Para el momento en que Ernesto Talvi presentaba su candidatura a la presidencia tras haber vencido por amplio margen las internas, ya se delineaba una leve deriva excéntrica dentro de la comunidad política fundada por el Gral. Fructuoso Rivera. El 19 de agosto de 2019, en la Casa del Partido Colorado, el exdirector de CERES proclamaba que empezaba con “la hoja en blanco” y que su proyecto era “liberal, humanista, progresista e internacionalista”. Este es un proyecto “batllista… batllista del primer batllismo”, agregaba el economista. Como si las ideas de Batlle y Ordóñez, Manini Ríos y Domingo Arena se hubieran convertido en realidad por arte de magia, sin la mediación de gobernantes de la talla de Gabriel Terra, Tomás Berreta y el mismo Luis Batlle Berres, quien debió interpretar un batllismo desarrollado antes de la Primera Guerra Mundial en clave de postguerra de Corea. Dos mundos diferentes, a los cuales había que adaptarse sin perder de vista los principios.
Ya con el Partido Colorado dentro de la coalición de gobierno, las “trazas” con que estos juglares del “primer batllismo” intentaban adaptarlo a lo que consideraban eran las prioridades del Uruguay del siglo XXI se fueron haciendo visibles. Es así que la diputada Roselló proponía crear una canasta de higiene menstrual, reclamando que era “bastante triste que en 2020 haya mujeres que no tengan para ponerse toallita higiénica”. Estábamos en medio de la pandemia, era invierno y se organizaban ollas populares por todo el territorio; pero la prioridad de los autoproclamados custodios de los valores del “primer batllismo” pasaba probablemente por reciprocar la generosidad de alguna ONG.
Más adelante, el diputado Schipani promovió la presentación de un proyecto de ley para crear un “Consejo de la Laicidad”, una especie de Ministerio de la Verdad orwelliano. Por la misma época, y derrochando liberalismo, Schipani propuso regular el “derecho de admisión” de aquellos ciudadanos que habían preferido no vacunarse, lo que hubiera implicado restringir su libre circulación, obligando a la policía y al ministerio público a perseguir “no vacunados” con calderín. Las ocurrentes iniciativas de la senadora Carmen Sanguinetti no quedaron atrás y constituyen todo un capítulo aparte.
Debo admitir que recién ahora logro comprender las advertencias que desde adentro del partido venía lanzando por twitter el joven militante Bautista “Bauti” Gil Castillo. “¿En ningún momento se ponen a pensar que quizás estén tocando temas irrelevantes comparado con todos los problemas reales que sí tenemos? ¿O que no corresponde a un partido, menos al Estado, meterse en la sexualidad de la gente, menos de niños?”, escribió Gil Castillo hace unos días. Se refería a la charla que tuvo lugar el viernes pasado en la Casa del Partido Colorado para discutir las “infancias trans”. En la invitación al importante evento organizado por autoridades del partido y por un grupo denominado Trans Boys Uruguay (su nombre en inglés desnuda dónde está el centro de interés de este “colectivo”) se anunciaba la presencia de niños prepúberes y sus familias, que contarían sus experiencias al público asistente.
No hay mucho que agregar a lo que dice Gil Castillo, quien exhibe un sentido común, que no tuvieron el reflejo de percatarse que esto no solo es aberrante, sino que no tiene nada que ver con los valores promovidos ni por Batlle ni por ninguno de sus más cercanos colaboradores e históricos sucesores.
Estos personajes escasos, que han logrado hacerse espacio dentro del partido de Rivera –travestidos de “primeros batllistas”– parecerían querer agregar la decadencia moral a su declive en las urnas. El único logro hasta ahora de este grupúsculo ha sido subvertir desde adentro al partido responsable de construir al Estado uruguayo. Su presencia no solo le hace mal al Partido Colorado. Con su accionar y su discurso, promueven el envenenamiento espiritual de toda la Nación. No hay dinero de ONGs internacionales que justifique tamaña degeneración. ¡Siga adelante Bauti!
Sigfrido Vaz
TE PUEDE INTERESAR: