En los últimos días, por diferentes medios y en distintos ámbitos, se ha venido hablando de la crisis que padeció nuestro país hace 20 años.
Desde estas páginas, hace dos números, dimos cuenta del evento organizado por el Intendente de Canelones Yamandú Orsi el 31 de julio, bajo el título ¿Qué aprendimos los uruguayos de la crisis del 2002? del que participaron Leonardo Costa, exprosecretario de la presidencia, Eduardo “Lalo” Fernández expresidente de AEBU, Carmelo Vidalin Intendente de Durazno, panel moderado por la periodista Carina Novarese.
La relevancia de esta reunión fue que todos los participantes no sólo fueron testigos de los hechos acaecidos en aquel entonces, sino también protagonistas, lo que permitió abordar un tema escabroso de nuestro pasado inmediato, con objetividad y sensatez, sin pretender sacar réditos políticos a hechos que resultaron dolorosos a todos los uruguayos.
“Las corridas eran terribles y los empresarios iban cayendo día a día, cerraban empresas y quedaban trabajadores en la calle. El país se hundía, pero había voluntad de buscar soluciones…”, expresaba Lalo Fernández con un concepto medular en la búsqueda de la supervivencia de las naciones: “Las políticas de Estado se hacen con todos los partidos políticos y con las organizaciones sociales también, con los empresarios, los trabajadores. Hay que poner cabeza para todos, no para un solo lado”.
Y cerrando este encuentro en el que se manejaron tan valiosas apreciaciones, el Intendente Orsi manifestó: “Cuando el ciudadano ve esos gestos de diálogo, recibe una buena señal, un gesto de conversemos…”.
Demasiada literatura se ha hecho de la caída de nuestro país hace veinte años, y muy poco se ha hablado de la dinámica de la superación de situaciones difíciles como se hizo en este encuentro. Se llegó a decir incluso que ésta fue la crisis económica y social más importante en la historia de nuestro país.
Las crisis económicas se han repetido a través de la historia
Uruguay a lo largo de su historia independiente padeció numerosas crisis económicas de las cuales siempre logró salir airoso. Pero es bueno recordar algunas que nos golpearon fuerte.
Cuando el presidente Máximo Santos fue defenestrado desembarcó en Montevideo, el Dr. Emilio Reus. El gobierno de Máximo Tajes, (su sucesor) solicitó un proyecto para constituir un banco estatal, lo cual motivó a redactarlo rápidamente y realizó la campaña en poco más de dos meses, obteniendo su aprobación. El Banco Nacional -antecesor del Banco Hipotecario del Uruguay- inició su actividad con un capital de 10 millones de pesos.
La participación en el proyecto, donde logró nuclear en un grupo a grandes capitalistas rioplatenses y, posteriormente, en la Gerencia del Banco Nacional, lo llevó a una excelente posición económica. Permaneció en el cargo desde agosto de 1887 a julio del 1888, cuando renunció por discrepancias con el Directorio.
La crisis de 1890 empezó en Londres con el Banco Inglés, arrastró al Banco Nacional, a otros bancos secundarios, y a la Compañía. Reus, en un esfuerzo para salvar la situación, dejó la dirección de la Compañía para fundar el Banco Transatlántico.
La Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas fue la más grande empresa en su género creada hasta ese momento en Montevideo, plaza cuya reducida capacidad económica, hizo de esta compañía el primer “meganegocio” uruguayo.
En adelante, todo emprendimiento uruguayo importante tuvo la participación directa o indirecta de Reus, dando lugar a la “época Reus”. Buscó oro en Minas, creó establecimientos ganaderos en Paysandú, fábricas y ampliaciones en el puerto de Montevideo, hasta 1890, cuando quebró por última vez y murió fundido a los 31 años, después de una meteórica carrera en el mundo de la economía, víctima de su profunda vocación por la especulación bursátil.
La crisis del Banco Nacional tiene muchas similitudes con lo que va a ocurrir 120 años después con la crisis subprime donde una burbuja inmobiliaria que tuvo su origen en los Estados Unidos provocando la quiebra del Lehman Brother provocando una crisis a escala mundial que ya casi desvanecida es reemplazada por la pandemia del Covid-19.
Las turbulencias económicas se siguen sucediendo como sucedió en 1913, con el gobierno metido en grandes gastos, el Banco de la República pidió al banco Glyn Mills & Co la renovación de un préstamo al Estado uruguayo que se vencía, pero la institución inglesa se negó. Finalmente se llegó a un acuerdo para renovar el crédito con una tasa de interés mayor a la original, y con dos garantías: la mitad del monto renovado se cubriría con la recaudación de Aduanas, y la otra mitad sería depositada en oro por el República en el Banco de Londres en Montevideo, a modo de garantía prendaria.
Fue una crisis aguda, bastante seria, aunque relativamente poco estudiada, que José Batlle y Ordóñez con el pulso firme de sus mejores épocas supo conjurar.
Una nueva crisis se configura al fin de la Primera Guerra Mundial con una profunda depresión económica, debido a la caída de las exportaciones. Uruguay ingresó en una grave crisis financiera y bancaria que se extendió entre 1920 y 1923, durante la Presidencia de Baltasar Brum. Las exportaciones menguaron y el peso uruguayo se desvalorizó hasta 40% ante el dólar. Recién en 1924 la economía se recuperó plenamente. Entre 1925 y 1929 la deuda externa aumentó 22% debido a los créditos que tomó el Banco de la República para respaldar la cotización del peso.
Como consecuencia del Crack financiero en Nueva York en 1929, que da inicio a lo que se va a denominar la Gran Depresión principios de 1932 el gobierno declaró el default de la deuda externa, que recién se regularizó entre 1937 y 1939, dependiendo del país acreedor. En ese lapso el producto bruto del país (PBI) cayó 33%. Esa fue una de las peores crisis que vivió Uruguay en su historia moderna.
Un factor decisivo de la política económica del gobierno de Gabriel Terra, que se extendió entre 1931 y 1938, fue la revaluación de las reservas de metales preciosos, que implicó una devaluación de la moneda nacional. Por entonces el Banco de la República, la autoridad monetaria, todavía estaba obligado a mantener un encaje en oro por los billetes que emitía —una forma de autocontrol o ancla para evitar el envilecimiento de la moneda—, aunque la “convertibilidad” se había abandonado en 1914, en los inicios de la Gran Guerra europea. El pase mágico del “revalúo” de las reservas, que permitía emitir más papel moneda, fue realizado por el ministro de Hacienda, César Charlone.
El atraso cambiario y sus consecuencias
Resulta difícil imaginar una crisis económica en nuestro país, al menos a partir de la década del ´60, que no esté asociada a un proceso de atraso cambiario. Sin embargo, los uruguayos demostramos caer una y otra vez en la misma trampa. Por tal motivo, la caída de casi 12% en el valor del dólar en lo que va del año debería servir de señal de alerta, especialmente cuando coincide con una inflación superior a la esperada. Juan Carlos Protasi, expresidente del BCU en entrevista con La Mañana decía “El atraso cambiario, una lección que nos cuesta aprender”.
La Concertación para el Crecimiento. “Uruguay será productivo o no será”
En noviembre de 2001 nacía en la sala 17 del anexo del Palacio Legislativo, la Concertación para el Crecimimento, un movimiento heterogéneo que se definió como “apolítico”, que reunió a empresarios, trabajadores y productores de distinta extracción social y política, proclamó “no va más” y reclamó al gobierno un “gesto de humildad” y el reconocimiento de que este “modelo económico ha fracasado rotundamente”.
La proclama leída en el Obelisco el 16 de abril de 2002, expresó que la administración de aquel entonces en sus “esquemas neoclásicos” ya “no hay cabida para las soluciones de carácter productivo y solidario” y aseguró que de perpetuarse este “drama escandaloso” se estaba hipotecando el futuro del país.
Esta situación implicó que el Uruguay estaba “paralizado” y que estábamos “ante la crisis terminal de una concepción de país…”.
Se advirtió que era necesario, así como decía la proclama “abrir las tranqueras a un verdadero diálogo entre todos los sectores involucrados en el diseño de una estrategia de desarrollo para el país, por lo que queremos evitar… y por lo que queremos construir”.
Más adelante, se expresó que “la economía burbuja, la del permanente endeudamiento con los organismos financieros internacionales, la de las importaciones indiscriminadas, la de las desproporcionadas ganancias del sistema financiero, sin un anclaje en la vida productiva real, está agotada”.
También se reafirmó que el Uruguay “será productivo o no será” y sentenció que no se pueden producir bienes y servicios “sin políticas productivas activas, sin un proceso de democratización de las relaciones laborales que promueva organizaciones productivas dinámicas y complementadas, que posibiliten la movilización del conocimiento de nuestra gente, lo cual implica sin dudas promover las libertades sindicales y la negociación colectiva informada e inteligente”.
Como propuesta, el movimiento planteó “la creación de un ámbito para el diseño de políticas públicas relativas al trabajo y la producción nacional, pensado para definir esa estrategia de desarrollo productivo y solidario que tanta falta le hace al país”.
Y estableció, a su entender, cinco ejes, en torno de los cuales giraría el planteo para “empezar a cambiar”: reactivación del mercado interno, defensa de la producción nacional, reactivación del sector exportador, reformulación del papel del Estado, y reformulación del Mercosur.
El politólogo Oscar Bottinelli, en ocasión del 19° aniversario del multitudinario acto de 2002 en el Obelisco, manifestó que “la Concertación para el Crecimiento surge de la convocatoria en coincidencia de organizaciones relevantes del agro como la Federación Rural, la Comisión Nacional de Fomento Rural, los cultivadores de arroz, los productores lecheros, los granjeros. Y en el mismo plano, la convergencia de organizaciones de empresas nacionales, en gran medida pequeñas y medianas, de panaderos, ferreteros, quiosqueros, autoservicios y supermercados uruguayos, farmacias, transporte, construcción, venta de carne, profesionales de los seguros. Y esas diversas convocatorias que convergen juegan una gran movilización que cuenta con el apoyo y la participación del PIT-CNT, es decir, de los trabajadores uruguayos, de los asalariados sindicalmente organizados”.
“Los llamados de hoy cuentan con mensajes similares de muchas organizaciones de los mismos sectores sociales y productivos, aunque no de todos los de aquella época, y además incorpora a unos cuanto sectores o agentes nuevos. Pero la diferencia más relevante en la actualidad es la visión de la necesaria participación de los partidos políticos, que asemeja los llamados de hoy a la experiencia de la Concertación Nacional Programática de 1984-85”.
TE PUEDE INTERESAR