La suba mundial en el precio de las naftas y el diesel no se explica solamente con el alza en el precio del petróleo. Con las refinerías de Estados Unidos y Europa trabajando a máxima capacidad, el margen de refinación se ha multiplicado por casi tres veces desde que comenzara el conflicto en Ucrania, actuando como factor multiplicador en el precio final que pagan los consumidores. Afortunadamente, en Uruguay primó el sentido común y logramos proteger a la refinería de ANCAP de aquellos que pretendían cerrarla, basándose en supuesto que probaron ser equivocados.
Los mercados mundiales de petróleo y sus derivados se encuentran muy tensionados. Los precios se han disparado al alza como resultado de la combinación de restricciones en la oferta y una demanda en alza que siguió al final de la pandemia. El conflicto en Ucrania solo ha logrado agudizar la situación. Con una OPEP que no se muestra muy dispuesta a aumentar la oferta de crudo –o que no puede hacerlo rápidamente como ocurría en el pasado–, la única medida disponible a los gobiernos es influir sobre los precios, controlando precios u otorgando subsidios.
Pero el problema no se limita al mercado de crudo. En Europa y Estados Unidos las refinerías están funcionando hoy día al límite de su capacidad instalada. Si bien esto se atribuye en parte al aumento de la demanda posterior a la pandemia, en gran medida también es resultado de las medidas adoptadas por los gobiernos en su transición hacia las energías renovables. Según un estudio reciente publicado por Bruegel, la capacidad de las refinerías se ha reducido entre 1 y 2 millones de barriles diarios en comparación con la capacidad existente a enero de 2020. Con una demanda en camino de recuperar los niveles de aquella época, esta menor capacidad explica la disparada en el margen de refinación.
China, por el contrario, se encuentra en una situación muy diferente a la de Europa y Estados Unidos, controlando el 17% de la capacidad global de refinación. Esto le permite mantener cómodos márgenes de capacidad ociosa, que incluso le permitirían aliviar la escasez mundial de combustibles. Sin embargo, durante 2021 el gigante asiático se movió en dirección contraria, decidiendo reducir sus cuotas de exportación de productos refinados y de esta manera agravando aún más la presión al alza de combustibles. Las autoridades chinas enmarcan la medida dentro de su plan de largo plazo de generar un cambio en su matriz de producción, formulando estrategias más amigables con el medio ambiente. Otros ven en la medida un intento por evitar que los derivados que normalmente se exportan a otros países asiáticos, tengan como destino final el resto del mundo. Lo cierto es que en el corto plazo China sigue acumulando reservas de crudo sin refinar, lo que le ofrece una gran ventaja estratégica en el nuevo escenario geopolítico global.
En función de esa complejidad que se aprecia en los mercados globales de crudo y sus refinados, resulta inevitable valorar la visión de esos gobernantes que en su momento decidieron dotar al país de una refinería propia, con todas las complejidades que ello pueda haber generado. Lo cierto es que la refinería de Ancap representa hoy una fuente de fortaleza y no una debilidad para nuestro país. Este es el verdadero significado de la soberanía de la cual algunos, con firmes intereses en la libre importación, pretendían degradar. Claro está que por estos días resulta difícil encontrar a los promotores de la libre importación de combustibles. Con los turcos en las puertas de Viena, los cocineros austríacos inventaron el croissant en el intento de congraciarse con el inminente invasor. Lamentablemente, en nuestro país se observan muchos comportamientos similares. Alfombra roja para el especulador extranjero, máxima presión sobre la empresa nacional, sea esta pública o privada.
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