Más de un siglo después de que 48.000 personas perdieran la vida en campos de concentración en lo que se conoce como la Guerra de Sudáfrica entre 1899 y 1902 –o la Guerra Anglo-Boer–, los acontecimientos de ese periodo vuelven a ser objeto de los titulares. Los campos fueron creados por los británicos en el marco de su campaña militar contra dos pequeñas repúblicas afrikáner: la República del Transvaal y el Estado Libre de Orange.
Después de que Lord Roberts, el comandante en jefe de las fuerzas británicas, ocupara Bloemfontein, la capital del Estado Libre, el 13 de marzo de 1900, este publicó una proclama en la cual invitaba a los bóeres a deponer sus armas y firmar un juramento de neutralidad. A partir de ese momento quedarían libres de volver a sus granjas, con la condición de que no participasen más en la guerra. Finalmente, unos 20.000 bóeres –alrededor de un tercio– se acogieron al ofrecimiento. Se les denominó “burghers (ciudadanos) protegidos”. Roberts había apostado por esta política para terminar la guerra. Pero luego de la ocupación británica de Pretoria, la capital del Transvaal, el 5 de junio de 1900, no se vislumbraba una conclusión al conflicto. Por el contrario, los bóeres habían comenzado una guerra de guerrillas, que incluía ataques a las líneas ferroviarias.
Como reacción, Roberts lanzó una proclama el 16 de junio de 1900, en la que establecía que, por cada ataque a una línea de ferrocarril, se quemaría la casa más cercana. Este fue el comienzo de la política de tierra calcinada. Cuando esto no funcionó, Roberts emitió otra proclama en setiembre en la que se establecía que se quemarían todas las granjas en un radio de 16 km de cualquier ataque, y que se mataría o se arrebataría todo el ganado y se destruirían todas las cosechas. Esta política fue intensificada drásticamente cuando Lord Kitchener sustituyó a Roberts como comandante en noviembre de 1900. Quemaron granjas y pueblos enteros, aunque no hubiera ningún ataque al ferrocarril. De este modo, casi todas las granjas de los bóeres –unos 30.000 en total– fueron arrasadas y se mataron miles de cabezas de ganado. Ambas repúblicas quedaron totalmente devastadas.
Mientras tanto, los líderes bóeres reorganizaban sus comandos luego de algunos reveses importantes. Una de las acciones que emprendieron fue volver a movilizar a los bóeres que habían depuesto las armas. Ante ello, Roberts consideró que debía proteger a quienes habían acordado deponer las armas y para ello decidió internarnos en campos de refugiados. Los dos primeros se establecieron en Bloemfontein y Pretoria en setiembre de 1900. Pero la política de tierra calcinada había provocado que cada vez más mujeres y niños bóer se quedaran sin techo, por lo que Roberts decidió ingresarlos también a los campos. Las familias de aquellos bóeres que seguían todavía en combate o eran ya prisioneros de guerra pasaron a ser llamados “indeseables”. Estas familias fueron llevadas contra su voluntad, subidas por la fuerza a carros de bueyes y a vagones de ferrocarril abiertos y trasladadas a los campos. No fueron trasladadas por su protección y seguridad, ni tampoco para ser alimentados. Más bien, su internamiento tenía el propósito militar de acabar con la resistencia de los bóeres, que aún combatían contra los británicos en defensa de sus familias, sus tierras, su modo de vida y su modo de organizarse republicanamente.
Fransjohan Pretorius, en The Conversation (18 de febrero de 2019). El Prof. Pretorius es profesor emérito del Departamento de Estudios Históricos y Patrimoniales de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica). Ha escrito o editado ocho libros sobre la guerra Anglo-Boer, la mayoría de ellos publicados tanto en afrikáans como en inglés.
La Guerra Anglo-Bóer en las palabras de sus protagonistas
“Me han pedido mis pantalones y se los he dado; me han pedido mi abrigo y también se los he dado; ahora quieren mi vida y eso no se los puedo conceder”
Paul Kruger, presidente de la Republica del Transvaal (1883-1900)
“Si una nación no quiere una monarquía, cambiad la manera de pensar de la nación. Si una nación no necesita una monarquía, cambiad las necesidades de la nación.”
Jan Smuts, general del ejército bóer, años después fue primer ministro de Sudáfrica (1939-1948)
“Si dentro de diez años hay tres hombres de raza británica por cada dos de raza holandesa, el país (Sudáfrica) será seguro y próspero”
Alfred Milner, gobernador británico de la Colonia del Cabo durante la Guerra Anglo-Bóer
“No estamos interesados en las probabilidades de una derrota; éstas no existen”
Reina Victoria, en carta dirigida a Arthur Balfour en 1899, durante la “Semana Negra” de la guerra
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