El pasado domingo 3 se celebró en Cerro Chato, los 95 años de la primera participación de la mujer en una jornada cívica que tuvo por eje principal la participación en el sufragio.
Se trató de un Plebiscito Consultivo, en una pequeña localidad ubicada en el centro de nuestro país, para determinar a cuál de los tres departamentos (Florida, Durazno o Treinta y Tres) le correspondería la jurisdicción municipal de esa localidad.
Si bien el resultado de esta consulta, de la que salió vencedor Durazno, aunque nunca se tuvo en cuenta la decisión popular, no podemos dejar de destacar la importancia que reviste para la época.
En primer lugar porque reafirmó el principio artiguista de la Soberanía Popular que seguía vivo más allá de la supresión de los Cabildos por los Constituyentes de 1830.
En segundo lugar, porque esa decisión homologada, por el en ese momento Presidente de la República Juan Campisteguy, revivía el espíritu de las elecciones del 30 de julio de 1916, donde él junto a su líder Pedro Manini Ríos lograron imponer el voto secreto, como una de las garantías básicas del correcto funcionamiento de la Democracia.
Y en tercer lugar, con la habilitación de la mujer como elector valido, se seguía ensanchando el concepto de sufragio universal -lo contrario al reducido voto censitario- que estuvo en la base de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente 11 años antes.
Lo que nunca se debe perder de vista es que las conquistas sociales no surgen por generación espontánea, sino que son el resultado de la tenacidad de determinados dirigentes que con empeño y tesón van preparando el terreno para que los logros sociales se hagan realidad.
No hay que olvidar que, en la fundación del Movimiento Anticolegialista de 1913, se defendía en toda la banda la generalización del derecho al sufragio. Pero además se agregaba en su plataforma electoral y en su programa político, entre otros los postulados del derecho e igualdad civil para la mujer.
Merecen especial mención las infatigables activistas del sufragio femenino -para sólo evocar a dos- Paulina Luisi, médica y docente y la abogada Sofía Álvarez Vignoli que fue una de las primeras mujeres que ingresó al parlamento donde logró hacer aprobar la Ley de Derechos Civiles de la Mujer.
Más allá de si fue en Uruguay o en Ecuador o en Brasil donde por primera se asomó la mujer a ejercer responsabilidades cívicas en nuestro continente, solo conviene destacar que Rita Ribeira, la primera mujer en votar aquel histórico día de julio en Cerro Chato, no era ni siquiera uruguaya, era de origen brasileño. Bastó la firme decisión de un gobierno para poner la piedra fundamental en un camino que no se detuvo -once años después- hasta protagonizar el primer sufragio en que la mujer decide una elección nacional como sucedió en marzo de 1938 y consolida la plenitud de sus derechos ciudadanos. Seguramente en esta ocasión sí, hicimos punta en Latinoamerica.
Walter J. Pangallo
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