José Ortega y Gasset. Jordi Gracia. Taurus, 2014. 715 págs.
España, nuestra madre patria, es demasiada vasta en sus luces y en sus sombras, en su grandeza y en su dolor que, como para sintetizarla en un solo nombre.
Pero José Ortega y Gasset quizás cifre las búsquedas espirituales y filosóficas hispanas como pocos. “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” condensa parte de sus afanes: insiste en lo que está en torno al hombre, todo lo que lo rodea, no solo lo inmediato, sino también lo histórico, lo espiritual. El hombre, según Ortega, es el problema de la vida, y entiende por vida algo concreto, incomparable, único; “la vida es lo individual”, es decir, yo en el mundo, y ese mundo no es propiamente una cosa o una suma de ellas, sino un escenario, porque la vida es tragedia o drama, algo que el hombre hace y le pasa con las cosas. Vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. La realidad circundante, en suma, “forma la otra mitad de mi persona”.
Ortega y Gasset (1883-1955) se merecía esta exhaustiva biografía. Las numerosas batallas “pero sobre todo dos: la primera es la de Ortega contra todos, la segunda es la de Ortega contra Ortega mismo. Las dos son fulgurantes y en las dos pierde Ortega. Pero esa es su forma de convertirse en el pensador y ensayista más moderno, estimulante y perdurable de la España del siglo XX y el de mayor difusión en Europa”. Aquí aparece el periplo de un héroe intelectual valiente, frágil, irritable, transgresor, ateo militante y ruidosamente jovial. Narra al hombre y al pensador, porque las causas profundas del pensador están en los avatares del hombre: sus petulancias y sus desfallecimientos, sus devaneos sentimentales y su autoestima desatada. Quizás la clave es que su gran herencia está hoy en una cosmovisión compartida: partidario de la racionalidad crítica, de la ética de la convicción y la libertad de la disidencia, de la imaginación como condición del pensamiento. “Nadie es orteguiano precisamente porque en Ortega están las raíces de una modernidad tan obvia, tan natural y evidente, que ha borrado por el camino todo rastro de Ortega”.
La “Revista de Occidente” fue uno de sus logros intelectuales que justificaría con creces acercarse a Ortega. Pero “La Rebelión de las masas” lo hace imperioso.
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