La valentía de los primeros cristianos permitió la expansión de la fe a pesar de la persecución y el martirio al que se expusieron. Con el paso de los años y los siglos nutrieron a pueblos de todos los continentes, de las más diversas culturas y con todo tipo de forma de gobierno.
Aun en esta época que nos toca vivir de auge del individualismo y el confort, muchos cristianos siguen optando por arriesgarse a llevar el mensaje de salvación a los confines de la Tierra, con verdadera vocación de santidad, a lugares donde reina la violencia, la intolerancia y la desesperanza.
El impacto de la bomba atómica arrasó con la importante comunidad católica que vivía en la ciudad japonesa de Nagasaki, por el impulso de misioneros jesuitas y franciscanos que ya desde el siglo XVI contribuyeron a consolidar una iglesia que fue muy perseguida durante largo tiempo. Y así podrían citarse innumerables ejemplos históricos, también en América Latina.
Un informe de la ONG Open Doors señala que en 2021 se registraron los peores datos que señalan a 360 millones de cristianos perseguidos, es decir, 1 de cada 7 cristianos en el mundo. La situación en varias zonas de África es especialmente grave, donde se registran asiduos atentados. También lo es en Medio Oriente, en Afganistán e Irak, donde las guerras afectaron muy particularmente a la población cristiana que disminuyó sustancialmente en esa región.
La Iglesia católica no es solamente una institución, sino que es un pueblo que vive en los pueblos del mundo. De este modo, el sumo Pontífice es precisamente eso, un constructor de puentes, pero también un pastor que vela por su pueblo. Sus mensajes no pueden ser interpretados en la misma clave política que un presidente de un estado, que en definitiva es un representante cuya responsabilidad es radicalmente distinta a la de un pastor.
Recientemente, en un video difundido por el presbítero Santiago Martín se recordaba la situación que atravesó el papa Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial cuando, ante la promulgación de leyes antijudías, ordenó que se los acogiera en conventos y parroquias de Italia y otros países para evitar que fueran deportados. Se ha asegurado que la decisión salvó la vida de cientos de miles de personas. El gesto fue muy elogiado por personalidades como Golda Meier y Albert Einstein y menciona que incluso el rabino jefe de Roma impresionado se convierte al catolicismo.
No obstante, pocos años después de la muerte de Pío XII ,se estrenó la obra de teatro El Vicario con acusaciones contra el papa difunto en una campaña de descrédito basada en no haber condenado abiertamente el Holocausto. El presbítero Martin explica que varios historiadores señalan que el Pontífice estaba al tanto de lo que había sucedido en Holanda en 1940 donde los obispos católicos habían protestado por las deportaciones, generando que luego los católicos judíos también fueran deportados, entre ellos Santa Edith Stein.
En los últimos meses somos testigos de un renovado ataque contra el papa Francisco por parte de algunos comentaristas que pretenden que el Pontífice tome parte y adopte una postura política respecto a la situación en Ucrania. Y ahora también sobre Nicaragua. ¿Pero acaso estas personas se han tomado el trabajo de saber qué es lo que habla el papa con los obispos de estos países? ¿Qué es lo que sugieren por el bien de su pueblo?
El secretario del Pontificio Consejo para América Latina, el mexicano Rodrigo Guerra, lo ha dejado muy claro que “el papa Francisco está super enterado de todos los acontecimientos que ocurren en Nicaragua” y que hay un grupo de personalidades incluido el cardenal nicaragüense y arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes que buscan encontrar una salida a la situación del obispo secuestrado.
Dejemos pues que cada cual haga lo que tiene que hacer.
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