No ofendo ni temo. Artigas en la canción y el imaginario. Leonardo Borges. Hernán Rodriguez Méndez. Ediciones b. 295 págs. Setiembre 2022. $750.
Una propuesta atrapante, superar el análisis histórico clásico para investigar cómo ha impactado en las artes y en la identidad nacional el jefe de los Orientales.
Las sociedades y los individuos necesitan modelos de referencia que marquen sentidos de vida y consoliden valores comunes que hagan la vida posible. Muchas veces estos modelos son marcos religiosos, mitológicos o héroes en los que se entrecruzan hechos verificables históricamente o eventos de carácter legendario.
Una discusión habitual es si realmente hay que investigar la verosimilitud del relato. Esto es, aportar evidencias empíricas para determinar si el héroe era tan heroico como se había sostenido hasta ese momento. Y si se verificase la falsedad, obviamente desecharlo.
Autores como Mircea Eliade y Joseph Campbell han trabajado sistemáticamente en la necesidad de un sentido de trascendencia. Esto es, si las personas y las sociedades no tienen un espacio sacro, el mundo profano los devorará en un pantano de nihilismo. Necesitamos tener puntos de referencia elevados que nos propendan al crecimiento espiritual. Y Campbell redobla la apuesta; plantea que los relatos míticos son básicamente metáforas que tienen un objetivo claro, transmitir un mensaje o modelo positivo a las nuevas generaciones, inscripto en un relato fácilmente comunicable a través de los tiempos. De hecho, poco importaría el evento histórico en sí, lo trascendente sería los valores trascendentes.
Retornando a Artigas el análisis se complica. En el primer punto por las subjetividades propias. Pero también por algo que habitualmente está soslayado. Artigas siempre fue polémico. Pocos revolucionarios hispanoamericanos encierran hasta el día de hoy el nivel de debate que rodea su figura.
La razón es muy simple. Artigas fue excepcional. ¿Por lo valiente? Sí. Pero también por razones más profundas. Fue el símbolo de una revolución signada por un contenido social que la hace excepcional. Traducido al criollo, demasiados procesos independentistas podríamos verlos marcados por la mano del Imperio británico y sus políticas libre cambistas. O sea, los criollos morían heroicamente para asegurar rentabilidades a Londres. El famoso Sillón de Rivadavia está manchado por la sangre que implicó los empréstitos usureros de la Banca Baring y otras que mejor no recordar. Y en todo este proceso complejo y dramático, Artigas significaba el pueblo reunido y armado. El mensaje de una soberanía popular en el que había un camino hacia una sociedad con derechos para todos, que había una reforma agraria, que había clemencia para los vencidos.
No todos lo veían así, era el delincuente contrabandista sanguinario que devengó en la muletilla del alto patriciado cuando un niño se comportaba en forma incorrecta: “eres más malo que Artigas”. O sea, el llamado libelo de Cavia, los textos difamatorios de Berra fueron solo parte del odio contra todo lo que significa el artiguismo.
Pero esto no es historia pasada. Hoy crecientemente las versiones de Artigas mal político, militar que ganó una sola batalla, Artigas terco y autoritario, Artigas como persona de discutible moral privada, son solo nuevas versiones de viejos odios.
Lo interesante es que hay cosas que no las pueden arrasar ni la difamación ni el dinero:
“Si la patria me llama, aquí estoy yo| Con libertad, no ofendo ni temo| Que Don José| Oriental en la vida| Y en la muerte también
Casi me olvidaba: con No ofendo ni Temo Borges y Rodriguez lograron un libro excepcional ¡y muy recomendable!
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