Causa perplejidad, asombro o como se quiera llamar, la actitud del Frente Amplio y la facilidad con que olvida los desastres de su gestión y los despilfarros inadmisibles, cuando se pone a cuestionar gastos –sin ir más lejos– el de la Embajada uruguaya en la Argentina, en ocasión de celebrarse el aniversario del 25 de agosto, que no alcanzó a los 9.000 dólares, según aclaró documentadamente el Embajador Enciso.
Parece que los frentistas se olvidaron que, cuando se inauguró el frustrado proyecto del Tren Binacional de los Pueblos Libres, con la asistencia de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se gastó la friolera de varios cientos de miles de dólares (sic). Cifra para el asombro, que ni siquiera dio lugar a una investigación o un pedido de informes que respondiera razonablemente sobre el desproporcionado y multimillonario gasto (¿gasto?).
La necesidad de los dirigentes frentistas de oponerse a todo lo que decida o proyecte la Coalición Republicana gobernante, los lleva a una oposición recalcitrante que demuestra la falta de un proyecto propio y desnuda el único objetivo de perseguir el fracaso de la actual administración como exclusiva vía para volver al poder.
Solo así puede explicarse que fomenten la ocupación de los locales públicos o privados, como instrumento de lucha permanente, así se trate de un solitario despido en un Banco privado o de los locales de estudio liceales y secundarios (Zorrilla, Miranda y el IPA), en este caso, bajo la invariable orientación de dirigentes estudiantiles que ya tienen cerca de los 30 años de edad. Pero a tal grado ha llegado la feroz oposición a la reforma educativa, que debe reformular la enseñanza y terminar con los abusos de los ventajeros, que en típica actitud totalitaria atacaron a pedradas el vehículo de Robert Silva siendo que presumen de apoyar a los señores “educadores”.
Porque no existe área de la actividad gubernamental ni tema puntual que escape a la crítica de los catones vernáculos.
Ahora resulta que el proyecto de la impostergable reforma de la Seguridad Social, se rechaza alegando que perjudica a las mujeres y pretende reducir los gastos de los recursos estatales. O sea se escapan de asumir cualquier costo político, comprometiendo el futuro con excusas propias del más auténtico y rancio populismo.
Otro ejemplo de la estrategia frentista lo constituye la defensa intransigente de todo desborde institucional que hayan cometido sus funcionarios.
El despilfarro de proyectos faraónicos sin estudio, ni análisis ni financiamiento, cuando no han insumido costos siderales que los contribuyentes han ido resignadamente pagando –casos Ancap, Pluna, Alur, Fondes o la Regasificadora–, han generado reclamos por astronómicas sumas, como la demanda que el inversionista indio que trajo el Ing. Puntigliano, está en vías de plantear al estado uruguayo por el frustrado proyecto de Aratirí, porque según alega se le cambiaron las reglas por el gobierno frentista. El empresario Pramod Awargall sostiene que ha invertido millones de dólares en los estudios y diseños hasta el de un puerto de aguas profundas para exportar a China básicamente, el hierro que iba a extraerse de Valentines, por lo que reclamará un monto de US$ 3.300 millones de dólares.
Todo lo que parecen haberse olvidado, cuando critican medidas razonables y sensatas, que contrastan con los errores y horrores de su propia gestión.
Se resalta como si fuera un escándalo una observación del Tribunal de Cuentas a una contratación con la Fundación A Ganar, que se hizo por razones referentes a la seguridad de las obras y no al monto o la justificación de la inversión, como el caso del Antel Arena que está sujeto a una investigación judicial porque ha insumido una suma que hasta el momento no se ha podido justificar.
Se alientan los reclamos de colectivos que siguen pidiendo dinero, aunque han sido generosamente beneficiados con la consiguiente carga para los contribuyentes, bajo la consigna de que se quiere “perpetuar la impunidad”, cuando la realidad muestra a diario, que se sigue procesando con prisión a militares octogenarios, pasando por arriba de dos plebiscitos. Lo que demuestra que no existe ninguna impunidad y lo que se sigue alimentando es la insaciable voracidad de aumentar los beneficios obtenidos. Para mayor perplejidad, defienden sin reservas una política exterior que no respeta las mejores tradiciones de nuestra política exterior.
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