El emirato de Catar es un pequeño país independiente, tan pequeño que para sorpresa de muchos uruguayos entraría holgadamente dentro del departamento de Durazno, puesto que tiene una superficie de 11.586 kilómetros cuadrados, incluyendo las islas que lo acompañan. Con la contrapartida, también con sorpresa para muchos, de que se trata de un suelo desértico en su mayor parte, una península arenosa calcinada por el sol y rodeada por las cristalinas aguas del Golfo Pérsico; y poblada, hasta hace poco más de medio siglo, por tribus seminómadas y pequeñas poblaciones de pescadores dedicados a la recolección de ostras.
Sin embargo, este pequeño país rápidamente se ha convertido en uno de los más ricos del mundo, con un tipo de sociedad llena de contradicciones y polarizaciones desde el punto de vista social y cultural. Es que bajo la superficie de sus doradas arenas yace la tercera mayor reserva de gas natural en el mundo, circunstancia que lo ha convertido en el país con la más alta renta per cápita del planeta. Esto le ha llevado a alcanzar un desarrollo humano y económico dentro del mundo árabe solo por detrás de la Emiratos Árabes Unidos. Su economía es reconocida como de altos ingresos y figura en el puesto 29 en la categorización como país pacífico a nivel mundial.
El emirato, tal como se lo nombra por el tipo de gobernante, se encuentra en medio de un proceso de transformación planificada por varias décadas para acceder a una economía avanzada y autosustentable orientada a promover el turismo y el desarrollo científico y tecnológico como futuras bases de bienestar. Y no solo en dichas áreas, sino que ha invertido miles de millones de dólares provenientes de sus pozos petrolíferos en organizar los juegos asiáticos del año 2006 e invertirá muchísimo más en hacer conocer el país y brindar buena estructura y feliz estadía a los turistas que asistan al Campeonato Mundial de Fútbol 2022 que se celebrará este año. No es mérito menor, al tratarse del primer país árabe en conseguir semejante distinción.
También para sorpresa de varios ocurre algo parecido, aunque no muy parejo, con la península arábiga. Esta es la más grande del mundo, con una superficie de 3.237.500 kilómetros cuadrados y una población en el entorno de los 78.000.000, lo que representa un bajo nivel demográfico. Desde el punto de vista de la geografía, la península se encuentra ubicada en ancas entre Asia y África y está compuesta por siete países: Arabia Saudita, Yemen, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Catar y Kuwait. Según otra clasificación, también la integran Jordania, Iraq y Siria; y eventualmente Palestina.
Como vemos, son un polvorín de tierras mayormente desérticas y poco fértiles bajo cuya superficie se esconde una de las mayores riquezas petroleras del mundo.
Yendo concretamente al emirato de Catar, para ubicarlo en el mapa, representa un apéndice, una joroba de la península arábiga, con la que solo tiene frontera terrestre con Arabia Saudita, el país más grande dentro de la península. Geográficamente se encuentra muy próximo a las islas que conforman Bahréin, el Estado más pequeño y a los Emiratos Árabes Unidos. Países con los que, aunque distinto en sus lineamientos, comparten el mantenimiento de una misma política de transformar el perecedero petróleo en fuentes de turismo y modernización.
Un poco de historia
La pequeña península de Catar ha sido poblada a lo largo de la historia por tribus nómadas y escasa población flotante, hasta hace poco más de 60 años se produjo el milagro. Distintos pueblos pasaron y lo recorrieron al amparo de su inmejorable ubicación geopolítica para el intercambio entre el Lejano Oriente y los puertos del Mediterráneo.
Los primeros habitantes registrados por la historia fueron los cananeos, también mencionados en la Biblia.
En el siglo I el escritor romano Plinio el Viejo dejó la primera referencia escrita sobre sus moradores, nombrándolos como los Catharrei; un siglo después el geógrafo Ptolomeo trazaba el primer mapa donde figura, llamándola Catara y dejando constancia de la existencia al este de una breve población con el nombre de Cadara.
En el siglo VII, las tribus nómadas se convirtieron al islám y el territorio pasó a depender de los califatos Omeyas y Abásidas, respectivamente. Nuevamente su ubicación para el comercio de las especias que llegaban del Lejano Oriente fue propicia para la instalación costera de factorías donde se comerciaba con las caravanas que llegaban desde los puertos del Mar Rojo y del Mediterráneo. La población subsistía tradicionalmente de la producción de los oasis y de la pesca, fundamentalmente de la recolección de ostras con perlas que abundaban en las aguas del golfo.
A partir del siglo XVI el territorio cayó bajo la influencia de las potencias coloniales europeas, asentándose finalmente el dominio de Inglaterra. Las costas del golfo se poblaron de piratas que entorpecían el comercio en su ruta hacia la India, lo que llevó a la intervención inglesa en defensa de sus intereses, que desde mediados del siglo XIX promovieron el acceso al trono de la familia Al Thani, la que de una forma u otra se ha mantenido hasta ahora en el poder.
En 1871 la península pasó a depender del gobernador otomano de Basora, luego pasó un período en manos del reino de Persia y luego en poder de los turcos hasta el año 1915 en que, tras la caída del Imperio otomano, los ingleses y franceses se repartieron parte de sus posesiones.
En el año 1916, Catar se convirtió en un protectorado británico hasta alcanzar su independencia en el año 1971, fecha en la que pasó a formar parte de la Federación de Emiratos árabes del Golfo Pérsico; y luego parte de la Liga Árabe y de la ONU.
Sin embargo, son otras las fechas determinantes de su historia y que debemos tomar en cuenta para valorar su desarrollo; fechas que marcan un antes y un después entre el suelo arenoso poblado por tribus nómades dedicadas al comercio costero y una nueva visión de país y civilización que apuesta por el futuro. Tomando un camino no aceptado por todos, discutible en ciertos aspectos pero muy efectiva en otros.
La primera fecha a señalar es en el año 1940 cuando se descubrieron los primeros yacimientos petrolíferos. Luego siguieron apareciendo hasta que se comprobó que todo el subsuelo y el de las aguas que lo rodean está sustentado por petróleo y gas natural.
Y la segunda fecha es a partir de 1971, tras la declaración de independencia, en que la visión del emir y de sus sucesores optó por transformar la riqueza petrolífera en un bosque de cemento lleno de atractivos turísticos como forma de mantener y proyectar la riqueza hacia el futuro.
Fue una sabia medida porque la prosperidad del petróleo, si no se aplica bien, puede tener consecuencias negativas. Conocemos bien los casos de algunos países latinoamericanos, que no han sabido aprovecharla y cayeron en su propia trampa. Pero esto también es porque la duración del petróleo es finita, no solo porque las reservas, por más abundantes que sean, llegará un momento en que se terminen sino porque la tecnología del mundo avanza rápidamente en sustituir las energías fósiles por las llamadas limpias como la solar o a eólica, que son prácticamente inagotables. Y casi no producen contaminación como la que produjeron el carbón en el siglo pasado y la que produce el petróleo en el presente.
Entonces la medida del emir Hamad bin Jalifa Al Thani y la de los vecinos Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos ha sido providencial.
Claro que el progreso ha tenido y tiene un alto costo humano y social como lo veremos en un próximo artículo. Pero todo en la vida tiene su precio, toda moneda tiene dos caras; y sus partidarios y sus detractores.
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