todavía algunos albergan la esperanza de desactivar la refinería de ANCAP o de vender activos logísticos que serían muy valiosos para su eventual competencia. Atentos con la entrega de Carboclor que se viene…
Finalmente, debo expresar que nunca me quedó muy claro el rol que el director de DINATEL tuvo en el negociado entre Netcom y el ministerio de Turismo. Convenientemente, todo el sistema político eligió al anterior ministro de Turismo para cargarle las tintas, en un momento apropiado para tapar con mucho humo otras cosas que ocurrían por esos días. Pero dada esta reciente e intempestiva medida que amenaza con transferir cientos de millones de dólares en la valorización de Antel hacia operadores privados, no nos queda más remedio que llamar a la ciudadanía a estar atenta a que no le pongan rueditas a las empresas nacionales.
Sigfrido Vaz
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