Entrevistado por La Mañana, Licandro se refirió a la situación económica actual y aseguró que se observan claras señales de recuperación. Por otro lado, criticó la política salarial y explicó qué cambios de fondo deberían hacerse para que Uruguay mejore la competitividad con los países vecinos. “Hay que reducir el tamaño del sector público, bajar impuestos y corregir la política monetaria que profundiza el atraso cambiario que vive nuestro país”, remarcó.
¿Cómo evalúa en términos generales la marcha de la economía uruguaya?
Los signos de recuperación son claros. El consumo se está recuperando a gran ritmo en un marco de gran liquidez internacional, bajas tasas de interés y precios de materias primas exportadas muy elevados.
El marco internacional, sacando la grave situación de Argentina, es tan bueno o mejor que el vivido en la administración de Mujica Cordano. Y todo indica que, incluso con incrementos en los tipos de interés, esta situación se mantendrá por algún tiempo.
El atraso cambiario que tenemos hoy también es un aliciente para el incremento del gasto privado, toda vez que los bienes transables se perciben “baratos” en términos de salarios.
Sumemos a eso un endeudamiento público creciente para financiar el desequilibrio fiscal, que alimenta aquel atraso cambiario, entonces empezamos a comprender la situación que creo que se mantendrá por no poco tiempo.
¿Cuánto del crecimiento real previsto para este año tiene que ver con la suba en el precio de los commodities y cuánto es crecimiento genuino en su opinión?
Por ser mayores precios no deja de ser genuino. Mejores precios y beneficios para las empresas benefician la inversión. Y si se espera que esa situación se mantenga, obviamente implicará mayor crecimiento. Si por crecimiento genuino hablamos de mayor volumen, entonces la respuesta es menor. Parte del crecimiento, que por ahora es devolvernos a la situación del país de 2019, obedece a un incremento del gasto interno, del consumo.
El comportamiento es similar a los años 2010 a 2014, con una fuerte expansión del consumo. No siempre más volumen de producción implica más PIB. Muchas veces se destruye riqueza en vez de generarla, cuando se promueven actividades cuyo costo de producción es mayor al precio internacional del producto en cuestión. Y eso se logra mediante la aplicación de subsidios y el aprovechamiento de acuerdos comerciales con los países del Mercosur, por ejemplo. Se transfieren recursos de los ciudadanos en favor de empresas que no serían viables sin esa protección. La industria automotriz es un ejemplo. Y ese gasto no pasa por el Parlamento.
En su momento usted fue crítico con la política salarial. Daría la impresión de que el leve deterioro en los salarios y jubilaciones reales contribuyeron a la baja en el déficit fiscal. ¿Es ese el factor principal en la baja del déficit fiscal o existieron medidas estructurales que lo explican?
No fui, soy muy crítico de la política salarial. Yendo a la pregunta, en el caso de sector público, el mejor resultado fiscal se explica por la leve caída de salarios públicos, por una contracción de la inversión pública pese a todos los discursos y por una mayor recaudación de impuestos resultado de un mejor nivel de actividad de 2021 y lo que va de 2022. Pero estructuralmente el sector público sigue siendo el mismo paquidermo de los últimos años, con un ministerio y varias oficinas y comisiones más.
Para corregir la política fiscal son necesarias algunas decisiones diferentes a las adoptadas en la Ley de Presupuesto y a los últimos anuncios en materia salarial, por lo que no deberíamos esperar un cambio relevante de aquí a 2024. La impronta es la dada por la administración del Frente Amplio con muy leves retoques.
La baja en el salario real es insostenible políticamente en el mediano plazo. ¿Qué anticipa a ese respecto para los próximos dos años?
El salario real puede subir o bajar dependiendo de la coyuntura. Vean Europa actualmente: inflación alta y reducción de salario real. A ningún gobernante se le ocurre decir “adelanto ajustes salariales futuros y por arte de magia corrijo el impacto de una mayor inflación”, como sucedió acá. ¿Qué fortaleza tiene Uruguay que les falta a Alemania, Francia o Inglaterra? Acá alegremente descubrimos que la indexación y el adelanto de futuros aumentos se pueden utilizar para evitar deterioro de salarios públicos. Lo que falta decir es que esa decisión se toma incrementando la deuda pública que terminarán pagando nuestros hijos y nietos. No es por arte de magia ni porque los alemanes sean tontos.
Mientras el PIB crezca, los salarios mantendrán una línea creciente. Para cumplir la promesa al sector público de que nadie perderá salario real, entonces habrá tensiones con otros gastos por cuanto es esperable que la inversión pública aumente y hay intención de bajar algún impuesto, aunque sea una reducción escénica. Dicho en español y fácil, espero un incremento de deuda pública.
Uruguay enfrenta un problema de competitividad con los países vecinos, especialmente con Argentina. Los comerciantes de las zonas limítrofes reclaman medidas de apoyo al gobierno. ¿Qué se podría hacer al respecto? ¿O cabe solo esperar a que Argentina recupere el acceso a financiamiento, lo que permitiría una apreciación de la moneda?
Sin dudas la competitividad con los países vecinos está afectada. Brasil, con una conducción económica muy buena en mi opinión, ha mejorado su competitividad internacional. Argentina, en cambio, hace todas las cosas equivocadas en el orden correcto. Cuando algo parece ir bien, lo destruyen. Es como si te pegaras un balazo en los pies: imposible avanzar.
Todo indica que en Argentina las cosas demorarán en corregirse. Y para lograrlo, es necesario un ajuste drástico del sector público. Pensemos que el gasto público en ese país llegó a casi 40% del PIB. Es insostenible para una economía emergente y con las debilidades que tienen.
Ese ajuste vendrá con o sin un cambio de signo político en el gobierno. Por uno u otro lado, hay tiempo largo de “Argentina barata” con el consiguiente impacto sobre Uruguay en la actividad turística y en el comercio local de bienes, resultado del contrabando.
Si los gobiernos de 2005 a hoy en Uruguay hubieran promovido una política de austeridad y reducción estructural del sector público, habría mayor capacidad para tomar alguna medida. Pero lo cierto es que el gasto público de nuestro país tuvo un aumento del orden del 10% del PIB, pasando de 25% a 35% del PIB de 2004 a hoy, que se financió con aumento de impuestos y endeudamiento público. Nada es gratis.
De todos modos, entre tanta heterodoxia que vivimos desde 2005, podrían analizar una reducción de IVA a través del uso de plásticos en zona fronteriza y áreas de influencia, monitoreando la renuncia fiscal versus el aumento de recaudación por actividad comercial del territorio alcanzado por la medida. Nada que no se haya sugerido antes y nada muy ingenioso.
Pero la solución de fondo es otra. Es reducir el tamaño del sector público, bajar impuestos y corregir la política monetaria que profundiza el atraso cambiario que vive nuestro país. En un país como Uruguay, con una presión fiscal tan elevada, es como “tratar de acelerar con el freno de mano puesto”, diría un buen amigo argentino.
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