La inflación alcanzó casi el 10%, lo que “enciende las alarmas”. Ante esto, el Banco Central del Uruguay (BCU) la semana pasada volvió a subir la tasa de interés, aunque en el corto plazo “no va a haber afectación de las expectativas de los agentes”, según opinó Oddone entrevistado por La Mañana. El especialista alertó que no es viable seguir tomando esta medida hacia el año próximo y explicó las consecuencias que traería. Por otra parte, respondió por qué la situación de la pobreza no ha mejorado a pesar del crecimiento de la economía.
La inflación se disparó a casi el 10% y la reacción del Comité de Política Monetaria (Copom) del BCU nuevamente fue elevar la tasa de interés. ¿Cuáles pueden ser los efectos? ¿Es un dato que preocupa?
Efectivamente, la inflación alcanzó 9,9% en setiembre. Estamos en un nivel que enciende todas las alarmas porque el 10% es un umbral que ningún gobierno quiere alcanzar. El dato de setiembre no fue tan horrible porque el incremento de la inflación mensual tuvo que ver con un aumento de la inflación residual, en particular, algunos componentes de las frutas y verduras. Quiere decir que es probable que esos precios que crecieron tanto se reviertan en las próximas semanas ante condiciones climáticas o de oferta. Y el componente tendencial, que varía menos, se moderó en setiembre en relación a agosto. Esto nos indica que la razón de ese dato de inflación de setiembre es un componente transitorio.
¿Qué se puede esperar para los próximos meses?
Deberíamos pensar que en los próximos meses la inflación va a ceder, no hasta donde el gobierno pretende moverla, pero sí a niveles del 7,5%, producto de que se van a estar sacando meses de inflación alta como febrero, marzo y abril, que fue cuando la guerra estalló y los energéticos se dispararon, por meses de inflación más normal. Mientras ese momento no llega, el BCU, que mantiene un compromiso con el combate a la inflación, se quiere mostrar persistente para afectar las expectativas de los agentes de mercado.
¿Es posible que se logre ese objetivo? ¿Qué puede pasar con el tipo de cambio?
En el corto plazo no va a haber afectación ni de las expectativas de los agentes ni del tipo de cambio, que va a permanecer en niveles como los que estamos observando. La tasa de interés va a seguir al alza tratando de afectar a las expectativas de los agentes, de manera tal de incidir en el proceso desinflacionario por delante. En la medida que eso no cambie, con un mercado tan chiquito, el tipo de cambio en Uruguay no se va a mover mucho.
Con los nuevos precios de las materias primas, que han caído, ¿es viable el nivel de tipo de cambio actual o debería haber una corrección?
Ahí la pregunta central es qué quieren hacer. ¿Es un compromiso del gobierno llevar la inflación abajo del 6%? Sí. ¿Y la consolidación fiscal? Sí. ¿El gobierno está comprometido con que el salario real, que cayó 4%, se recupere? Sí. ¿Sigue siendo para el gobierno un objetivo deseable que la competitividad del sector transable no se vea severamente afectada en ciertas circunstancias? Sí. Esas cuatro cosas juntas no se pueden hacer en este escenario. Ahí van a tener que decidir qué no hacer.
Volviendo a tu pregunta, creo que no se puede hacer mucho deliberadamente con el tipo de cambio. En todo caso se van a tomar algunas medidas en otros frentes que van a tener consecuencias. El objetivo de consolidación fiscal no lo van a abandonar, el compromiso de cumplir con la no caída del salario real lo van a mantener, y en un escenario de precios internacionales menos favorable, van a intentar evitar que la erosión de la competitividad afecte el crecimiento de largo plazo.
¿Qué implicancias puede tener esto a futuro?
Esto supone que en algún momento el gobierno va a tener que reconocer que el objetivo de llevar la inflación al 6% es inalcanzable y vamos a quedarnos en 7,5%, que es una zona de confort para los equilibrios macro del Uruguay en un escenario de este tipo.
En este contexto, vamos a tener un dólar que se va a debilitar muy lentamente el año que viene, que un poco corregiría, si le saliera bien la movida, ese desvío de tipo de cambio real que el propio BCU hizo, pero no porque sea una acción deliberada del gobierno para llevar el tipo de cambio ahí, sino porque va a tomar un conjunto de decisiones que lo van a mover en esa dirección.
De todas maneras, no es viable seguir sosteniendo que la inflación va a estar por debajo del 6% y seguir aumentando la tasa de interés a partir del año que viene, porque ahí sí que nos vamos a meter en un problema de tipo de cambio fijo del estilo de los 90, con atraso cambiario y con afectación del crecimiento de largo plazo.
¿Cuál es su visión sobre los números de la pobreza, en especial, el aumento de la pobreza infantil?
En primer lugar, yo no soy un experto en pobreza. Ese tema, desde una mirada económica, es muy complejo, no es para cualquier economista y me incluyo. Mi recomendación es hablar con gente que sabe: Andrea Vigorito, Matías Brum, Mauricio De Rosa. Cuando los economistas macroeconómicos lo miramos de afuera, en general, tratamos de apoyarnos hablando con gente como la que te mencioné, que entiende más.
Desde una mirada macro, lo que es indiscutible es que la pobreza no está ni aumentando ni cayendo. Lo que muestra la cifra del primer semestre es que la pobreza está en el mismo lugar que hace un año. Acá hemos visto gente del gobierno diciendo que la pobreza cayó y de la oposición diciendo que aumentó, y esas dos afirmaciones son erróneas. La pregunta relevante es por qué la pobreza está igual que antes si la economía entre el segundo trimestre del año pasado y el segundo trimestre de este año creció 7,7%.
¿Y la pobreza infantil?
Lo que sí se puede decir es que lo que aumentó fue la pobreza de los niños menores de seis años. Eso quiere decir, como señaló Vigorito en La Diaria, que hay hogares donde viven niños que están teniendo serias dificultades para tener ingresos.
¿Y cómo se explica que esto haya tenido lugar pese al crecimiento económico?
Uno podría conjeturar que el crecimiento del último año es un rebote más que un crecimiento, es un reacomodamiento de actividades que habían estado cerradas y luego se abrieron, y por lo tanto todavía es muy heterogéneo y disperso. Segundo, las actividades que son intensas en mano de obra no calificada son las que más lentamente se han recuperado, incluso algunas han sufrido cambios estructurales, como el servicio doméstico: la salida a trabajar de los miembros del hogar es menos frecuente que antes, y es probable que haya menos demanda de trabajo doméstico o se contrate por menos horas, y lo mismo sucede con otros empleos de baja calificación.
Entonces, los efectos del derrame no han terminado de cuajar, pero a su vez no van a alcanzar a muchas personas pobres con baja calificación por más que la economía siga creciendo, porque se han producido cambios importantes. Yo soy de los que no cree en la efectividad del derrame como una política para atacar la pobreza, sobre todo, porque los problemas de pobreza cuando persisten en el tiempo hacen que se produzca una fractura de hábitos para esas personas en términos de sus habilidades para volver al mercado laboral. Hay buenas razones para evitar que el fenómeno de la pobreza se consolide.
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