Las autoridades de la ARU destacaron la labor de la mujer rural y sobre todo aquellas que, ya sea por las circunstancias o por decisión propia, están al frente de sus empresas.
Tal vez usted, al momento de tomar contacto con esta nota, ya haya desayunado (seguramente el menú incluya un poco de leche y un trozo de pan), esté pensando qué preparar para el almuerzo, si no es que debido a sus obligaciones deba almorzar afuera (tal vez en algunos de esos alimentos convivan la carne, algunas verduras y derivados del trigo, por ejemplo) y encima, con la llegada de los últimos fríos del año, tomó el abrigo que pensaba que no usaría hasta el próximo invierno (puede ser que alguna de esas prendas se haya confeccionado con lana uruguaya y ojala así sea por el bien del rubro ovino de nuestro país). En cualquiera de estas posibilidades, le cuento que con seguridad hay muchas manos e inteligencia uruguaya puestas al servicio de estos productos.
Este año el corte de cinta a cargo del intendente interino Federico Graña y el presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Gonzalo Valdés, homenajeó a “Las Rurales”, cuatro mujeres con pasados y presente diferentes, provenientes de distintos puntos del país, al frente de actividades agropecuarias distintas, pero con un solo compromiso, el de seguir adelante sea como sea.
No se podía aflojar
En primer lugar, le tocó el turno a Marianella Martínez, productora ganadera (vacunos y ovinos) de la zona de Sarandí del Yí en el departamento de Durazno. Tras casarse muy joven con Enrique Falcón, se mudó a esa zona del país donde formó una familia junto a sus hijos adoptivos, Bruno y Valentina, que además son hermanos de sangre. La vida le puso a esta mujer varias pruebas, una de ellas, tal vez la más desafiante, fue la muerte de su esposo. Pero había orden de no aflojar y tras este trágico desenlace se prometió a sí misma y a sus hijos que seguiría trabajando en el medio rural y saldrían adelante. Marianella está al frente del Establecimiento Don Mauricio (10% del predio propio y 90% arrendado), situado en la Colonia Rossell y Rius “donde antes pasaba el tren” a 25 kilómetros de Sarandí del Yí.
“Es un mimo”, le dijo a La Mañana para describir lo que sentía en ese momento al recibir el reconocimiento.
Cuarenta años al frente de la empresa
Esta historia tiene como protagonista a la Ing. Agr. Marianela Merello, quien desde hace 40 años gestiona el establecimiento “El Ancla” en la zona de Guichón en el departamento de Paysandú. El predio está ubicado geográficamente entre el río Queguay Grande y el arroyo Santana. El año 1982 la marcó para siempre. Con la muerte de su padre y de su hermano mayor, Marianela se puso al frente de la empresa y por 30 años viajó todas las semanas desde Montevideo donde trabajaba hasta el establecimiento. En 1999 decide instalarse definitivamente en el campo “renunciando a los ingresos mensuales” y como lo describiera López “las 600 hectáreas en propiedad y las 400 hectáreas arrendadas serán su desafío”. Su capacidad de trabajo la llevó a ser presidente de la Liga del Trabajo de Guichón y es miembro de la Alianza del pastizal.
“Es una gran emoción y una gran alegría recibir este reconocimiento y lo hago en nombre de tantísimas mujeres que trabajan a la sombra”, expresó a La Mañana.
El tambo no es para mujeres
“El tambo no es para mujeres” solía escuchar de chica de boca de su padre. Pero la vida se encargó de evaporar esas palabras cuando en 1991 este falleció y con tres hijos para criar (se había separado) debía seguir adelante con el tambo. Gloria Noya es tambera en la zona de Capurro en el departamento de San José. Después de quedar sola al frente del establecimiento, percibía en la mirada respetuosa de otros productores muchas dudas sobre el futuro que le depararía ese desafío. Sin embargo, sorteó todos los obstáculos y hoy Gloria está al frente de un tambo modelo en nuestro país. Le contó a La Mañana que el tambo se hace en equipo. Reconoció a su familia que confió en ella y a todas aquellas personas que la ayudaron para continuar.
La importancia de la tribu
Trabajó 30 años en Interagrovial John Deere, vivió en el exterior donde trabajaba su marido con quien tuvieron tres hijos (Milagros, Santiago y Agustín) y a su regreso al paisito, comenzó a darle una mano a su padre en el establecimiento Ganadera Santa Laura en Cerro Largo. En 2009 adquirieron su primer campo y desde 2012 incorporaron la producción de olivos. Se trata de la productora Laura Blanco, quien se mostró “emocionada y muy agradecida” por este reconocimiento que se le hace a “la mujer empresaria y productora”. Destacó el trabajo de la “tribu”, con quienes es más fácil llevar adelante todos los desafíos que se ha planteado.
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