El mundo está atravesando una transición económica que requerirá una acción gubernamental eficaz en muchos frentes para gestionar el cambio climático, garantizar la salud pública y reconstruir nuestras clases medias a través de buenos empleos e innovación. Pero, ¿están nuestros gobiernos a la altura? Una de las preocupaciones de más larga data sobre el Estado es que no tiene ni la suficiente información ni las capacidades necesarias para provocar un cambio estructural positivo en la economía. El argumento es que, si se da a los gobiernos demasiado poder, dirigirán los recursos hacia los lugares equivocados y se convertirán en herramientas cautivas de intereses especiales. Este argumento se encuentra en el corazón del neoliberalismo y se deberá superar si se quiere que algún paradigma sucesor, como el productivismo, tenga éxito.
A nivel regional, las iniciativas más exitosas para revitalizar las comunidades y crear puestos de trabajo adoptan la forma de colaboraciones público-privadas que reúnen a los programas de formación, las empresas, las organizaciones sin fines de lucro y los funcionarios públicos para construir nuevos caminos hacia las oportunidades económicas. Las políticas industriales eficaces a nivel nacional adoptan un enfoque similar de colaboración e intersectorialidad. Como explican Charles Sabel y David Victor en su libro Fixing the Climate: Strategies for an Uncertain World (“Arreglando el clima: estrategias para un mundo incierto”), la estrategia general en todos estos campos es empezar con objetivos ambiciosos y poco estructurados. Los responsables de los programas deben reconocer la profunda incertidumbre y, por tanto, la posibilidad de cometer errores y arranques en falso. Deben existir incentivos para que las partes con la información más concreta y precisa –normalmente las empresas– busquen soluciones, lo que significa que los organismos públicos deben establecer alguna combinación de “garrotes” (la amenaza de la regulación) y “zanahorias” (incentivos y aportaciones públicas).
Dado que el éxito depende de frecuentes reevaluaciones y revisiones, es crucial establecer objetivos y supervisar los avances. Cuando surgen soluciones, estas pueden generalizarse bajo la forma de normas o reglamentos. La innovación se encuentra en el centro de este proceso, ya que un mayor nivel de vida (incluyendo un medio ambiente más limpio y mejores puestos de trabajo) solo es posible a través de una mayor productividad. Este tipo de política difiere significativamente de los enfoques imperantes. Desde la perspectiva de la gobernanza experimental, la dicotomía “Estado vs. mercado” es simplemente irrelevante. Los Estados y los mercados son complementarios, no dicotómicos. El modelo estándar de regulación de arriba hacia abajo, de agente-principal, resulta poco útil en este contexto.
Dani Rodrik, en Project Syndicate
TE PUEDE INTERESAR: