La compra de casi mil hectáreas de campo por parte de Bill Gates en Dakota del Norte encendió las alertas de las autoridades estatales de EE.UU. El fundador de Microsoft ya acumula más de cien mil hectáreas de tierras que producen todo lo que según su “filosofía” no se debería producir: carne vacuna, maíz genéticamente modificado, etc. Pero el problema esta vez es que Gates intentó hacer su compra a través de su trust, Red River, detrás del cual protege su identidad, en aparente violación de una ley estatal de Dakota del Norte que data de 1932. Ese año, los habitantes de Dakota del Norte aprobaron mediante referéndum la prohibición de que las tierras de cultivo fueran propiedad de empresas, ya que las consideraban una amenaza para la agricultura familiar, las comunidades rurales y la cultura de Dakota del Norte. La explicación de esta ley se encuentra en la Gran Depresión, cuando los agricultores de todo el “midwest” norteamericano perdieron sus campos, que se absorbieron por empresas que, gracias a la crisis, lograban comprar las tierras a precios de liquidación. Es un escenario que Uruguay evitó en la época gracias a las oportunas medidas tomadas por el gobierno del Dr. Gabriel Terra.
Luego de haber provisto la información requerida por el Fiscal General de Dakota del Norte, Gates logró hacerse de la nueva parcela de tierra, algo de lo probablemente no presumirá ante sus secuaces en la próxima reunión de Davos. Seguramente no va a encontrar el mismo problema en Uruguay, país que tiende a ponerle alfombra roja a todo aquel que nos asegure una comisión inmobiliaria de corto plazo. No importa si estamos atrayendo hacia nuestro país al enemigo No.1 de la ganadería, un personaje que perfectamente podría querer convertir nuestra principal actividad en una reserva ecológica. Lo cierto es que el mundo está inundado de dinero buscando tierras, y no sería buen negocio para el país que instrumentos opacos como los trusts o fondos de inversión sigan haciendo con total libertad lo que no les está permitido en sus propios países. Las mismas estructuras que en la última década sirvieron para esconder compras de tierra del Lava Jato, mañana pueden servir para que supuestos filántropos como Gates intenten convertir a nuestro trabajo rural en uno de jardinería.
Antonio Raimondi
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