En 1933, uno de cada cuatro estadounidenses trabajaba en una granja familiar. Stuart Chase, el economista que acuñó la expresión “New Deal”, atribuyó a este grupo de ciudadanos el mérito de haber contribuido a emerger de la Gran Depresión. “Cuando los balances no cierran”, dijo Chase, “solo tienen que tirarlos por la ventana e ir a recoger algunas arvejas”. ¿Y hoy en día? Según los poetas de la Oficina de Estadísticas Laborales, los “autoempleados de la agricultura” representan solo 0,5% de la mano de obra. La industria manufacturera representa otro 8%. En comparación, uno de cada diez estadounidenses trabaja en el comercio minorista. Los cosechadores de arvejas están desapareciendo. Y eso puede que esté bien; hasta que un día no lo esté más.
Aún hoy, muchos de nosotros estamos experimentando la escasez por primera vez. Incluso si Estados Unidos pudiera producir suficientes alimentos para autoabastecerse, lo cual es posible, la mayoría de nuestros cultivos básicos se siembran en el oeste. Mientras tanto, las tiendas de comestibles en Nueva York solo cuentan con inventarios de alimentos para una semana. Si nuestro suministro de petróleo fallara, todos los tractores se detendrían. Los cultivos se pudrirían en el campo. Luego colapsaría la industria del transporte. De modo que, incluso si llegado ese momento pudiéramos cultivar suficientes alimentos, no tendríamos forma de hacerlos llegar a nuestros principales centros poblados.
Ahora bien, si hay algo en que los economistas de la supuesta izquierda y derecha pueden estar de acuerdo, es en que la granja familiar es superflua; para ellos la agricultura a pequeña escala es ineficiente e insostenible. De nuevo, eso podría ser cierto, hasta que no lo sea. Porque algún día los libros no cuadrarán. Y cuando no lo hagan, el 80% del país no tendrá ninguna arveja para recoger. Los economistas aseguran que no podemos permitirnos mantener nuestros establecimientos familiares. Yo digo que no podemos permitirnos el lujo de perderlas. A los conservadores les encanta hablar con romanticismo del agricultor americano. A mí también me gusta. Pero el principal argumento a favor del agrarismo es estrictamente pragmático. Tenemos que ser capaces de alimentar a nuestros ciudadanos o, mejor dicho, nuestros ciudadanos tienen que ser capaces de alimentarse a sí mismos. Y, en este momento, no podemos.
Pero la cuestión es que en ningún momento hemos dejado de precisar esa amplia base agraria. Claro, puede que ahora no la necesitemos. Pero eso sería como dejar tu trabajo porque tienes una tarjeta de crédito. Hoy Estados Unidos está viviendo de su tarjeta de crédito. Esto es literalmente cierto, dada nuestra enorme deuda nacional. Pero tampoco tenemos trabajos reales, que generen riqueza real, como comida, ropa y vivienda. Solo tenemos un montón de trabajos de pacotilla, que no son lo mismo. Sinceramente, parece incluso un poco insensato hablar de “la economía de EE.UU.”. No tenemos una economía. Tenemos un par de tipos en Indiana conduciendo John Deeres. El resto de nosotros solo estamos sirviendo mesas, enviando correos electrónicos y entregando “Funko Pops” de Stranger Things a gente que sirve mesas y envía correos electrónicos. No es real. Nada de esto es real.
Lo que también hace que sea una locura es que hay muchos jóvenes a los que les encantaría irse de la ciudad, construir una pequeña granja y recoger arvejas. Pero no podrán, porque toda nuestra tierra cultivable está siendo comprada por Bill Gates y Xi Jinping. Los capitalistas estadounidenses y los comunistas chinos están trabajando juntos para garantizar que sigamos siendo totalmente dependientes de las grandes empresas y del gran gobierno. Esos hombres son malvados, pero también son inteligentes. Gates está comprando tierras por la misma razón por la que no dejó que sus hijos utilizaran teléfonos celulares. Hizo una fortuna vendiéndonos veneno; ahora la gasta en leche y miel. Es tecnocracia para los pobres y fisiocracia para los ricos. Thomas Jefferson tenía razón. Más que nadie, los agricultores están “atados a su país y unidos a su libertad e intereses por los lazos más duraderos”. También estaba en lo cierto George Washington cuando dijo que, “con referencia al bienestar individual o nacional, la agricultura es de importancia primordial”. Cultivar o morir. La elección es tuya, hasta que no lo sea.
Michael Warren Davis, en “Farm or Die” (Cultivar o morir), American Conservative
El pensamiento de Stuart Chase
Para aquéllos que creen, no es necesaria ninguna prueba. Para los que no creen, no hay prueba posible.
Tu libertad para agitar los brazos termina donde empieza mi nariz.
El talento individual es demasiado esporádico e imprevisible como para que se le permita desempeñar un papel importante en la sociedad organizada. Los sistemas sociales que perduran se basan en la persona media, que se puede entrenar para ocupar cualquier puesto de forma adecuada, aunque no sea brillante.
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