Paul Claudel (1868 -1955), el célebre poeta y dramaturgo francés que ocupa un destacado lugar en la literatura universal, tuvo en su juventud dos experiencias fuertes que marcaron profundamente tanto su vida espiritual como su obra literaria. Ambas revelaciones y las circunstancias en que se produjeron han sido descritas en detalle por el autor.
Los primeros años
Paul Claudel nació el 6 de agosto de 1868 en un pequeño pueblo de la campaña francesa. Era el menor de los hermanos entre quienes estaba Camille, que sería años más tarde una muy conocida escultora.
El ambiente familiar, conflictivo, aunque estable, no satisface del todo al niño Paul, quien pasa mucho tiempo solo en medio de la naturaleza del entorno.
La vocación de su hermana por la escultura, que le llevó a ser alumna de Rodin, hizo que la familia se trasladara a París, en donde Paul pudo cursar sus últimos años de colegio en un ambiente impregnado por la exaltación del materialismo y del racionalismo extremo propio de la época. Su inclinación por la poesía, que se había manifestado desde niño, no se convertirá en una firme vocación hasta años después, cuando experimente una de sus revelaciones.
Las epifanías
En año 1886 el joven Paul Claudel tiene dos experiencias importantísimas que serán fundamentales en su vida. La más conocida es lo ocurrido el día de Navidad en la iglesia de Notre Dame mientras un coro de niños cantaba el Magníficat. El joven Claudel, de 18 años, había entrado solo en busca de un placer estético y de forma inesperada y contundente sintió la convicción de que estaban claras todas las verdades de la fe. Claudel cuenta con todo detalle cómo fue su repentina conversión, incluso indicando el sitio preciso en que estaba en ese momento: “de pie, entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía. Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla”.
La extensa descripción se extiende varias páginas en su libro “Ma conversión”, escrito 18 años después del acontecimiento y también en varias cartas dirigidas a sus amigos, que también relatan sus luchas interiores, sus conflictos con todo el aparato eclesiástico que no siempre condice con la sublime majestad de Dios, al que se refiere como: “Un ser nuevo y formidable, con terribles exigencias para el joven y el artista que era yo, se había revelado, y me sentía incapaz de ponerme de acuerdo con nada de lo que me rodeaba”.
Seis meses antes había ocurrido el otro gran acontecimiento de su vida que fue la lectura de “Las iluminaciones” de Rimbaud, donde se vislumbra la pulsación de lo sobrenatural en oposición con el naturalismo y el positivismo de la época. En cuanto a esto Claudel dice: “Siempre recordaré esta mañana de junio de 1886 en que compré el cuaderno de La Vogue que contenía el principio de Les Illuminations. Fue realmente una iluminación para mí”.
Es a partir de esa lectura que Claudel confirma su vocación por la poesía y empieza a escribir, al tiempo que inicia sus estudios de Derecho. De ahí en adelante irá surgiendo su obra literaria de primer nivel, que abarca también el drama y en ensayo.
En su libro “Arte poético” Paul Claudel afirma que “el hombre se forma interiormente con el ejercicio y se forja respecto a lo exterior mediante choques”, premisa que parece demostrar su propia vida en la que opciones fundamentales le acontecieron de manera súbita.
El legado del poeta
La carrera diplomática de Claudel lo llevó a residir largos períodos en el exterior durante los que no dejó de escribir, dando a conocer numerosos ensayos y libros de poesía y más de una veintena de obras teatrales con gran contenido poético, entre las que destaca “El zapato de raso” y “La Anunciación a María”, obra magistral, escrita en versículos, definida por Claudel como “misterio medieval en cuatro actos y un prólogo”.
“El libro de Cristóbal Colón”, “Juana de Arco en la hoguera” y “Crisis de mediodía” llegaron a representarse en Buenos Aires.
En cuanto a la poesía, al simbolismo de Rimbaud, Mallarmé, Verlaine y Baudelaire, que mucho influyeron en sus comienzos, Claudel aporta elementos arcaizantes de tono épico, sacramental, propio de salmos y plegarias, pero perfectamente amalgamados con la modernidad.
Un bello ejemplo es su poema “A los mártires españoles”, escrito por Claudel como prólogo del libro “La persecución religiosa en España” de Joan Estelrich.
El poema está centrado en la índole espiritual del conflicto y en una persecución, iniciada en los años 30, que fue de las más grandes de la historia, culminada en la guerra civil con el asesinato de más de 7000 religiosos y la destrucción de cientos de iglesias.
Paul Claudel pone énfasis en el sentido escatológico que sobrepasa totalmente lo político. Hace en su poema referencias a la Biblia, en particular a los textos de San Juan. Sufrir persecuciones es algo inherente a la Iglesia, desde los tiempos del decadente Imperio romano hasta los de las revoluciones materialistas que necesitan destruir el viejo mundo para mantener sus utopías.
Claudel en su poema busca resaltar que los sufrimientos presentes no carecen de sentido, sino que lo adquieren en un nivel trascendente. De ahí el impresionante verso final: “Y todo esto que ha sido sacrificado, los ángeles lo han recogido respetuosamente y lo han llevado al interior del Velo”.
Madrid, julio 2022
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