Si una virtud tienen las campañas electorales es la de poner sobre la mesa diagnósticos diversos y planes de política para resolver problemas, superar trabas y lograr progresos en el asunto que se trate. Sea el tema económico, productivo o social, cada agrupamiento político exhibe su visión y presenta los proyectos que proponen mejoras para el futuro.
En esta ocasión y aunque sea en un segundo plano, aparece la temática agropecuaria, el sector económico fundamental de nuestro país, que está trabado en su accionar pero que sigue constituyendo la principal posibilidad de rápido crecimiento económico que está a mano.
Retomar la dinámica que el agro exhibió hasta hace poco tiempo permitiría destrabar el estancamiento en el que la economía del país ha caído en el último lustro.
¿Será posible? La respuesta negativa y fácil se basa en que los precios de varios de los principales productos de exportación -que explicaron el inusual vértigo durante varios años- han bajado fuertemente y no volverán a subir.
El llamado “superciclo de los commodities” que dominó la escena mundial entre los años 2004 y 2014, llegó a su fin y es definitivamente cosa del pasado. Esa etapa de euforia estuvo sustentada en múltiples causas que se dieron coincidentemente, pero que encuentran su explicación básica en la exacerbación de la demanda por parte de China de todo tipo de productos básicos y materias primas, demanda que se moderó y que en el nuevo escenario de “guerra comercial” con EE. UU., agrega incertidumbres y consolida una tendencia declinante.
Por añadidura la crisis financiera global que estalló en 2008 y 2009 generó alteraciones en los flujos de inversión especulativa que también había contribuido a sustentar el aumento de precio de las materias primas.
El agro es el sector que permitiría superar el estancamiento económico.
Lo cierto es que los precios de los commodities bajaron enormemente desde el 2013 – 2014, pero no todos cayeron en la misma medida. Los granos y los lácteos cayeron en picada y no se han recuperado demasiado hasta ahora, pero los desplomes de mayor envergadura se dieron en las materias primas industriales, en los insumos de la construcción –hierro, cobre, y otros metales y minerales tradicionales (no los vinculados a los productos tecnológicos nuevos) –, y sobre todo en el petróleo, pero esas caídas no se dieron en igual dimensión en la carne, por diversas razones que vale la pena observar.
Carne y prosperidad
Como conocen fehacientemente los expertos en marketing, el ascenso social de los individuos y de los grupos humanos en general se corresponde siempre con un mayor consumo de carne. Lo primero que hace un trabajador de cualquier país el día que consigue un aumento de salario es comer un bife como parte del festejo. A escala de los países, se puede apreciar más claramente: un incremento en el ingreso de las poblaciones va de la mano con el aumento del volumen de proteínas animales que comen; primero las carnes de cerdo o de aves, y luego, en menor medida, la carne vacuna, que es relativamente cara.
La carne ovina es aún más cara, pero tiene sus nichos especiales de consumidores: los de alto nivel económico demandan los productos de mayor “calidad” (aunque estrictamente la calidad es un concepto relativo a la demanda específica) y precio, como pueden ser determinados cortes de cordero, generalmente con hueso, como el french rack, por ejemplo. Pero también hay otros mercados donde los factores clave son los étnicos, culturales, que demandan carne ovina de menor valor, que atávicamente integra desde siempre las dietas populares de determinadas sociedades. Las comunidades árabes, las poblaciones rurales de muchos países, y el pueblo llano de México, son ejemplos, entre tantos otros, de grandes consumidores de esta carne.
Precios en alza, rumbo al récord
Puede observarse la gráfica con el movimiento de precios registrado en la carne vacuna exportada: superó los USD 4 mil por tonelada carcasa en 2014, bajó hasta los USD 3.399 en el 2016, y en 2019 inicia una trepada veloz hasta igualar y en algunas semanas superar a los máximos históricos de 2014; en el acumulado del año va promediando los USD 3.780, pero en el último trimestre – agosto a octubre -, promedia USD 4.030.
Estos altos valores que se alcanzan en la actualidad generan optimismo, pero el sector ganadero tiene una larga experiencia en cuanto a la variabilidad de estas situaciones de euforia, que suelen durar muy poco y corregirse abruptamente a la baja, sin que podamos hacer demasiado para evitarlo desde nuestra modesta posición en el mercado mundial.
Esa experiencia hace recomendable mantener cierta cautela en la toma de decisiones de inversión, para ir evaluando qué tan sólido es el escenario en el que se está actuando.
En plazos más largos…
Si levantamos un poco la mirada por encima de la coyuntura y oteamos el horizonte de más largo plazo, podemos apreciar cuál es el potencial que tiene el sector agropecuario (en este caso nos centramos en la ganadería únicamente), para contribuir al desarrollo sostenido del país.
Nadie duda que la ganadería tiene un enorme camino para mejorar, para incrementar su producción y productividad, la calidad de sus productos, la eficiencia en todos los terrenos relacionados a esta actividad.
En el pasado se han hecho algunas simulaciones respecto a los puntos referidos: cuánta carne más puede producirse con la dotación de recursos naturales y humanos disponibles; qué habría que hacer en cuanto a la infraestructura, a las pasturas, a la sanidad y la genética de los rodeos, a la investigación, la logística, el funcionamiento de los mercados.
Todos los análisis coinciden en que se puede aumentar la producción de forma significativa a poco que se cumplan algunas acciones pendientes, para lo que se cuenta con tecnología conocida y disponible para llevarlas adelante. Han sido entonces otros factores los que frenan el crecimiento y son, claro, los económicos: no hay crecimiento sin incentivo, podría resumirse.
Por eso, para ilustrar sobre una proyección del potencial, tomamos como ejemplo un estudio referencial del año 2004 realizado por los Ing. Agr. Walter Baethgen (INAC) y Bernardo Andregnette (FUCREA), en el que consideran no solamente los aspectos físicos de la producción – pasturas, ganados, etc. – sino otros elementos condicionantes, algunos aleatorios como el tiempo climático, que determinan el resultado económico de la empresa.
Coyuntura positiva para la carne por precios altos y tiempo climático favorable.
En el trabajo se estiman aumentos de producción tomando como base sistemas “mejorados” de manejo de pasturas y haciendas. Se hace una referencia económica a partir de datos reales, no basándose únicamente en estimaciones agronómicas o biológicas, y se considera además la factibilidad y el interés económico de los agentes que lo llevarían a cabo.
Para eso se tomaron en cuenta los desempeños de los productores integrantes del cuartil superior de ingresos de FUCREA y se expandieron, con una serie de ajustes por las zonas y tipos de campos, a todo el universo ganadero. Asimismo, se simularon diversas variaciones que pudieran darse en cuanto a la evolución de la agricultura, la forestación, la dotación ovina, los años malos por factores de tiempo climático, en cada región.
Potencial
En síntesis, el trabajo estima un potencial de crecimiento del stock vacuno de hasta 14 millones de cabezas, desde las poco más de 11 millones del año de arranque, pero con una producción y extracción mucho mayor a la de entonces y a la actual.
Se planteaba pasar de producir 105 kilos de carne vacuna por ha a 164 kilos, llegar a una faena de 3,8 millones de cabezas y una producción de carne en gancho de 882 mil toneladas. En el stock, prácticamente desaparecían los novillos de más de tres años y en la faena, los novillos de boca llena (8 dientes) representarían el 11% del total frente al 48% del 2004.
La producción de carne y lana se duplicarían entre los promedios de los ejercicios tomados como base: 1996/97 y 1999/2000 y el año meta. Las mejoras en las eficiencias de la producción individual se traducirían además en mejores y más valiosos productos, al bajar la edad de faena de los novillos e incorporar mucho más vaquillonas a la misma.
Estudios técnicos detectan gran potencial de crecimiento.
El trabajo preveía utilizar más suplementación y corrales con los esquemas productivos, según los años climáticos y el mercado, pero la imprevisible realidad acentuó estas opciones en forma relevante y el uso de esta tecnología hoy puede considerarse consolidada y en crecimiento.
Y para plazos más cortos…
Otros trabajos menos ambiciosos, basados en proyecciones de la actividad actual, estiman que podrían faenarse 3 millones de vacunos, obtenerse una producción de 750 mil toneladas de carne en gancho, y una exportación de 530 mil toneladas por año.
Se faenarían más animales más pesados, fruto de la mejor alimentación, de mejor genética y de mayor uso de cruzamientos, que aportarán mayores rendimientos carniceros y mejor calidad de la carne. La adopción de criterios que atienden al bienestar animal, implicarán menores pérdidas por machucones, pH alterados, menudencias y cueros afectados, abscesos por dosificaciones, etc.
El otro punto importante viene después: el comercio, la valorización de los productos por las marcas y certificaciones, mejorar el acceso a los mercados, para abatir los gravosos aranceles de entrada a los países compradores, y todo lo que concierne al marketing de ventas.
La coyuntura y el potencial
Importa diferenciar entonces la coyuntura de la carne vacuna que se presenta muy favorable, tanto productiva como comercialmente, con el rodeo en buenas condiciones, con pasto en los campos, y con altos precios para la carne, lo que aporta un respiro para un sector que venía muy castigado, y que ahora encuentra condiciones positivas para pagar cuentas, “acomodar las garras” y mirar para adelante con optimismo. Pero esta coyuntura de holgura requiere afirmarse para poder recorrer el camino de crecimiento posible, que está diseñado en esas proyecciones expertas.
El tema excede a la ganadería, abarca a todos los rubros agropecuarios y es de alta política, pero no implica utopías irrealizables. Por algo se dice, que si bien Uruguay actualmente produce bienes como para atender la demanda de 28 millones de consumidores, en un futuro podrá hacerlo para 45 millones.