La tradición se remonta 267 años atrás y varios de miles de kilómetros al norte. En el año 1752, en un pueblo de Cataluña, al norte de la ciudad de Barcelona, Francisco Carrau Vehils compró la primera viña de la familia.
Generaciones después, Juan Carrau Sust, descendiente de Francisco Carrau Vehils, se graduó de enólogo en Villa Franca del Penedes, en una de las primeras y más importantes instituciones que brindaban esta carrera en Europa, y llegó a Uruguay en 1930 junto a su familia, entre ellos, el padre de Javier e Ignacio Carrau, quienes hoy llevan adelante Bodega Carrau.
Pero la familia había tenido anteriormente un contacto con nuestro país. El abuelo de Juan Carrau Sust arribó a estas tierras mucho tiempo antes, mas el destino quiso que debiera volver a Cataluña al poco tiempo de haber comenzado un negocio de almacén al por mayor, debido a que su padre había enfermado y debía hacerse cargo de las viñas y las bodegas. Más adelante su hijo llegó en algunas oportunidades a nuestro país, sin embargo, lo hizo tan solo por cortas temporadas. No era el momento aún para lo que más adelante llegaría a revolucionar la historia vinícola del Uruguay.
Fue en la década de 1930 que Carrau Sust se sumó a la fundación de la Bodega Santa Rosa junto a otras familias y comenzaron la producción de vino con las técnicas traídas de Europa. En 1975 se elaboró un proyecto que fue declarado de Interés Nacional y que, para ese momento, significaba una revolución. Se trataba de importar vides libres de virus de selección clonal con el fin de exportar y dar a conocer los vinos uruguayos al mundo. Fue el primer puntapié de la nueva vitivinicultura de nuestro país. Para ello fue necesario que la familia adquiriera también la bodega de Pablo Varzi, uno de los pioneros de este sector en nuestro país, construida en el año 1887 y abandonada desde el año 1930, la que fue recuperada y mejorada manteniendo su estructura original.
Javier Carrau se incorporó al comienzo de la gestación de este proyecto. Luego de graduarse de la Facultad de Agronomía, comenzó a trabajar en el año 1973, ya que la familia dejó de integrar la bodega Santa Rosa, lo que los motivó a realizar un camino único. En entrevista con La Mañana, Carrau recordó cómo pasó todo el año 1974 al sur de Brasil recibiendo las primeras plantas que llegaban desde California. De este modo, se logró adquirir variedades exactas genéticamente una a la otra, factor que para América del Sur significó un adelanto muy grande, observó. “Sin materia prima de calidad es muy difícil hacer buenos vinos”, acotó.
Javier Carrau señala la llegada de su abuelo al Uruguay como un factor importante en la calidad de nuestros vinos actuales. “Empezó a dirigir la elaboración de vinos que no existían en esa época y a sustituir importaciones de esa época por productos uruguayos con tecnología europea”, rememoró.
En este comienzo de la nueva vitivinicultura iniciada por el padre de Javier e Ignacio, el entrevistado participó activamente e incluso es fundador de Bodegas Carrau a través de la compra de un predio en Colón, que cuenta con una casa colonial, un parque y un viñedo, ubicado a pocos minutos del Aeropuerto Internacional de Carrasco e incluso cerca del centro de Montevideo, lo que lo hace un sitio ideal para visitar. En este sentido, trabajan con el turismo enológico recibiendo un buen flujo de visitantes, particularmente de origen brasileño.
Los otros viñedos se encuentran en Las Violetas, a unos cinco kilómetros al sur de la ciudad de Canelones y a menos de 40 kilómetros de Montevideo. Se trata de un lugar de suelos fértiles y arcilla negra calcárea, que permiten cosechar uvas Merlot, Cabernet Franc y Chardonnay, como también las variedades Marzeimno y Nebbiolo.
De esta forma, se producen vinos finos de calidad, como la marca Amat, que desde el año 1998 rinde homenaje a Amelia Amat, una de las esposas de los Carrau, y que fue declarado en reiteradas ocasiones como el mejor vino Tannat de Uruguay. La marca Vilasar, por su parte, surge como tributo al pueblo español que dio origen a la familia. Pertenecen a grandes reservas y cuentan con dos variedades, Nebbiolo y Sousao. Respecto las otras grandes reservas cuentan con Arunguá, Vivent en cuanto a vinos fortificados y Xacrat como vino espumante.
A través de sus vinos, llegan a la gastronomía y los supermercados medianos y grandes, mientras que cuentan con distribución en el interior con la marca Juan Carrau, de cepas nobles varietales y Casa de Varzi, que es más competitiva respecto a precio. Con ellos el objetivo primordial es producir calidad y únicamente finos vinos. Las presentaciones abarcan botellas de tres cuartos litros o media botella para restaurantes y hoteles.
Pensando en el futuro, la familia incorporó a su décima generación. En este sentido, Juliana y Marcos, ambos hijos de Javier, se prepararon en contabilidad y biología respectivamente, e incluso realizaron estudios en Barcelona, volviendo a las raíces de los Carrau. Al respecto, el fundador de Bodega explicó: “Creo que no es poca cosa el legado que nos dejaron las ocho generaciones anteriores respecto al trabajo y el compromiso con la calidad en primer lugar, así como la responsabilidad de mantener el nombre de la familia”.