Una vez más Suárez sorprende a propios y extraños con una jugada inesperada. La hinchada de Nacional y su Presidente fueron claves. La celeste sabe que Lucho ya tiene donde jugar hasta el Mundial. “ERA INEVITABLE”.
Todo comenzó el 7 de julio, hace casi tres semanas. La noche anterior, Vélez había eliminado a River de la Copa Libertadores. Al mediodía siguiente, Luis Suárez fue entrevistado por la cadena argentina ESPN y dijo que al quedar fuera de la Copa ya no iría al equipo argentino. De pronto, en la misma nota cuenta que está dolido porque nadie de Nacional lo llamó a ver cómo estaba y que el club de sus amores debió intentar convencerlo, ya que con los tricolores el tema dinero no sería jamás un impedimento. El problema es que también pidió que no lo llamaran ahora, porque entendía que lo había generado él y eso no lo veía bien. Tanto en ESPN, como en la tarde del 7 de julio en Radio Sport 890, fue claro en sus conceptos.
“Si Nacional me hubiera brindado cariño desde un principio, desde que se abrió la posibilidad, y yo dije que no quería ir a Argentina, pero te tratan tan bien, te quieren, te insisten, y no por un tema económico, es un tema deportivo”.
“El llamado ahora sería incoherente porque Luis Suárez estaría pidiendo que lo llamen (…) Yo no quiero ahora que me llame Nacional, fue solamente un comentario porque estaba la posibilidad, yo no le cerré las puertas a nadie”.
“Queda feo que ahora diga ‘ah, me llama Nacional y voy a ir’. Si realmente no se interesó es porque no me necesita, y está perfecto, solamente di una opinión porque es lo que sentía (…) El jugador necesita cariño y estar donde lo quieren. Te insisten y te sentís valorado”.
Movió la dirigencia y la hinchada
¿Qué pasó luego? En primer lugar, la directiva de Nacional se sintió aludida, obviamente, y su presidente José Fuentes decidió tomar el toro por las astas.
Durante varios días los dirigentes de Nacional hicieron declaraciones públicas, que lejos de mostrar molestia, le pedían, le avisaban y hasta le suplicaban a Luis Suárez que dejara de lado su dolor y aceptara la invitación de venir a Nacional.
Plata para competir con mercados poderosos no había, pero se apoyaban en lo dicho por el propio futbolista.
La hinchada de Nacional primero se sintió molesta en su mayoría, porque entendía injusto el reclamo ya que era impensada esa posibilidad. Pero más allá de eso primaba el “que no hable más y que venga igual”.
El 19 de julio José Fuentes se tomó un avión sin avisarle a nadie. Llegó a las 7 de la mañana del día siguiente a Madrid y consiguió avisarle a Luis que estaba allí y quería verlo. Suárez lo recibió en su casa cinco horas después. A la mañana siguiente el astro tricolor se estaba mudando para Barcelona.
El presidente de Nacional al salir de la casa del crack, pidió a la hinchada que intensificaran la campaña en redes sociales. El jueves a la noche en el Gran Parque Central se vieron 20 mil caretas con el rosto de Lucho y miles de carteles con el hashtag #SuárezANacional.
La presión comenzó a hacerse insostenible, los rumores crecían. Entre jueves y viernes se dio por hecho. El sábado se dijo que llegaría el domingo. El domingo fueron hinchas al aeropuerto a esperarlo. El presidente tricolor desmintió el vuelo y pidió calma.
El fin de semana aparecieron ofertas de Estados Unidos que en dinero eran difíciles de rechazar.
Pero ganó la hinchada de Nacional. Suárez ya no podía defraudar. No hay millones que compensen un dolor de ese tamaño. Y Suárez al único club al que puede llegar a jugar sin pensar en el dinero es al de su corazón, al que lo vio nacer, al que le permitió comenzar a jugar, a hacer goles y a conseguir su primera transferencia.
Luis Suárez se muestra humano, no es común un gesto de este tipo. Nadie puede discutir su derecho a negociar algunas condiciones que para nada le significarán a Nacional un gasto. Es claramente una inversión.
Ahora Luis Suárez tiene club, y como dije más de una vez en estas tres semanas, descartado River, descartado el futbol argentino, nada mejor que venir a Nacional. Queda tiempo para 10 o 12 partidos y en ellos afinar su puntería, su condición física, su relación con el balón, para estar a punto en el Mundial.
Con la celeste en el pecho no le pediremos lo hecho en Sudáfrica 2010, ni Brasil 2014 ni Rusia 2018. Tampoco lo que hizo en la Copa América ganada en 2011 o la friolera de goles en Eliminatorias que lo colocan como el máximo artillero de esa competencia y de la casaca color cielo.
Con 35 años puede que no esté para reiterar grandes hazañas, pero su vida ha sido tan diferente a todo, tan distinta a lo que todos esperan, que nadie puede saber lo que puede pasar con un Lucho feliz, enchufado y en modo mundial.
Medio país festeja, pero debemos festejar todos los que amamos a la Celeste y a nuestros ídolos. Porque Suárez es un ídolo celeste, uno de los dioses de nuestro olimpo futbolero, y vuelve a su casa y estará en la Copa del Mundo. Claro que hay motivos para festejar. Y como dijo Lucho: “Era inevitable”.
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